En “Orquesta nativa”, su segundo disco, “Los Chaza” grabaron “El pajarillo”, una danza netamente sanluiseña que fue recopilada por primera vez por Carlos Vega en 1948. En el blooket del álbum, el grupo explicó que la danza es una “variante puntana del gato” y que se baila con castañetas y a imitación del movimiento del aleteo.
Como no podía ser de otra manera, en el recital que el grupo brindó el sábado a la noche en la provincia, el ritmo estuvo y una decena de entusiastas bailarines le rindieron honor con corazón y teoría. El quinteto radicado en La Plata llegó a San Luis para festejar los 50 años de la academia folclórica “Abriendo surcos” y, de paso, presentar las canciones de su nuevo trabajo.
Las conexiones entre la banda y la institución que los invitó van un poco más allá del pajarillo, de la iniciativa y de la intención constante de revitalizar las danzas populares argentinas. Cuando Carlos Témoli fundó la academia el 12 de mayo de 1965 buscó el asesoramiento del instituto Andrés Chazarreta, el reconocido investigador folclórico santiagueño y bisabuelo de Benjamín Molina Chazarreta, líder, violinista y cantante de “Los Chaza”.
Con esos puntos en común, el grupo que visitó San Luis el fin de semana se prestó sin inconvenientes a la fiesta de la academia puntana, dio un recital de excepción, animó una noche que varió entre la emoción y el talento y tocó el malambo cuantas veces se lo pidieron, para que los bailarines (y hasta una bailarina) expusiera su capacidad en el zapateo solista.
La presentación de “Los Chaza” dejó en claro que no pasará mucho tiempo hasta que el quinteto sea un animador más central de alguno de los festivales grandes que se hacen en el país. Los chicos tienen carisma, temas bailables, juventud, talento y una actitud que mezcla el respeto por la tradición y la desfachatez para encarar la revolución del género. O sea, todo lo que las reglas festivaleras solicitan por estos días.
Con una flauta traversa, cinco voces y un violín como instrumentos complementarios, el grupo repasó en San Luis obras de nombres icónicos del folclore que excedió el linaje familiar. Porque si bien don Andrés estuvo siempre presente (la versión que hicieron de “Zamba de Vargas” fue muy respetuosa), otros apellidos como Carabajal –en la rama que nació en Agustín y Juan Carlos-, Ábalos y Palavecino también estuvieron presentes en el repertorio.
Pero fue la excelente “Chacarera del cantor”, de Mario Arnedo Gallo –padre de Diego, el bajista de “Divididos”-, la demostración más fina de la persecución que el grupo emprendió desde sus orígenes: darle lugar a todas las expresiones de la riquísima música santiagueña.
Justamente por esa razón es que en la noche de los 50 años de “Abriendo surcos” se escucharon y se bailaron todas las formas de la chacarera, desde la tradicional a la decorada con modernidad; desde la novedosa hasta “Añoranzas”.


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