Pan de ayer: si lo necesitás llevalo”, reza el cartelito de la caja que todos los días Gabriela Muñoz coloca sobre un banco de madera a la entrada de su comercio, un pequeño quiosco que abrió en sociedad con su hermano hace poco más de un año en calle Pringles, entre Chacabuco y Mitre. Contó que decidieron regalar el pan y las tortitas que no venden el día anterior en vez de tirarlos a la basura. Afirmó que la iniciativa surgió al ver las noticias que hablaban de la solidaridad de algunos comerciantes en otras provincias, que ofrecen los productos en las puertas de sus negocios.
La dueña admitió que puso la canasta al ver la propuesta en otras provincias.
“Existen dos formas de ver la vida, una es creyendo que no existen los milagros, la otra es creyendo que todo es un milagro”, dijo alguna vez Albert Einstein, y justamente ése es el nombre que lleva la Escuela Digital que queda justo al frente del quiosquito solidario, una frase que describe muy bien la actitud de sus dueños.
“Creo que todos tenemos la posibilidad de hacer algo bueno cada día, sólo tenemos que tomar la decisión”, expresó Gabriela, mientras mecía a su beba de cuatro meses. Indicó que los días de frío le hacen pensar en quienes están pasando necesidades y no tienen dinero para comprar alimentos, entonces encontrarse con una bolsita de pan o tortitas puede significar una ayuda.
El negocio abrió sus puertas el 24 de febrero de 2015. Es un emprendimiento familiar en el que ella y su hermano apostaron, y que llevan a cabo con mucho esfuerzo y sacrificio. También señaló que un día vieron en las noticias que los restaurantes y panaderías de otras provincias ofrecían la mercadería que no vendían a las personas en situación de calle, lo que les llamó la atención y pensaron que de tener un espacio mayor implementarían la heladera social (Ver: “Un proyecto..."). Unos días más tarde vieron una propuesta similar en un negocio local.
“Volvíamos a casa, pasamos por la panadería 'La Victoria' y vimos que tenían una canasta con el pan y las facturas del día anterior. Entonces mi hermano me dijo por qué no hacemos algo parecido, en vez de tirar la mercadería”, narró.
Ese día los hermanos embolsaron los bollitos de pan, en fracciones de medio kilo y lo pusieron en una caja de cartón, luego en una hoja escribieron el mensaje de donación. Decidieron sacarla afuera para quienes tuvieran necesidad no sintieran pudor al tener que pedir el pan, pero procuraron que estuviera a resguardo sobre el banco de madera y bajo techo. Grabriela afirmó que se vació en pocas horas, y que ahora lo repiten de lunes a viernes.
“Hay días que hay más, otros menos, depende de las ventas, pero siempre algo ponemos. Me gustaría que otros comercios imitaran la propuesta. Se tira mucha comida en buen estado y hay mucha gente con hambre. Estamos en un tiempo donde la solidaridad es más necesaria que nunca”, manifestó la joven mamá.


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