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Las Delicias cuyanas

Fue uno de los más tradicionales bares de la avenida España. También hubo una pista de baile con piso de tierra que era muy concurrida. Hasta Nicolino Locche dicen que estuvo una noche.

Por Johnny Díaz
| 16 de octubre de 2018
Desiderio Aguilar. "En 'Las Delicias Cuyanas' fui encargado cuando el concesionario era José 'El Mataco' Lucero". Foto: Nicolás Varvara y Gentileza.

En la esquina de Colón y avenida España, supo haber un bar con pista de baile que por la década del '60 se ganó una inusitada fama; Las Delicias Cuyanas. La esquina era de Constantino Hissa que se dedicaba a los negocios inmobiliarios. 

 

Siendo bar, por su mostrador pasaron Delfín Rosales, "El Ruso" Kayperci, Casari, José "El Mataco" Lucero y por último un señor de apellido Herrera. Desiderio Aguilar, uno de los empleados de Lucero y después encargado de las instalaciones, dice que cuando tenía 18 años, trabajó hasta cuando su jefe decidió dejar la concesión.

 

En realidad, "Las Delicias Cuyanas" fue un desprendimiento del bar que el Club Sportivo Estudiantes tenía en la esquina de Aristóbulo del Valle y Rivadavia (hoy Estado de Israel) atendido por don Nicasio o don Nicacho, según el grado de amistad, era el trato. Esa edificación era amplia y en la parte de atrás una galería, los vestuarios y un parral conformaban el antiguo edificio. También estaba la casa del canchero y un piletón amparado por la frondosa sombra de un gigantesco aguaribay. 
Por desavenencia personales don Nicasio cerró el despacho de bebidas en el club para abrirlas en Colón y avenida España con el nombre de "Las Delicias Cuyanas". 

 

El lugar supo tener una pista bailable. La casa tenía tres puertas de ingreso, una por la calle Colón, al lado de la forrajera de Paladini, por ahí atendían a los proveedores o los servicios, por el acceso principal se ingresaba al bar y la restante por avenida España, estaba al lado de la casa de la familia Barbeito, solo se abria los días del baile. "La pista era de tierra bien regada" era fundamental que así fuera.

 

El bar ocupaba la estructura que da sobre calle Colón, tenía un largo mostrador y una estantería de madera de tres estantes repletos de bebidas. Atrás, una pileta para lavar vasos y copas. Aparte del despacho de bebidas, se vendían sándwiches de miga y de mortadela que tenían mucha salida y empanadas, el mobiliario terminaba con una serie de mesas y sillas que muchas veces servían para la pista de baile. Por el otro lado estaba la casa de familia; dormitorio, comedor, cocina y baño, también habilitaron otros sanitarios para los bailarines, todo daba al patio con un pequeño parral recostado sobre la izquierda.

 

"Los días de baile, se llenaba, venían de todos lados. Un clásico; la presencia de Mirtha, Antonia y Elva, una hermosa mujer que trabajaba en 'La Victoria' y su mascota era un mono. El ingreso tenía doble puerta, ahí estaba la señora Dilma, 'El Flaco' Galíndez o 'El Vizcachón' Mercau que lo hacía cuando no trabajaba de mozo en la terminal de ómnibus". Señalan.

 

La música era variada, prevalecía la que interpretaba Mario Borelli acompañado de Pascual "Pilongo" Argarañaz en guitarra rítmica, Enrique Ojeda en contrabajo y Balmaceda cantaba. No faltó en el escenario, "Kelo"  Valdez -muy querido por el público- el dúo Barón-Chávez y muchos más, cerraban la cartelera.  

 

"Las Delicias..." estaba a unos 70 metros del histórico bar y restaurante "La Cueva del Chancho" y haciendo cruz, al lado del taller mecánico de Miguel Broky, con otro bar emblemático de la época; Doña Blanca, una buena mujer que fue asesinada por dos de sus clientes, "El Patón" Vargas, que en realidad su apellido era Salinas y un tal Casanova que se dedicaba a la compra de  botellas y hierro.
Dicen que un día, Casanova, se puso a charlar en la puerta del bar con Liberato Rojo, un electricista de la zona. Mire, le dijo a Rojo; "No puedo entender porqué mataron a doña Blanca, debe ser un degenerado, una mujer tan buena que ayudaba a todos"... A los pocos días cayó preso por el crimen, él había sido  uno de los autores.

 

Había muchos lugares similares bares, fondines, posadas o albergues que servían para que la gente del interior pudiera paliar el cansancio de largas horas o tal vez días de viajes por polvorientos caminos a la capital sanluiseña.

 

Para graficar es necesario remarcar que antiguamente, una de las esquina era ocupada por la casa de ramos generales de los hermanos Perretti, (después un supermercado) enfrente el negocio de Miguel Hissa que también fue atendido por Simón Nancluk. Hoy todo eso desapareció; una pinturería, una pescadería, una pizzería y un lavadero de autos marcan el paso del tiempo, el progreso.
La esquina no fue elegida fortuitamente, lo fue porque la calle Colón era el principal ingreso a la ciudad para todos aquellos que venían del norte. "Era entrada y salida, marcaba el termómetro de los comercios radicados en la zona". Agregan.

