SAN LUIS - Jueves 09 de Mayo de 2024

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La sanidad es clave en los corrales de engorde

Por redacción
| 20 de noviembre de 2016

La Agencia de Extensión Rural del INTA, sede San Luis, cumplió 53 años y decidió festejarlo haciendo lo que más sabe: una jornada de transferencia de conocimientos con veterinarios e ingenieros agrónomos en la que especialistas trataron un tema de candente actualidad por el crecimiento que tuvo el sector dedicado a los feedlots. Se trató de un seminario denominado ‘Nutrición y sanidad en corrales de engorde’, dedicado exclusivamente a profesionales, que serán quienes después deberán aplicar las técnicas en los establecimientos de los productores.

 

La jornada estuvo dedicada a veterinarios e ingenieros agrónomos. Esta vez prefirieron no invitar a productores, para que el ambiente sea más técnico.


“Decidimos hacerlo medio cerrado, sin la presencia de los dueños de los feedlots, sólo para los veterinarios e ingenieros agrónomos, para que sea bien técnico. La idea fue intercambiar opiniones y experiencias, que cada uno se sienta libre de contar lo que quiera. Creemos que es la mejor manera de aprender todos juntos y después trasladar esos conocimientos al trabajo diario en los corrales”, explicó Alberto Belgrano Rawson, quien hasta hace un año atrás dirigió la agencia puntana, y sigue siendo un activo colaborador ahora que la responsabilidad recae en Matías Centeno.

 


Belgrano Rawson fue el primero en dirigirse al auditorio para hacer una breve reseña sobre los cambios en los sistemas de engorde en San Luis. Ayudado por un Power Point con estadísticas actualizadas, dio cuenta del crecimiento del número de feedlots y de los avances técnicos que vinieron de la mano de la tecnología y los conocimientos que permitieron ir subsanando errores sobre la marcha.

 


El segundo en exponer fue Ricardo Sager, quien actualmente vive en Buenos Aires, pero sigue desempeñándose como técnico en la agencia local por sus grandes conocimientos en materia de medicina veterinaria. Comenzó diciendo que “sanidad y nutrición son dos universos”, pero que de todas maneras tienen puntos en común que “obligan a que veterinarios e ingenieros agrónomos deban trabajar en conjunto”.

 


“No sirve tener animales sanos si ganan apenas 700 gramos por día, si el producto final que obtenemos del engorde es de mala calidad o si provocamos un impacto ambiental negativo. Por eso digo que es necesario tomar la salud como un tema integral”, agregó Sager con  un lenguaje llano y sencillo, permitiendo en todo momento las preguntas y los cuestionamientos de sus colegas.

 


El veterinario aclaró que es lo que se entiende como salud integral: “Prevenir enfermedades transmisibles a través de la aplicación de vacunas obligatorias y antiparasitarios a los animales ingresantes; garantizar la expresión productiva y evitar enfermedades tóxicas, metabólicas y traumáticas; cuidar la higiene y la seguridad del personal que se encarga de trabajar en los corrales; asegurar la calidad y la inocuidad del producto, por ejemplo poniendo mucha atención en el Síndrome Urémico Hemolítico que cada tanto golpea con fuerza; y ser conscientes de que no debemos provocar un impacto ambiental negativo, por lo que tenemos que hacer un correcto manejo de los efluentes y evitar las plagas en los animales, entre otros ítems que nos ocupan todos los días en un feedlot”.

 


Desarrollados los aspectos básicos que hacen a la salud integral, pasó a desmenuzar cada uno de ellos a partir de cuadros estadísticos y consejos que fue recolectando a través de su desempeño profesional y lo que existe en materia bibliográfica.

 


“¿Cómo se previenen las enfermedades transmisibles?”, se preguntó, para enseguida contestarse: “Cumpliendo con la vacunación obligatoria, usando productos de profilaxis de calidad elaborados con componentes regionales y llevando un registro de datos sanitarios y la historia clínica de los rodeos ingresados, lo cual es un grave déficit en la Argentina porque no tenemos estadísticas propias.

