Es la segunda vez que el detenido se evade de la misma cárcel. La vez anterior fue en marzo de 2004.
Ya vengo, tengo visitas”, dijo, supuestamente, Jonathan Vogel a sus celadores, ayer al mediodía, cuando trabajaba en la carpintería central de la cárcel de San Luis. Pero ningún guardiacárcel verificó si había llegado un visitante para el condenado por el homicidio del comisario Máximo Sosa, ahora investigado por la Justicia Federal por liderar una banda narco. Y tampoco nadie lo custodió hacia el sector donde, en teoría, se reuniría con un familiar que había ido a verlo. Salió solo. No lo volvieron a ver. Dos horas después advirtieron que se había fugado.
Si se cumplió el procedimiento habitual, el ropero fue llevado en hombros por los reclusos hasta la guardia principal del Complejo Penitenciario Nº 1, en la ruta nacional 146 sur, en el sudoeste de la capital. Y recién allí, cargado en la caja de una vieja Chevrolet C 10 que lo transportó hasta un barrio de la zona oeste de San Luis.
El escape de ayer motivó que, apenas detectada la ausencia del interno, el director del Servicio Penitenciario Provincial, Oscar Papaño, pasara a disponibilidad a los cuatro celadores responsables de su custodia, suboficiales de vasta antigüedad en la cárcel.
Más tarde, en las primeras horas de la noche, el funcionario le presentó su renuncia al gobernador. En su reemplazo, asumió quien hasta ahora era subdirector del Servicio Penitenciario, inspector general Ernesto Sáez.
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