13°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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Alojamiento VIP para ganar kilos

Por redacción
| 07 de agosto de 2016
El 70% de la carne para consumo nacional proviene de los feedlots. Fotos: José Sombra.

Cuando el feedlot se instaló en la Argentina como una alternativa al engorde a campo, llegó para quedarse definitivamente. Las estadísticas así lo evidencian: más de la mitad de la carne que se produce en el país, pasa por los corrales en alguna de las etapas de la crianza. En Liborio Luna, el establecimiento 'El Piquiyí' es una muestra clara de cómo este sistema ha evolucionado en la región semiárida y es apenas un ejemplo de la gran cantidad de ganaderos que eligen el encierre para darle peso, sanidad, manejo y valor agregado a su hacienda.

 


La revista El Campo visitó el paraje para conocer el funcionamiento de la estancia que le abre las tranqueras a los vacunos de productores de todo el Departamento Pedernera y al que se ingresa por un camino vecinal que atraviesa varios campos productivos.

 


Los alrededores del establecimiento muestran lotes de cultivos de un verde intenso. A un costado, un buen número de silo bolsas con alimento acopiado y en el centro, una multitud de cabezas de ganado de distintas razas y tamaños, entre postes alambrados. Algunas vaquillonas comen sin parar, varios lotes de novillos descansan, mientras que algunas crías caminan tranquilas, contra uno de esos vientos fuertes que son habituales en la zona. Acodado en una tranquera, Daniel Sola, quien está a cargo del establecimiento, detalla las características de la estancia que le toca administrar, los beneficios del engorde a corral y el momento de la ganadería.

 


'El Piquiyí' pertenece a la firma santafesina 'El Lucero de Lourdes', cuya principal actividad es la agricultura, con explotaciones en varios campos de la zona y de todo el territorio nacional. Hace poco comenzó a incursionar en la producción de biodiesel, expeller de soja y alimento balanceado, en una planta que puso en funcionamiento en Villa Mercedes.

 


Aunque parece contener un error ortográfico, el nombre de la estancia de Liborio Luna esconde en realidad una anécdota que describe muy bien su espíritu. “Cuando Sergio Raparo, el titular de la empresa de la localidad de Teodelina en Santa Fe, compró este campo en 2003, le preguntó a un peón cuáles eran los árboles o frutos característicos del lugar. El empleado, con su tonada sanluiseña, le respondió: el ‘piquiyí’, en referencia al piquillín, y así quedó”, relata Sola con picardía. Al igual que en su bautismo, la estancia busca combinar una mirada empresarial que incremente los beneficios de los productores, con los conocimientos y saberes sobre la hacienda que aseguren el bienestar de los animales.

 


Si bien alberga hacienda propia, el feedlot se ocupa principalmente de manejar lotes de terneros a través de un sistema de 'hotelería a porcentaje'. Los criadores llevan sus vacunos al predio, los empleados de 'El Piquiyí' se encargan de engordarlos en los corrales durante un período de tiempo y una vez que se venden de forma particular o en feria, “un porcentaje de los kilos ganados queda para nosotros y el otro porcentaje para el dueño de la hacienda, que recibe esa ganancia más la de los kilos que ya tenía el animal cuando ingresó al feedlot”, explica Sola.

 


El porcentaje de las ganancias que retiene la empresa, depende de la categoría del animal y de la cantidad de kilos con los que entran a los corrales. Actualmente la estancia alimenta hacienda de diez propietarios distintos de Liborio Luna, Villa Mercedes, Fraga, Nueva Escocia y otros municipios aledaños. Sin embargo, como se trata de un negocio estacional en el que los animales residen en el feedlot entre tres y ocho meses, en base a los kilos que necesiten ganar, la cantidad de productores que provean su ganado siempre varía durante el año.

 


El establecimiento cuenta con 24 corrales en los que alimentan a unas dos mil cabezas de ganado, entre terneros, novillos, vaquillonas, vacas y toros. Cada ejemplar está identificado con caravanas que señalan el nombre del propietario, la constancia de sanidad y la trazabilidad en caso de que lo requieran los compradores.

 


Aún así, Sola y su equipo, que está conformado por dos peones, la veterinaria Laura Monasterolo y el nutricionista Amaro Etienot, conocen en detalle cada vacuno que llega a sus manos y con un simple vistazo son capaces de notar la evolución de cada uno. Por ello, analizan los requerimientos de cada lote con una atención individualizada, casi como un servicio a la habitación de un hotel.

 



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'El lucero de Lourdes' aprovecha los excedentes de grano de sus distintos cultivos y los lleva al feedlot para convertirlos en carne. Con esos insumos, más el picado de maíz que producen en las 200 hectáreas  de la estancia de Liborio Luna, arman el alimento que le dan al ganado.

 


Aunque contemplan los requerimientos de cada hacienda, elaboran dos dietas básicas: una de recría para los terneros, y otra de terminación para el novillo, la vaquillona y la vaca. “La de recría incluye más cantidad de picado y menos de maíz, además de los minerales, expeller y granos. Mientras que en la dieta de engorde, invertimos esa ecuación y ponemos más maíz, menos picado, expeller y minerales”, detalla el criador.

 


Para preparar las dosis alimenticias necesarias, Sola recurrió también al asesoramiento de Sergio Rosa, docente de la cátedra de “Producción Animal” de la Universidad Nacional de San Luis. El ingeniero agrónomo señaló que una de las particularidades que distingue al establecimiento es la inclusión de una dieta húmeda en la que “el silo es una parte  importante”, aseguró.