 


También pidió diferenciar los tipos de encierre, entre aquellos que son de origen propio, o sea que están acondicionados desde la cría; los que son externos pero de origen conocido, por lo que están acondicionados desde la compra; y finalmente los externos de acopiadores, donde las dudas afloran rápido, por ejemplo en cuanto a las vacunas, ya que es lógico preguntarse si las tienen, cuándo se las aplicaron y con qué productos, lo que complica la gestión del engorde desde el inicio.

 


“En lo que quiero ser absolutamente claro es en cuanto a la metafilaxia (N de R: uso de antibióticos). No hay que hacerla de manera preventiva bajo ningún concepto, porque está diseñada para curar”, cerró con el primer punto.

 


Sobre la expresión productiva adecuada de los rodeos en encierre, pidió “asegurar con buen manejo y alimentación el mejor balance nutricional para poder conseguir la máxima eficiencia, no sólo productiva, también económica”. Según Sager, un elemento clave es el agua. “Los cálculos son claros, necesitan ganar 1,4 kilo por día para producir un kilo de carne magra. Con esta ecuación, necesitamos dos días con un suministro de 50 litros diarios, tres sin son 40 litros y cuatro sin son 30”. Aseguro que si él pudiera elegir el agua, les daría aquella que en su composición no tuviera más de 0,5 gramos de sulfato por litro.

 


 Y pidió poner atención sobre los gases ruminales y la eructación que tienen los bovinos. “Ojo que no los elimina a través de éste movimiento, van al pulmón y pueden causar lesiones y enfisemas por exceso de ácidos grasos volátiles. Esos enfisemas los puede causar el 3 metil indol que está en el maíz, un cereal que puede provocar dietas ‘aburridas’. Yo recomiendo buscar otras fuentes de fibra, como podría ser la cáscara de maní por ejemplo”. La burlanda es otro alimento con el que hay que tomar precauciones porque produce sulfuro de hidrógeno, que se traduce en una enfermedad complicada como es la polioencefalomalacia, advirtió también el veterinario, cuya conclusión sobre la cuestión productiva es que “hay que mejorar el manejo”.

 


Para graficar los peligros que encierra el trabajo en el feedlot para la salud de los peones involucrados mostró fotos de varios cementerios usados por los engordes, donde se vieron animales tirados en fosas, sin cuidados posteriores. “En general falta infraestructura, no hay mangas ni corrales adecuados, estamos lejos de adoptar los curvos, como enseña Temple Gradin”, aseguró. Pero además hay problemas con el manejo de la basura: “Tiramos cajas, frascos, plásticos y agujas usadas en tachos comunes o al fuego, lo que provoca explosiones y peligros para la seguridad humana. Tampoco hay que enterrar estos elementos, porque le dan vida a los microorganismos”, pidió.

 


Un cuadro proyectado en la pantalla mostró que el 60% de los patógenos humanos son de origen animal, que aparecen cinco enfermedades nuevas al año y que el 80% de esos patógenos pueden usarse para hacer bioterrorismo si caen en manos equivocadas.

 


La calidad e inocuidad del producto final del engorde a corral también es fruto de una serie de precauciones y de un correcto manejo. “Tenemos que asegurar un trato correcto con los animales, evitar la propagación de enfermedades como las que provoca la Salmonella y tener instalaciones apropiadas, porque no hay peor enemigo para el feedlot que el barro. En San Luis no se ve mucho porque las lluvias están concentradas en un período del año, pero en Buenos Aires he visto verdaderos chiqueros, sin piso, donde todo lo malo puede pasar”, dijo Sager.