 

"Las Delicias Cuyanas" nacieron casi con el progreso de puntano. En consecuencia era un paso obligado para los que llegaban como para los que se iban.

 

Aguilar cuenta que al lado de "Las Delicias Cuyanas" "había una forrajera que vendía muy buen pasto, al fondo, don Paladini le había prestado una habitación a una señora; doña Delia, al tiempo, la mujer falleció y anoticiaron a todo el barrio del velatorio a cajón abierto". 

 


"En la casa estaban familiares, amigos y vecinos y de repente se escuchó un ruido que provenía del féretro. La mujer estaba viva, despertó como de un largo sueño, después del gran susto y de todo lo que se pueda imaginar, nos pusimos a llorar todos juntos, unos de alegría y otros del susto. Al parecer la mujer había sufrido un paro cardíaco como producto de un shock séptico. Doña Delia murió dos meses después. Fue un hecho increíble". 

 

"Una noche cuenta Aguilar a quien todos le dicen 'Cordero', estaba detrás del mostrador, en una mesa un hombre mayor de edad, bien vestido y alto en un rincón estaban un grupo de amigos entre ellos 'El Pícaro' Julio. Se ve que había desencuentros anteriores porque el hombre se levantó de la mesa y le dijo a 'El Pícaro', cuidate porque  en cualquier momento, te mato!". "El hombre se alejó para los baños y detrás se fue 'El Pícaro' Julio asentándole por la espalda una puñalada. No recuerdo qué pasó después, solo sé que 'El Pícaro' Julio pasó varios años preso". 

 

Aguilar cuenta que "lo más increíble ocurrió una noche cuando el pequeño salón y patio, estaban repleto de público, (concurrían varias mujeres que habían dejado de trabajar en 'La Victoria') llegó Mercau un colaborador y amigo de la casa, que vivía en Granaderos Puntanos de Italia para abajo, al oeste". "Era un buen cliente y llegó muy bien acompañado por dos bellas señoritas, una, decían era su pareja, la otra una amiga. Como estaba repleto, rápidamente Mercau hizo notar su presencia pidiendo urgente una mesa".

 

Aguilar refiere que se le armó una, el trío pidió de beber y así fue transcurriendo la noche. Hasta que llegaron dos hombres que venían de Mendoza conduciendo un camión con destino  a Buenos Aires, enterados en una estación de servicios de la zona que ahí se bailaba y se comía muy bien, decidieron asistir. "Uno era a más bien, alto, robusto y de cabellos  entrecanos, el otro era más flaquito, petiso, pocos pelos y de andar champlinesco". 

 

"Los nuevos visitantes pidieron una botella de whisky pero no había en el lugar y no queríamos perder la oportunidad de vender más bebidas y como Mercau era como de la casa, le pedimos permiso para que en su mesa se sentaran los recién llegados. No hubo problemas y no tardó en generarse una amena charla entre los cinco, charla que matizaban saliendo a bailar entre 'pieza y pieza', el gigantón hizo rápidas migas con una de las mujeres, el más flaquito se quedaba callado y miraba para todos lados como sorprendido, solo tomaba y pocas veces hablaba, pasaron unas tres botellas de whisky y comenzaron las discusiones". 

 

"Que sí, que no, salí para afuera que vas a ver quién es 'El Vizcachón', que te voy a cagar a trompadas, petiso culiao!, no sabés con quien te estás metiendo. Todos, querían separar, el petiso ni hablaba, solo lo miraba. La situación se fue poniendo más tensa para todos, especialmente para los visitantes que muy educadamente decidieron poner fin al tenso momento y  a los agravios de Mercau que había tomado mucho".

 

"Tuvimos que intervenir varias veces ante los gritos en la mesa hasta que los mendocinos decidieron irse, pero Mercau pasado de copas seguía vociferando e insultando a los visitantes que no le hicieron caso. Pagaron y al tiempo de salir, el gigantón saludó y salió, el flaquito, miró a las mujeres, las saludó, y le dio la mano y a Mercau le dice: "Mucho gusto en conocerlo, pasamos una  linda noche, soy Nicolino Locche y estamos de paso y no hemos queridos molestar para nada. Mercau no lo podía creer, rápidamente se le transformó la cara y dijo: 'Menos mal que no aceptó que saliéramos a pelear, me hubiera cagado a trompadas". Locche por esos años estaba en su mejor momento boxístico y era una estrella mundialmente conocida y era imposible que aceptara pelear fuera de un ring y menos con una persona que no fuera un profesional como él". 

 

"Tres años estuvimos al frente de 'Las Delicias", después, cada uno tomó un camino distinto. Llegó don Herrera que tiempo después, estuvo en el Hotel Pacífico y la parrilla Omobono de  avenida Lafinur casi Bolívar. Ese habría sido el final de "Las Delicias Cuyanas", un bar que marcó una época en la zona norte de la ciudad de San Luis". Refiere Desiderio Aguilar.

 

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