 


Por eso en el campo producen y pican el forraje que luego es almacenado en silo bolsas para garantizar la humedad. Rosa señaló que el picado debe medir de 1 a 1,5 centímetros de longitud para facilitar la ingesta y la digestión de los rumiantes e incrementar la eficiencia del forraje. “En San Luis, al principio aparecieron los corrales con dieta seca porque lo que más necesitaban era la terminación del ganado. Pero después cuando el feedlot comenzó  a avanzar sobre los campos de recría,  que son las categorías más chicas, entra en funcionamiento el picado, que ya debe tener 10 años en la provincia, cada vez con mayor intensidad y más superficie afectada”, dice Rosa.

 


Pero el engorde requiere mucho más que una buena alimentación. Además de la comida; la sanidad, el estado de los corrales y el agua, son factores que influyen en la efectividad del sistema y la calidad de la hacienda. “Por un lado, nosotros hacemos mucho hincapié en respetar las normas que impone el Senasa, pero también, cuando la hacienda ingresa al establecimiento les añadimos un paquete sanitario que incluye una dosis de mancha, antiparasitarios, y en algunos casos, si lo necesitan les damos un tratamiento un poco especial con algún complejo vitamínico”, sostiene el encargado. 

 



Una “habitación” cómoda

 


Las condiciones del hábitat en el que los vacunos se alimentan es otro de los puntos que tienen en cuenta en 'El Piquiyí'. Por eso, a los veinticuatro que actualmente funcionan le sumarán dos corrales nuevos, y ponen especial atención en corregir algunos inconvenientes que presentaban los primeros que construyeron, allá por los inicios del negocio, cuando necesitaban ganar experiencia. 

 


“Debido a la cantidad de lluvias, hay corrales que acumulan cuarenta o cincuenta centímetros de barro, entonces no es el hábitat ideal para que un animal engorde, porque les falta piso y se estresan. Hoy estamos corrigiendo e invirtiendo en corrales nuevos que tengan una buena pendiente, en los que el ganado pueda expresar con buena comida todo su potencial genético”, admite el mercedino Sola.

 


Los terrenos con mayor pendiente son los más indicados para emplazar un establo, ya que la inclinación evita que el agua se acumule en la zona de los comederos y se produzcan charcos que dificulten el andar de los animales.

 


El docente, que además es cliente de la estancia, agregó que otro factor a prestar atención es el espacio que hay en el corral por cada bovino. “Cada animal tiene que disponer de una superficie de doce a quince metros cuadrados, para que estén lo suficientemente cómodos y no haya hacinamiento, pero que tampoco sea excesivamente grande y las vacas no estén perdiendo tiempo lejos de los comederos”, detalla Rosa.

 


Del mismo modo, la medida del sector de los comederos debe contemplar cierta distancia entre animal y animal, para que puedan ingerir el alimento sin estorbarse. Según Rosa, los corrales de recría deben espaciar a los vacunos unos treinta centímetros aproximadamente, mientras que en las categorías más grandes, deben disponer de, al menos, cincuenta centímetros.

 


“Este campo está ubicado estratégicamente, porque está alejado de los centros poblados y de los ríos, que es una de las exigencias para habilitar un feedlot, por el impacto ambiental que pueden producir, pero a la vez tenemos fácil acceso a las autopistas y estamos muy cerca de Mendoza, que es una provincia que demanda mucha carne, de San Juan y Córdoba”, describe el administrador de la estancia. 

 


Todos esos cuidados le permiten a 'El Piquiyí' presumir un ritmo de ganancia de entre 1,200 y 1,500 kilo de carne por día en cada animal que manejan. Esos números posibilitan que una hembra pase de doscientos kilos a unos trescientos cincuenta en apenas un poco más de cien días, por ejemplo.

 


Así, el sistema de feedlot representa una alternativa para nada despreciable para los productores, que saben que animales más pesados en menos tiempo, significan un aumento de la productividad y por lo tanto de los beneficios económicos. “Básicamente, una de las ventajas del engorde a corral es cubrir en forma permanente el requerimiento del animal y mantenerlo con un manejo adecuado, un aumento diario de peso vivo constante, que te permite programar financieramente los requerimientos de la empresa”, añade Rosa.

 


Por otro lado, el feedlot llegó a San Luis de la mano de la agricultura. Cuando la rotación agrícola avanzó sobre los campos de invernada de la provincia, los productores cada vez disponían de menos espacio para el ganado porque los cultivos ocupaban los terrenos. Por lo que los corrales se volvieron una opción para criar a los animales sin la necesidad de contar con grandes lotes.

 


Pero además, Daniel Sola sostuvo que el manejo de la hacienda en los corrales se traduce en una mayor terneza de la carne y un mejor marmoleado, que es el porcentaje de grasa intramuscular. “Diría que hoy el 70% de la carne que se come es engordada a corral, en sistemas de feedlot caseros o comerciales”, sintetiza.

 



Expectativas a futuro

 


A pesar de que los números para producir carne en feedlot se han ajustado por el despegue del precio del maíz tras la quita de retenciones, el ganadero aseguró que en el país hay un panorama más favorable para desarrollar el negocio de las vacas.

 


“En Argentina siempre tenemos que sufrir los avatares de la economía y variables muy marcadas, como que el maíz un año no vale nada, al otro vale un montón y así constantemente. Y el gobierno kirchnerista se dedicó a destruir al campo, el mundo iba para un lado y nosotros para el otro. El nuevo gobierno por lo menos nos garantiza estabilidad”, analiza Sola.

 


Asimismo destacó las buenas condiciones que presenta la provincia para la ganadería. “En San Luis se han hecho estructuras de caminos, de luz, de agua, que nos han permitido insertarnos en un mercado regional donde el acceso para buscar hacienda, rollos y maíz es muy bueno. Estratégicamente está bien ubicada para generar todo ese tipo de movimientos y además produce cultivos y terneros con una sanidad espectacular”, expresó.

 


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