 


Una enfermedad muy asociada al barro y la contaminación es el Síndrome Urémico Hemolítico, provocado por la Escherichia Coli: “Los frigoríficos tienen limitaciones si reciben hacienda contaminadas, es el feedlot el primer encargado en parar sus efectos”, explicó. La Rabia Paresiante es otra enfermedad a la que hay que prestar atención, sobre todo con el uso responsable y prudente de los antibióticos. “Hay que respetar los tiempos de restricción y no aplicarlos una semana antes de mandar los lotes a faena”.

 


Saliendo un momento de la cuestión sanitaria y metiéndose en el aspecto comercial, contó que “las grandes cadenas de supermercados usan la incertidumbre de los clientes a partir de las noticias que circulan sobre estas enfermedades, apuntan a los accidentes agroalimentarios”, advirtió el profesional del INTA mientras mostraba un sello comercial en boga, como es ‘Huella Natural’, de una  firma francesa.

 


Finalmente se refirió al impacto ambiental, una cuestión muy sensible en San Luis, una provincia que extrema los controles y cuidados para no provocar daños ecológicos. “Debemos tener corrales con y sin animales sin generación de metano, armar trampas de sólidos, lagunas anaeróbicas para sedimentación y evaporación y otras aeróbicas”, dijo mientras mostraba una foto aérea de un feedlot en perfectas condiciones.

 


Advirtió que las palomas y los loros son grandes fuentes de contaminación, ya que pueden provocar enfermedades tales como Clamidiosis, Salmonelosis y Colibacilosis, y que sobre todo, las primeras pueden trasladarse hasta 50 kilómetros diarios, por lo que son verdaderas ‘ratas voladoras’, como las llaman en el norte argentino. Incluso son un peligro para la población en general ya que comen en los corrales y van a la ciudad debido a esta capacidad de vuelo. Y finalmente se refirió a la importancia de hacer un compostado de estiércol y animales muertos, siempre con el suficiente oxígeno y la humedad que requiere el proceso de descomposición.

 


Nutrición vs. Alimentación

 


Tras su exposición sobre salud integral, Sager siguió como dueño de la escena para hablar de dos conceptos que suelen confundirse y no son lo mismo: nutrición y alimentación. “La nutrición es un proceso interno, involuntario y no educable, en cambio la alimentación es voluntaria y educable”, diferenció, para agregar que “con libre elección, la nutrición es consecuencia de la alimentación. Se puede estar bien alimentado y mal nutrido”.

 


Según el veterinario, hay distintos factores que afectan la nutrición: “Algunos son propios del animal, como la especie, la edad, el tipo, la genética o el nivel de producción; otros son propios de los alimentos, como la cantidad, la calidad, la variedad, inocuidad y el agua, que es lo más importante; y finalmente juegan su papel las condiciones ambientales y de manejo”.

 


“Es difícil que todas las categorías y razas se nutran bien en un mismo feedlot con tendencia industrial”, afirmó Sager, quien cree que cada una de ellas necesita una dieta especial. “En el siglo XX el objetivo era la cría, se hablaba de un ternero por vaca por año sin importar la calidad, pero no cubríamos los requerimientos de esa vaca, que perdía peso en el parto porque se lo transfería al ternero. En cambio en el siglo XXI existe lo que llamamos programación fetal, que no es otra cosa que darle de comer a la vaca lo que el feto necesita y no lo que ella necesita”, amplió el concepto.

 


Pidió pensar en una suplementación estratégica: “Entre el tercer y el cuarto mes de gestación (miogénesis) el feto empieza a crecer y multiplicar células, que son las que formarán los músculos. Luego del sexto y hasta el noveno, está la hipertrofia muscular y la adipogénesis, cuando las células que formaron esos músculos se llenan de grasa. Debe ser una grasa intramuscular para tener calidad, algo que no logramos con la Cuota 481”, expresó Sager en referencia al cupo que le otorgó la Unión Europea a la Argentina para poder vender carne de animales engordados a corral sin pagar ningún arancel.

