La Fiesta del Carnaval del Río en San Luis está tomando forma y color. Con la cuenta regresiva en marcha, en los talleres de ornamentación los trajes que los pasistas van a lucir en el Sambódromo de Potrero de los Funes van quedando listos.
“Estamos atareadas pero bien”, sostuvo Patricia Altamirano, una de las encargadas del turno mañana del taller que está instalado en Terrazas del Portezuelo. Como todos los estamentos de la fiesta, la mujer dijo que quiere que “todo salga perfecto”.
Así, Patricia expresó cómo se siente con su participación en semejante espectáculo. Ella, sus colaboradoras y las decenas de costureras, son una parte fundamental del bloque de vestuaristas que tiene como objetivo el lucimiento de cada sambista en las tres noches.
“Siempre digo que acá dentro somos todas compañeras”, resaltó Altamirano sobre las manos que le dan color a la fiesta. Ella llegó hace tres años junto a otros trabajadores del Plan de Forestación que también están en los talleres, y a pesar de estar a cargo, le gusta trabajar en equipo. “Somos todos iguales y trabajamos lo mismo, no hay diferencias”, concluyó.
No sólo de sanluiseños se nutren los vestuarios de colores y brillantes. En la sala, mientas confeccionan los trajes y los adornos, todos prestan atención a los consejos de los profesores Williams Oliveira y Renato Rodríguez, más al equipo brasileño formado por Delia, Carla, María y Paula, quienes ayudan y orientan en los detalles precisos de los adornos que se mostrarán en la fiesta carioca.
Altamirano ve con buenos ojos que lleguen con el número estipulado en la entrega de más de 1.800 trajes, de todo tipo y tamaño, ya que serán para niños de 4 años y para adultos con distinta talla.
“Tenemos la cantidad más grande para hacer, el resto se manda a los otros talleres pero acá hay más trajes”, dijo la coordinadora, sobre la capacidad técnica del grupo, que al principio necesitaban personal con experiencia pero con el correr de las ediciones del carnaval, recibió la colaboración de trabajadores que, a pesar de no estar capacitados, fueron aceptados y trabajan a la par de los veteranos.
Los varones mantienen la tradición, y además de estar codo a codo pegando henna o telas, también hacen los trabajos forzados que requieren las tareas de costurería. “Los mandamos a doblar alambres o a levantar las cosas pesadas”, contó con una sonrisa Altamirano, quien rescató la buena voluntad de ellos, que ocupan casi el 30 por ciento de un equipo de 40 personas, y que como todos, aprendieron a reconocer los distintos tipos de telas que existen para las prendas. Otra cosa que incorporaron fue el armado de cada pieza en las ropas.
Para los días de desfile, en los boxes se levantará un taller de emergencia que estará para salvar cualquier eventualidad que surja durante la pasada.
Es una forma de prever, pero las costureras estarán preparadas para ajustar algún botón o zurcir algún volado.
“Siempre se rompe algo, encima todos están nerviosos y a las corridas pero sabemos que todo tiene que salir bien, así que vamos a estar tranquilas allá”, dijo, previsora, la coordinadora.
Cada pieza será exhibida en vivo en las pasarelas carnavalescas desde el 21 al 23 de marzo, pero las tareas de los talleres no terminan cuando el último redoblante de la escuadra brasileña deja de sonar.
Finalizada la última pasada, hay que recoger los trajes, embalarlos y transportarlos en camiones hasta los talleres, donde se desarmarán. Sólo se rescatan las gemas y las plumas, mientras que los cabezales, espaldares, pantorrillas y puños se reciclará.
Altamirano contó que algunos de los trajes enteros serán donados a las localidades del interior, que las usan generalmente en sus fiestas populares.
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