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Usan huertas bajo cubierta para producir verduras

Son siete escuelas que se encuentran ubicadas principalmente en el noroeste de la provincia. Quieren fomentar la autoproducción de alimentos y el consumo de hortalizas. El mantenimiento lo hace personal de Inclusión Social.

Por Magdalena Strongoli
| 12 de noviembre de 2017

Sustentabilidad, reciclado y alimentos saludables son algunas de las consignas del proyecto en el que trabaja desde 2014 el INTA y que en esta etapa sumó al personal de Inclusión Social de cuatro localidades del noroeste provincial. Las tareas consisten en promover la autoproducción de alimentos y usar tecnologías como el armado de invernaderos, el uso de riego por goteo y un sistema para mejorar la tierra. La cosecha se usa con fines sociales, que van desde el aporte a las cocinas de las escuela, hasta poder llevar alimentos frescos a la mesa de los lugareños.

 

El ingeniero Ariel Risso, de la estación del INTA ubicada en Concarán, es uno de los becados que dirige los proyectos que se hacen fundamentalmente, en las escuelas. Él aporta todos sus conocimientos técnicos y además contribuye en la capacitación para la gente del plan, quienes encuentran ahí una salida laboral. “El aporte de los invernaderos para la producción de verduras es muy importante. En la cobertura, los cultivos que se ven más beneficiados son los de hoja, para los cuales los ciclos de crecimiento son cortos. Además se logra mejor sanidad. En nuestro caso no contamos con calefacción, lo que hace difícil hacer cultivos en invierno. Sin embargo hace cuatro años estamos en la zona del Valle del Conlara, en las Sierras de los Comechingones y en las Sierras de San Luis para colaborar no solo con un aporte económico, sino también para que los alumnos tengan nuevas experiencias en el camino del conocimiento”, detalló.  

 

En total son siete las escuelas que participan de este proyecto, entre las que se encuentran la Nº 197 "Teniente Manuel Félix Origone", en Concarán; la Escuela Rural Nº 223 "Juan Manuel Pringles", en el paraje Los Lobos; el Instituto Privado "Paula Albarracín" de Santa Rosa del Conlara; y la "Escuela Rural Nº 107 "Cornelio Saavedra", de Barranca Alta.

 

En una zona rocosa, donde es más probable ver cría de animales que producciones hortícolas, la tierra necesita algunos cuidados. Risso contó que en cada escuela que está dentro del plan implementaron un sistema que ayuda a hacer más fértil la tierra. “El sistema se llama de 'bancal alto' y consiste en armar un surco amplio para incorporar materia orgánica. Se arman capas que se intercalan con tierra y restos de residuos, que puede ser compost o guano de caballo, entre otros. De esa manera agregamos nutrientes y hacemos un suelo más permeable, lo que ayuda al óptimo desarrollo de los cultivos”, explicó el técnico sobre algunos de los recursos que no sólo aplican, también enseñan a quienes trabajan la tierra.

 

Los invernaderos son de cuatro por ocho metros de largo, con varillas de 12 y ocho milímetros, postes de madera y nylon. “El precio que pagamos por esas estructuras es de alrededor de 7.000 pesos. Lo más caro es el nylon LDT, que es para esos fines y que no puede reemplazarse. En la estructura que lo sostiene se puede colocar una media sombra, que es usada para combatir las altas temperaturas del verano. A la hora de comprar los materiales buscamos la relación entre calidad y precio”, aclaró.

 

En cuanto a lo que tiene que ver con la reutilización de materiales, el ingeniero dijo: “Una vez que el nylon se estropea hay que cambiarlo. Tirarlo contamina el medio ambiente. Por eso lo que hacemos es recubrir la estructura con ese elemento para evitar que las varillas de hierro se oxiden, ya que  eso arruina la cubierta".

 

"Además construimos micro túneles que funcionan como invernaderos más chicos y allí ponemos los almácigos o las verduras de hoja como la lechuga o la acelga. Otra cosa que reutilizamos son las cintas de riego por goteo que van en los hierros por debajo del nylon”, aseguró el técnico, quien dijo que el nylon debe estar sano, de otra manera entra aire y hace que la cubierta deje de cumplir su función.

