Rodrigo García miró su teléfono, para ver la hora y hacer un cálculo. “El incendio empezó a las 18:30, aproximadamente. El sereno de mi fábrica escuchó un estallido como de vidrios rotos, allá al fondo, y me vine a ver qué había pasado”, contó el dueño de “Nova”, una empresa autopartista vecina a la “Recuperadora Sarmiento”, la recicladora que ardió ayer. El humo llegó a dos barrios.
Una hora después de las primeras chispas, el fuego ya había devorado más del setenta por ciento de las pilas de esqueletos de heladeras viejas que acopian en la planta. El poliuretano, la espuma aislante que usan para “rellenarlas”, había alimentado de modo fabuloso la combustión que, con seguridad, hará que persista la nube negra y tóxica al sur de la ciudad.
Según la versión que le llegó a García, unos chicos habrían comenzado el foco. El comisario Julio Giménez, jefe de turno en el Centro de Operaciones Policiales, no confirmó el rumor. Y explicó que hay que investigar y esperar las pericias para determinar si se inició adentro del predio o en los pastizales que lindan al fondo.
La recuperadora está en la ruta Nº 3, unos 300 metros al norte de la Autopista Puntana y a unos 200 de dos barrios, el 500 Viviendas y el Néstor Kirchner. El viento no jugó a favor de los vecinos: empujaba la humareda hacia ellos. Sin embargo, no hubo evacuados, aseguró una fuente de San Luis Solidario. Tampoco heridos, quemados o intoxicados entre quienes trabajaban para dominar las llamas, agregó.
La planta tiene un frente de unos 12 metros, que da a la ruta Nº 3. A la entrada, al lado de un portón, hay un galpón que refugia autos, camionetas y camiones de distintos modelos que, a simple vista, están para ser reparados. Ésa es la única parte de la estructura que está completa. El resto del depósito –deben ser unos 80 metros hasta el fondo– no tiene techo ni paredes.
En un sector están en pie algunas columnas que sobrevivieron al incendio que hubo hace dos años, informó Omar Terc, de San Luis Solidario. Al parecer, la magnitud de aquel fuego fue similar al de ayer. “Bustos, el dueño, limpió y volvió a trabajar. En aquel momento dijeron que lo habían empezado un grupo de empleados,” quizás enfrentados con el propietario por algún conflicto laboral, recordó García.
Por lo que explicó, la recuperadora recibe el material que recoge Mabe, la multinacional que fabrica electrodomésticos. Lo que llega a la planta es la caja de metal desnuda, sin estantes ni cajones. “Acá separan la chapa, el plástico, el aluminio, el cobre y el poliuretano, y después, lo que es útil se vende a las empresas”, explicó.
Los trastos son depositados al aire libre, en la parte del galpón que no tiene techo y al lado, en la zona que colinda con “Alta Plástica”, una fábrica separada de la recicladora sólo por un pasillo de tierra, un alambrado y una hilera de árboles, que los socorristas esperaban que no se encendieran.
“Los empleados (de la fábrica lindante) están regando, humedeciendo el sector de un cerco para evitar que se cruce el fuego”, dijo el comisario. Los pinos del predio de la recicladora se convirtieron en brasas en un santiamén: parecían árboles de Navidad. Antes de hacerse ceniza, sus ramas anaranjadas relucieron de modo intenso en la penumbra de la noche y el humo.
Las autobombas de los bomberos voluntarios y de la Policía trajinaron una y otra vez la ruta 3, con cargas de agua. Desplegaron y replegaron las mangueras por distintos flancos, en un intento por frenar el avance. La tarea no era simple: el poliuretano es altamente combustible. En pocos minutos todos los montículos se prendieron e hicieron un frente de calor perfecto para contrarrestar los seis grados de temperatura y para derribar los pedazos de paredes y columnas que quedaban en pie. Los bomberos debieron repetirle a los curiosos varias veces la orden de salir del galpón: estaba latente el peligro de que una de esas estructuras se desplomara y causara una tragedia.


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