El lema podría ser "Juntos somos más", o bien "La unión hace la fuerza". Cualquier eslogan que tenga relación con el trabajo colectivo, la solidaridad y el esfuerzo compartido le caería bien al proyecto del Consorcio de Productores que lleva adelante la Municipalidad de Candelaria, una organización que el mes que viene cumplirá tres años de vida y les permite a sus asociados tener una salida laboral más que importante a través del trabajo de la tierra y la cría de animales para la subsistencia familiar.
Los productores comparten el predio de 30 hectáreas y cada uno maneja su parcela. Después, la comercialización la realizan de manera independiente.
“No es la primera vez que hay un intento de esta naturaleza en Candelaria, pero los anteriores no habían tenido éxito, desaparecían porque no estaban en blanco, ni se preocupaban por tener personería jurídica. Ahora fue distinto porque la zona creció en materia productiva y la gente entendió que era mejor hacer las cosas en conjunto, por el bien de todos”, explica Ariel Gatica, quien es el secretario del Consorcio de Productores, además de empleado municipal y una especie de hombre de confianza del intendente Fernando Casas, quien a su vez tiene el cargo de presidente de la organización.
El puntapié inicial lo dieron el 5 de mayo de 2012, en ese entonces con 45 productores caprinos que comenzaron a desarrollar las razas Anglo Nubian y Criolla, pero luego las actividades viraron hacia la agricultura familiar. “Comenzó a venir gente de afuera a comprar grandes extensiones de campo para hacer explotaciones intensivas y los pequeños productores fueron quedando rodeados, entonces hubo que dejar la cría porque la siembra daba más dividendos en terrenos chicos”, recuerda Gatica.
“La idea era que quienes se dedican a las actividades del campo pudieran cambiar su mentalidad, pensar que a partir de la crianza de animales o la siembra se puede salir adelante con una pequeña ayuda del Estado”, agrega Casas, un intendente inquieto, que siempre está detrás de propuestas que le puedan servir a los vecinos de Candelaria. La ayuda a la que se refiere el intendente viene de la Municipalidad y del gobierno provincial. La primera aporta gente dentro de la comisión y gestionó el predio, además de estar en el día a día con los productores. La provincia, a través de Sol Puntano, les dio semillas, agroquímicos, abono, fertilizantes y asesoramiento técnico para sortear las dificultades que plantea la agricultura. Este verano, una hectárea, en promedio, rindió 7.000 kilos de calabaza, un número más que interesante.
El estar organizados les permite conseguir beneficios incluso para los parajes cercanos. En 2014, por una gestión del Consorcio, el paraje La Bajada consiguió la extensión de la línea de electrificación, gracias a una gestión ante el Ministerio del Campo. También están atentos a las necesidades de infraestructura de los productores caprinos, a quienes les han conseguido nuevos corrales y microsilos de 400 kilos de capacidad. Incluso ahora están incursionando en el área de investigación, ya que junto con el Ministerio del Campo están probando sorgo silero en un terreno de dos hectáreas, para ver cuántos kilos de materia seca pueden obtener.
Hoy el Consorcio de Productores tiene 150 socios, que pagan una cuota anual mínima, de 50 pesos, para el mantenimiento de la estructura administrativa. Hay 15 que se dedican a trabajar la tierra en el predio ubicado en las afueras del pueblo y una docena de productores porcinos, nueve de Candelaria y tres de Quines, que están más relacionados con el programa Tecnificando nuestro campo, dependiente del ministerio, que exige un mínimo de cinco madres para poder incluirlos en su menú de beneficios.
Durante la visita de este cronista estuvo el veterinario Álvaro Chaboux, a quien justamente el Ministerio del Campo envía en forma periódica para que pueda brindar asesoramiento técnico y para tratar cuestiones sanitarias como el sangrado de los animales, que permite detectar casos positivos de brucelosis y auyeski. En una segunda etapa, los productores que tengan animales enfermos podrán recurrir a otro programa ministerial, el de Tecnificación y Producción Agropecuaria, para beneficiarse con la reposición de esos ejemplares a partir de la cría que sale del módulo porcino que funciona en Sol Puntano, como ocurre con las cabras y los toros.
El predio en el que trabajan los productores tiene treinta hectáreas y fue alquilado por el consorcio por tres años. Algunas empresas radicadas en Candelaria ayudan también al desarrollo de este proyecto. Por ejemplo, Puramel les entrega las bolsas para guardar el maíz y Prandi, que está en la entrada de Quines y tiene campos en todo el corredor de la ruta 79, desmontó 13 hectáreas para que puedan formarse los surcos que ahora lucen bien trabajados. Tienen hileras de árboles en el contorno que ayudan a parar el viento y cartelitos de chapa de color amarillo en el que figura el apellido del inquilino de cada parcela, la extensión de la misma y lo que está cultivado allí. El riego es a la vieja usanza, por inundación, aunque tras la gran crecida del río Quines a fines del verano la situación se puso un poco más complicada, ya que quedaron destruidos los canales que llevaban el agua a las plantaciones . Antes del desastre climático, una perforación a 100 metros de profundidad brindaba 400 mil litros de agua por segundo, pero ahora dependen de lo que el cielo decida mandarles.
Cada productor es libre de trabajar su parcela como quiera. Incluso cada uno se encarga de la mano de obra y de la comercialización, una decisión que tomaron en conjunto, ya que existía la posibilidad de recibir colaboración externa en esta etapa. Primero plantaron melones y sandías, frutas típicas de este rincón del norte puntano. Después se animaron a la diversificación, otro de los objetivos que les había propuesto el intendente. Entonces entre los surcos se pueden observar zapallos coreanos, calabazas, tomates, pimientos, zapallitos y todo tipo de hortalizas. Los más audaces apostaron por el cultivo de rosas, una tarea delicada pero que deja buen margen económico si está bien trabajada.
Los integrantes del Consorcio no viven de lo que les da la chacra, es un ingreso más que ayuda a complementar el que tienen por algún otro trabajo, en muchos casos también en el campo, aunque hay administrativos, empleados municipales y de comercio. Es común verlos llegar al predio a la tarde, cuando está por caer el sol, ya que durante la mañana están con otras ocupaciones. La mayoría trabaja con la familia: esposa e hijos también aportan su esfuerzo en pos de una buena cosecha. Hay varios bolivianos en el grupo, gente callada y de mucho esfuerzo, con duras historias de vida detrás.


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