 

“Dos veces al año hacemos jornadas demostrativas con intercambios entre las escuelas, que visitan otros emprendimientos. También están dirigidas a la comunidad, para que conozcan la técnica. Los anfitriones explican los trabajos que hacen en las huertas y aprovechamos el día, como una manera de fomentar la cultura de la siembra de verduras semillas de estación y plantines de aromáticas”, explicó, al tiempo que destacó que lo que pretenden es difundir lo que hacen y capacitar a aquellos que estén interesados en armar su propio emprendimiento.

 

“Durante el invierno hacemos verduras de hoja. También hemos cultivado zanahoria y remolacha. Durante el verano la dificultad es que terminan las clases y los estudiantes no pueden ver el proceso de crecimiento de esas especies. En esos meses hacemos pimiento, tomate y rabanito “, detalló el técnico, quien aseguró que lo que no pueden hacer son siembras de chacra, como son el maíz dulce y los zapallos, debido al enorme espacio que ocupan.

 

La parte social es otra pata dentro del proyecto de cultivos bajo cubierta. “En muchas de las escuelas la verdura que se produce se usa para el comedor.  Además se han hecho talleres de cocina donde les enseñaron a cocinar con verduras”, explicó el ingeniero del INTA, que sostuvo que en la zona no es habitual ni el consumo, ni la producción de verduras, ya que se trata de un lugar donde prácticamente solo se hace carne.  “También cuando organizamos las capacitaciones les entregamos los sobrantes a las familias que hayan asistido, como una manera más de incentivar el consumo”, agregó, y dijo que también los alumnos se llevan plantines para empezar a armar huertas en sus casas.

 

Personal de Inclusión Social firmó un convenio con el INTA. “El Programa Pro Huerta es quien absorbe al personal de la provincia con el compromiso de capacitarlos y brindarles los materiales. En las charlas técnicas lo que hacemos es trabajar cada etapa del armado del invernáculo, así como también conocer los cultivos que se pueden hacer y el sistema de riego que pueden usar”, contó Risso, quien aseguró que tienen tierras por fuera de sus trabajos con el INTA donde producen sus propias hortalizas.

 

“Era muy difícil con las bajas temperaturas de la zona hacer cultivos a cielo abierto. De ahí que la nueva implementación ayudó a poder mitigar las heladas sobre las plantas. Además, los tiempos de cosecha se aceleran y en la práctica se valora mucho”, comentó.

 

El caso modelo

 

Según Risso, el efecto congio funciona:  “A partir del armado del primer invernadero en Santa Rosa surgió de un grupo de personas el proyecto de producir a mayor escala para la venta, mediante el armado de estructuras de hasta 20 metros de largo”.

 

El director de la Escuela Rural Nº 107  de Barranca Alta, Rubén Gómez, habló con la revista El Campo para contar la realidad del paraje, que tiene niños de primero a cuarto grado. “Si bien usamos conceptos de matemática y lengua, nos interesa que los niños estén en contacto con la naturaleza y de paso poder tener finalmente una producción de verduras. El año pasado teníamos una huerta sin cobertura. Este año gracias al invernadero tuvimos nuestra primera cosecha”.

 

“Trabajamos con dos personas de Inclusión que son de la zona. Ellos hacen el trabajo más pesado, se encargan del desmalezado, el riego que proviene del agua que acumulamos en un aljibe y la limpieza. Además, por encontrarnos en una zona agreste, las plagas naturales son muy comunes, por lo que ellos les hacen el seguimiento”, contó el director, que vive en Quines pero que pasa toda la semana en el paraje.

 

“Probamos con varias semillas y descubrimos que una gran variedad de ellas se daban muy bien. Hasta el momento hemos cosechado lechuga, repollo, arvejas y habas. Ya llegó la época del tomate, por lo que hemos sembrado un porcentaje importante de la superficie del invernadero”, explicó el maestro de los seis alumnos, que en algunos casos montan a caballo hasta una hora para llegar a la escuela.

 

Las razones por las que los vecinos no consumen verdura no solo tienen su asidero en la producción de animales,  también existen dificultades de otro tipo. “Para conseguir verdura los habitantes de Barranca Alta deben hacer 15 kilómetros. Eso hace que no puedan consumir hortalizas frescas, como lo son las de hoja”, comentó, y aseguró que a partir del invernadero que tienen en la escuelas muchas familias pueden sumar a su dieta esos alimentos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     

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