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Una puntana que deja rastros: tiene 36 años y enseña robótica en Austria

Cecilia Perroni egresó de la UTN de Mendoza y desde ese momento no dejó de luchar por sus sueños.

Por Ayelen Anzulovich
| 13 de octubre de 2017
Pasatiempo. Cecilia descubrió por casualidad su pasión por escalar en Canadá, desde ese momento nunca abandonó. Acaba de disfrutar su hobbie en Sudáfrica. Foto: Kevin Yoon.

Cecilia Perroni es puntana,  tiene 36 años y siempre le gustaron las Ciencias Exactas. Tanto es así que la pasión por su trabajo la llevó a estar en distintas partes del mundo. Entre Estados Unidos, Canadá y Viena, Austria, pasó la mayor parte de su vida.

 

Ayer en un jueves de primavera bastante particular, con cielo gris y con una temperatura que no superaba los nueve grados, Cecilia estaba sentada en un bar con un café en mano esperando poder contar su larga travesía en su paso por San Luis, que por lo que se podía llegar a imaginar tenía varias anécdotas por compartir.

 

Ansiosa, con las manos tomadas y con una sonrisa, comenzó recordando sus momentos del secundario. “Comencé y terminé mis estudios en la escuela Paula Domínguez de Bazán. Creo que ahí fue donde empecé a darme cuenta qué era lo que quería para mi futuro”, recordó con nostalgia. “Participé en las olimpiadas de ciencia con otra compañera, me gustaba poder estar y aprender. Siempre me resultó fácil la matemática y la física", agregó.

 

Cecilia es hija de Dorotea y Jorge, es la menor de dos hermanas. Una vez terminados sus estudios, con 18 años,  llegó el momento de decidir qué era lo que iba a seguir. “En un principio pensé en hacer arquitectura en la UTN de Mendoza, pero investigando un poco las materias que tenía, me di cuenta de que no veían tantas Ciencias Exactas, entonces decidí cambiar. En eso que estaba buscando encontré cursos de matemáticas para los ingresantes, los hice. Pero yo quería crear, pero dentro de las partes científicas, por eso terminé eligiendo Ingeniería en Sistemas”, manifestó.

 

La joven nunca dudó de su vocación y finalizó los estudios en cinco años. “Es clave que te apasione lo que estás haciendo. Para poder lograr grandes cosas se necesita entusiasmo y ganas. Es el motor para llegar a la meta”, detalló. Con apenas 22 años la puntana comenzó un largo recorrido en el cual se encontró con más de un obstáculo, pero siempre segura de lo que quería lograr.

 

“Mis primeros pasos los di en unas pasantías, luego trabajé algunos años como programadora. Empecé a crecer en mi profesión y estuve en AIT (Asociación de Investigaciones Tecnológicas) que era el área informática de una empresa internacional en Mendoza. Ahí hacíamos de todo un poco, programamos, trabajamos con redes y soporte de usuarios”.

 

Inquieta y con espíritu emprendedor ella siempre fue en busca de nuevas oportunidades. “Estando en la empresa un amigo me contó que estaban buscando gente en el área que a mí me gustaba, que era la de automatización de sistemas. Decidí probar, lo intenté, no fue para nada fácil, porque en esa época eran muy pocas la mujeres que trabajaban en esa parte”, detalló y también expresó: “De entrada me dijeron te aceptamos pero, te vamos a pagar menos por ser mujer, no podía creer lo que me estaban diciendo, en ese momento me dio bronca” y con tono chistoso agregó: “De todas maneras a los dos meses terminé cobrando lo mismo que el resto, pero igual la situación no fue para nada agradable".

 

Con el café a medio terminar y con los vidrios empañados por el frío, la puntana respiró hondo, tomó aire y siguió contando su historia. “En un momento estuvo la posibilidad de viajar por varios proyectos de la empresa a Estados Unidos. Estaba en mi salsa, me relacioné y estuve con gente muy capacitada. Es más, hasta el día de hoy algunos son mis amigos”, contó. Pero eso no fue todo. Estando ahí le pidieron que se quedara a vivir. Su respuesta fue contundente y entusiasmada dijo que sí. “No lo dudé, sabía que era una gran oportunidad para mí, no la podía dejar pasar”, manifestó la puntana que en ese entonces tenía apenas 25 años. 

 

“Mi familia siempre me apoyó en todo lo que hice. Al principio no fue para nada fácil, pero por suerte tengo facilidad de adaptarme a cualquier situación. Con el idioma no tuve problema”, dijo y con una sonrisa confesó: “Cuando era chica no me gustaba el inglés y mi mamá me mandaba igual. Pero ahora se lo agradezco porque me sirvió un montón todo lo que aprendí”, manifestó la puntana y agregó que estaba segura de que Estados Unidos no era el lugar en el que quería pasar toda su vida. “Es difícil poder hacer una amistad cercana, son fríos”.

 

Después de pasar un largo tiempo en Norteamérica, Cecilia tenía que decidir qué es lo que quería hacer, si volver a Argentina o buscar algo que la motivara en otro país. Fue así que nuevamente empezó a moverse, a buscar nuevos horizontes. Se le prendió la lamparita y como quien no quiere la cosa, encontró un lugar en Austria. Un nuevo proyecto la estaba esperando. “La compañía en la que yo estaba empleada tenía una bolsa interna de trabajo, me fijé y me di cuenta de que me podía trasladar allá. Llamé, hice las entrevistas y quedé. Cuando quise ver ya estaba mudada e instalada en otro lugar”, expresó riéndose y rememorando todos los trámites que tuvo que hacer para poder llegar.   

 

Como si el universo jugara a su favor, la joven no sabía que algo más la estaba esperando. Impulsada por sus ganas de seguir aprendiendo, descubrió que tenía la posibilidad de hacer algo que siempre le apasionó, un máster en Robótica. “Por algo las cosas se dieron así, es mi oportunidad de hacer algo que tanto estaba esperando, dije en ese momento. La robótica siempre me interesó. Aparte de que me gusta la ciencia ficción”.

 

 Ya cursando el máster le surgió la posibilidad de trabajar en la universidad. “Ahí empecé a trabajar en proyectos de robots y también me ofrecieron dar clases, me encanta hacerlo. Tengo dos áreas una de automatización y otra de robots móvil”.

 

No tan solo es trabajo en la vida de esta talentosa mujer, sino que en uno de sus tantos viajes por casualidad encontró otra cosa que la entusiasmó. “Estaba en Canadá sola, aburrida y vi que habían cursos de escalada y me fui. Es hasta el día de hoy que lo sigo haciendo, es más hace dos semanas estuvimos con unos amigos en Sudáfrica escalando, fue maravilloso”.

 

En su recorrido por el mundo no tan solo pudo desarrollarse profesionalmente, sino que encontró también el amor. “A mi marido lo conocí en La Vegas”, dijo riéndose y rápidamente aclaró: “Es conocida más por la ciudad del pecado, pero nada tuvo que ver con nosotros. Solo estuvimos trabajando en un proyecto en común”, reveló.

 

Su paso por San Luis tiene un objetivo, que es celebrar con la familia la boda que tuvieron el año pasado en Viena. “Lo hacemos el 28 de octubre, vinimos acá porque muchos no pudieron viajar”.

 

La puntana destacó el trabajo que se hace en la provincia con el programa de robótica: “Me parece muy bien toda la movida que están haciendo. Fomentarlo en los chicos es espectacular, me encantó la idea”, finalizó.

 

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