16°SAN LUIS - Lunes 20 de Mayo de 2024

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El ritmo de los cariocas lució en un marco bien sanluiseño

Por redacción
| 23 de marzo de 2014
La figura estelar de la segunda escola muestra su simpatía con uno de sus escoltas.

Brillan las pieles morenas mientras lucen inmunes al frío que parece esperar la llegada del Carnaval de Río para hacer su entrada triunfal cual Rey Momo desubicado e invernal. Esos muslos musculosos no parecen reales, no al menos para chicas tan ágiles y vivaces, con semejante carga de ritmo en la sangre. No temen exponer sus cuerpos al vaivén y a las miradas de más de 20 mil personas, periodistas incluidos, que se entregan al frenesí desde la posición de espectadores nada expectantes, porque participan, gritan, piden fotos, saludos y, por qué no, sueñan con una noche mágica junto a esos cuerpos de ébano.

 

Los locales no sólo sorprendieron con su escuela, también con el conocimiento técnico.


 Nacieron sambando y así van a pasarse la vida. Es Brasil en estado puro lo que desfila por el flamante asfalto blanco del autódromo de Potrero de los Funes. Y sin embargo, a pesar de toda esa parafernalia carioca que se despliega con precisión y profesionalismo, hay un marco sanluiseño que lo envuelve todo. Después de cinco años de aprendizaje y disfrute, la provincia y su gente comenzaron a adueñarse de "su" carnaval. La música que suena es carioca, pero el envase es cada vez más puntano, lo que indica que el objetivo trazado cuando todo esto parecía una utopía se va cumpliendo.

 


Hay varias pistas que ayudan a comprender esta simbiosis entre ambas ciudades y sus culturas. La primera y más potente es la aparición en escena, por primera vez, de una escuela de samba íntegramente local. "Sierras del Carnaval" hizo su entrada sin complejos, desplegando a sus 750 integrantes con una coreografía perfecta, de movimientos coordinados y con mucho ritmo que fluyó de manera natural, como si fueran brasileños infiltrados en el medio de Cuyo.

 


También está el lenguaje cada vez más técnico de los puntanos, tanto del público como de los protagonistas, Ya se habla con naturalidad de un mestre sala, un portabandera, una batería o un ala, los términos con los que se manejan quienes viven todo el año junto al carnaval.

 


Y lo más importante es que ya está listo el semillero, como bien lo demostró la Escuela Infantil de "Sierras del Carnaval". Esos chicos y chicas de 4 a 14 años que abrieron la noche con un derroche de simpatía y ternura. Arlequines en blanco y negro marcaron el paso adelante, acompañados por mini-guitarristas, hadas, reyes y reinas que superaban el metro veinte de altura. Se notaba el orgullo de la profesora Luciana, una morocha cinco estrellas que no paró de dar indicaciones, mezclada entre los casi 200 pequeños que, de tan concentrados en su baile, no daban bolilla a los gritos de papás y otros familiares que desesperaban por una mirada para inmortalizarla en una foto. Con estos pasistas, el futuro está asegurado. Luego del paso de la escuela local, llegó el turno de los pasistas brasileños. Siguen sorprendiendo con sus movimientos, su simpatía y la perfecta disciplina que imponen los directores a ambos costados de las hileras coloridas. Pero los puntanos ya los disfrutan de otra forma, saben que tienen que esperar, qué significa cada ala que pasea ante sus ojos.

 


Ahora son las bahianas, esas mujeres entradas en años que menean las polleras acampanadas, ya no unas viejitas admirables por su espíritu. Y por si hiciera falta, la  conducción del show se encargó de explicarle al público novato lo que significan por historia. Lo mismo con el mestre sala y la porta bandera, que nunca deben darse la espalda. O el Rey Momo, que debe ser un hombre entrado en años y en kilos. Saber enriquece y fusiona mejor las culturas.

 


Y por último están las carrozas, bien puntanas las tres. Porque los brasileños importan sus trajes, pero las alegorías son de San Luis. Por eso, tras el paso de la que acompañó a "Sierras del Carnaval" con un sentido homenaje a los Héroes Puntanos de la Independencia, también las de los cariocas tuvieron motivos locales para disfrutar.

 


La primera paseó animales prehistóricos, palmeras y construcciones en piedra que simbolizaron el origen de la Tierra y en especial del sur de San Luis con sus lagunas, su flora y su fauna. Esta escuela contó con las bellezas de Vivianne Araujo y Mona Lisa, dos brasileñas infartantes, y la mano maestra de Milton Cunha, un diseñador que viene de Río de Janeiro desde la primera hora.

 


La otra, la que cerró una jornada llena de dinamismo y alegría, representó a los pueblos originarios a partir de un indígena gigantesco que pareció dominarlo todo. No faltaron cabezas de animales de la zona, con acento especial en el custodiado venado de las pampas. Los bailarines a los dos costados vistieron trajes típicos de las comunidades que habitaron esta tierra y el centro estuvo embanderado con el "wiphala", el símbolo de las culturas originarias.

 


Hasta el camión de sonido emparejó a unos y otros, porque Nacho Bizotto, del grupo "La Cautana", representó muy bien a los nuestros y su voz fue tan incansable como la de los morenos para animar a un público que ya está diplomado en carnaval.

 


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