 


De hablar sobre los factores propios de los alimentos que afectan la nutrición se encargó María Laura Guzmán, una ingeniera agrónoma de la estación experimental puntana, quien expuso un relevamiento de reservas forrajeras realizado en San Luis, para el cual dividieron la provincia en dos zonas: una que abarcó el centro y el norte, cuya actividad principal es agrícola-ganadera (77% de los establecimientos) y otra exclusivamente el sur, que es la zona más ganadera (61%).

 


Trabajaron sobre silaje de planta entera de maíz y sorgo, buscando restricciones para hacerlos de alta calidad. Comprobaron que en la zona centro-norte “tienen más experiencia en silajes y planifican sobre agricultura, con rotación de lotes, más que sobre ganadería”, detalló Guzmán. En esa región está más dividido el porcentaje entre maíz (62%) y sorgo (38%), ya que en el sur predomina el primero claramente (87% a 13%).

 


Sobre esta diferenciación, Belgrano Rawson acotó que en San Luis “se está viendo volumen, por eso hay más sorgo, y no calidad en el silaje, que es lo que garantiza más digestabilidad, y por ende, más rendimiento”. La respuesta que recibió es que el silo de sorgo tiene un costo operativo menor al de maíz y que después “acomodan la proteína por otro lado con la invernada”.

 


Guzmán advirtió a quienes se encargan de armar silos que “a menor densidad aumenta el costo por kilo de materia seca, pero falta compactación, se producen más poros por los que entra oxígeno y se forman hongos”. La densidad es justamente la principal responsable del nivel de pérdida: “Sólo el 14% supera la densidad crítica, que son 225 kilos de materia seca por metro cúbico, con una pérdida menor al 18%”, cerró la especialista.

 


Cuando tomó de nuevo la palabra Sager, mostró muchos tipos de maíz, desde algunos que lucían excelentes hasta otros casi arruinados. “Si tengo que hacer maíz para darle a los animales, busco uno dentado, no un flint”, afirmó, y lo explicó por la mayor degradabilidad ruminal: 62% contra 46%. “Hay que darles la cantidad apropiada de comida, no siempre la abundancia es mejor”, agregó tras mostrar un ensayo en el que separó dos lotes iguales, pero a uno lo sometió a un período de 30 días con restricciones alimenticias. “Los resultados fueron muy buenos, hasta con grasa 3, debimos retirarlos del encierre antes de tiempo”, aseguró. Por eso el veterinario alentó a hacer feedlot en la provincia ya que es muy apta para el encierre. “Tiene una excelente disponibilidad de agua y alimento y además un clima benigno”, argumentó.

 


Luego se refirió a la eficiencia en el uso del almidón, otra vez con estudio que esta vez incluyó a una raza británica y otra índica, livianos y pesados en ambos casos. Entre los resultados destacó que “los índicos livianos fueron los más eficientes, mientras que los británicos no mostraron diferencias por peso”. Sobre el almidón específicamente, dijo que se cometen muchos errores en el mezclado y la distribución. “Recomiendo un estudio de comedero con análisis cada 10 metros. Muchas veces se mezcla mal y entonces comen distinto en una punta, en el medio y en la otra. Sobre todo hay que respetar el orden en el que ingresan los alimentos y los minerales”.

 


Sobre los errores de distribución, dijo que el más común es “llenar demasiado al principio con el objetivo que no se desborde en la cola del comedero, pero resulta que los animales son gregarios, siempre comen en el mismo lugar, por lo que unos terminan alimentándose mejor que otros por esa mala distribución.

 


Como conclusión final, expuso que tecnología, proceso y capacidad deben ir juntos para que la alimentación sea sinónimo de nutrición. “Debemos buscar lo simple en un sistema que es complejo, donde nada es lineal: alimentos, animales, personas y estructuras deben funcionar en un caos organizado por los profesionales”.

 


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