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Terminó la etapa de pruebas en el juicio contra el chofer de Polo

Por redacción
| 06 de octubre de 2015
A la monja Garro se le quebró la voz en un par de ocasiones. | Marina Balbo

“Está mintiendo”. Alejandra Manucha se dio vuelta y les habló en voz baja a las personas que estaban detrás de ella, entre el público que había ido a escuchar, ayer, la última audiencia de presentación de pruebas, en el juicio oral por la tragedia de Zanjitas.
La mamá de Daira Mariani Manucha, una de las víctimas del choque de un tren contra el colectivo del contingente del Colegio Santa María, se refería a la última testigo del debate. No es poca cosa que la acusara de estar mintiendo, porque antes de que Norma Beatriz Garro empezara a declarar, le habían hecho jurar que diría la verdad. Pero además, es monja.
La madre de Daira hizo el comentario a raíz de la afirmación de la religiosa de que ella había ido sentada casi todo el viaje en el primer asiento de la fila de la derecha del Mercedes Benz de Polo, conducido por Julio Jofré.
Según la monja, coordinadora de catequesis del colegio, solamente se había levantado en forma breve, en un par de oportunidades, una para darles indicaciones a las nenas y otra para repasar con la catequista las actividades que harían en la escuela del paraje Cazador.
Antes del testimonio de Garro, el tribunal había escuchado el informe de la psicóloga Marisa Samper, del Cuerpo Profesional Forense, que entrevistó en Cámara Gesell a dieciséis alumnas sobrevivientes de la tragedia.
Cuando la monja, que también es una víctima del choque, afirmó que siempre había contado con un asiento disponible, al tiempo que la acusaba de no decir la verdad, Manucha exhibió en su celular una foto tomada por alguien del pasaje, aquella mañana del miércoles 2 de noviembre de 2011.
En la imagen se ve cubierto de bolsos y paquetes el asiento que según Garro ella ocupaba.
La monja dijo que cuando se levantó a hablar con la catequista, se sentó en un escalón del estribo y que su compañera estaba parada, apoyada contra el torpedo del colectivo. Algunos familiares de las víctimas y sus abogados sostienen que, en realidad, siempre fueron en esa ubicación porque no tenían dónde sentarse.
Al llamar la atención sobre ese punto, los representantes de las víctimas buscan dejar en evidencia lo que consideran una irresponsabilidad de las autoridades del colegio, que contrataron un servicio que no era acorde a las necesidades del viaje. Y alegar que, si el colectivo hubiera tenido lugar para todos los pasajeros y más medidas de seguridad, el saldo del choque hubiera sido menos luctuoso.

 


“Sólo alcancé a decir ‘a…’”
Garro recordó que ya iban a ser las doce, la hora de rezar el ángelus. Por eso, sentada de lado, mirando hacia el costado izquierdo del colectivo, se inclinó hacia su derecha para sacar del bolso su libro de oraciones. En eso, levantó la cabeza y miró hacia las ventanillas del lateral izquierdo. Vio “algo amarillo y rojizo”. Era la locomotora “La Gallega”, que encabezaba la formación ferroviaria. La monja recordó que el colectivo iba muy lento, que estaba casi detenido, y que por eso, cuando notó “que eso se venía encima”, miró al chofer para decirle “acelere”.
Pero no tuvo tiempo. “Sólo alcancé a decir ‘a…’, no llegué a decirle que acelerara porque nos impactó, fue tremendo”, relató.

Los alegatos
En la próxima audiencia, el fiscal, los abogados de las víctimas y el defensor harán su alegato. La Cámara propuso que fuera el jueves 15, pero los litigantes no pueden ese día. En breve, el tribunal definirá le fecha. 

 


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