Existe una preocupación por el consumo de azúcares agregados, especialmente en forma de bebidas azucaradas, porque aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y presión arterial. Ingerir menos reduce la prevalencia de obesidad y enfermedades metabólicas relacionadas con la obesidad.
Estudios científicos aseguran que el consumo de bebidas azucaradas en niños se asocia con un 55 por ciento de riesgo aumentado de padecer sobrepeso en comparación con aquellos que consumen menos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la cantidad de azúcar agregada en la dieta debe representar menos del 10 por ciento del total de la energía consumida en un día por una persona. Esto se traduce a 50 gramos diarios (10 cucharaditas de 5 gramos) en una dieta promedio de dos mil calorías.
Argentina no presta atención a esa cifra porque el consumo estimado es de alrededor del triple del recomendado. Esto se traduce en un aumento de los niveles de sobrepeso y obesidad en la población. Sin embargo, en nuestro país no existen políticas públicas destinadas a controlar el consumo de azúcar y tampoco es obligatoria la declaración de este ingrediente en el rótulo nutricional según el Código Alimentario.
Tomar una botella de bebida con azúcar agregada, supera ampliamente la cantidad recomendada por la OMS (10 cucharadas), porque aporta el equivalente a 13. Estos productos, además, aportan "calorías vacías" al organismo y brindan sensación de saciedad sin aportar nutrientes. Otras categorías, que puede encontrar cualquier chico en el kiosco de su escuela son los jugos, las bebidas a base de hierba y las aguas saborizadas. Éstas, al contrario de lo que muestran las publicidades, tienen 9, 6 gramos de azúcar.
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