SAN LUIS - Martes 14 de Mayo de 2024

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El renegado del pincel: Alberto Bruzzone expone en el Centro Cultural Puente Blanco

Por redacción
| 20 de noviembre de 2015
Dueña de un corazón. Magdalena, la esposa y custodia de las obras de Bruzzone. Foto: Marina Balbo.

Una visita a la exposición de cuadros de Alberto Bruzzone permite reconocer pinceladas de una época dorada de la plástica argentina. En el Centro Cultural Puente Blanco están colgadas las obras autoría del sanjuanino que eligió vivir en Mar del Plata y que tuvo influencia directa de, entre otros, Lino Eneas Spilimbergo.

 


La selección que llegó a la provincia incluye litografías, témperas y óleos, con diferentes temáticas que van desde las naturalezas muertas a los retratos, uno de los grandes temas desarrollados en su trayectoria. Porque Bruzzone vivió hasta los 87 años y jamás dejó de pintar, el caudal de sus obras en inmenso, y una gran mayoría se conserva en la casa museo que su familia habilitó en Mar del Plata.

 


La viuda del artista, Magdalena Konopacki, comprometida con la difusión de su trabajo, llegó especialmente a San Luis para participar de la apertura de la muestra y tuvo oportunidad de compartir todo el amor y admiración por su marido. “Es un hombre que nunca se dobló, nunca perdió su estructura, el respeto fue su clave, hacia sí mismo, hacia la pintura, hacia el ser humano, el respeto hacia la tierra”, definió.

 


En los cuadros de Bruzzone se aprecia el estilo de la época que compartió con nombres como Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Enrique Policastro y Demetrio Urruchúa allá en la mitad del siglo pasado y que fue auténticamente argentina, sin influencias extranjeras. Todos estos artistas se nutrían de la realidad, no necesariamente en su temática, pero sí en sus emociones, y la reflejaban de algún modo, con la intención de modificarla.

 


 “Él miraba al ser humano simple, al ser humano cotidiano, sus naturalezas muertas tienen objetos que hay en cualquier casa de cualquier familia: el pan, la pava, el azúcar, el zapallo”, explicó quien lo acompañó durante los últimos años.

 


Bruzzone es recordado en el ámbito de la plástica por cuestionar la condición competitiva del arte, por lo que se retiró de los salones y más adelante de la chance de ser jurado.

 


Hasta los años '60, su nombre figuraba entre los doce de mayor prestigio en el país y tras ser incorporado en las listas negras galeristas y críticos dejaron de nombrarlo. Desde su taller, su militancia en la década del '70 fue desde los pinceles y su enfrentamiento, con la prensa comercial que no defendía a los artistas.

 


El tango, que había bailado cuando joven, se convirtió en uno de los motivos centrales de su obra en los 80. Ese tema es uno de los repetidos en el hall de la sala Berta Vidal de Battini.

 


Ya en el final de su vida, volvieron a su memoria los paisajes sanjuaninos. Al morir y sin dejar de crear ni un día, se sintió triste por percibirse olvidado.

 


Para su esposa, Bruzzone fue básicamente un hombre honesto: “Fue un pintor de indudable vocación que, por haber vivido tantos años, haber estudiado, haber sido consecuente en su trabajo día a día, lógicamente creció y maduró”.

 


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