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Johana, una docente de alma que enseña entre las sierras del departamento San Martín

Hace seis años que educa a un grupo de ocho alumnos. "Siempre quise ser maestra rural", aseguró. La escuela está ubicada en el paraje Puertas del Sol.

Por Natalia Torres Villar
| 10 de diciembre de 2018
Dedicación. Durante la semana, johana se aloja en la escuela "maestra florencia carreño". Foto: Marina Balbo,

Johana Muñoz es una mujer simple, pero fuerte; a eso lo aprendió desde muy chica, cuando caminaba ocho kilómetros para estudiar en una escuela rural de Laguna Larga. Ahora, con 28 años, enseña en el paraje Puertas del Sol. El destino quiso que esta maestra volviera a sus orígenes para enseñar a los chicos del Departamento San Martín, que viven en medio de las sierras puntanas. 

Su historia se parece a la de otros que educan en escuelas rurales. Sin embargo, es particular ya que emociona por los sacrificios que Johana realiza. “Desde que comencé a estudiar, siempre lo hice pensando en enseñar en las sierras. Es como devolver algo de lo que se me dio cuando era chica.  Para mí, este entorno no es ajeno”, afirmó.   

La joven contó que siempre vivió en el campo. La primaria la cursó en la escuela Nº 286 “Juan Bautista Alberdi” de Laguna Larga, un paraje que está bajo la órbita de Las Chacras, en el Departamento San Martín. “Iba a caballo o caminando, pasaba frío y calor, y me mojaba en época de lluvias. Uno, con esta experiencia, se curte. Ahora de grande sé que era un sacrificio que hacía, pero en ese entonces era algo normal. Eso me dio experiencia y fuerza para seguir superándome”, dijo la docente. 

Para seguir con su educación secundaria tuvo que dejar a su familia en Las Higueritas y trasladarse a La Toma.  A la hora de elegir una carrera para estudiar, no lo dudó un instante: sería maestra. “Comencé a estudiar en el Instituto de Formación
Docente  Continua (IFDC) de San Luis. Viajaba todos los días de La Toma a la capital para cursar en la mañana”, contó.

En el cuarto año de su cursada, en 2010, por un inconveniente en el IFDC de San Luis, no se recibieron docentes. Esto la obligó a decidir qué hacer, si seguir estudiando o no. Pero el escollo en el camino no la hizo bajar los brazos. Averiguó si podría continuar en el mismo instituto, pero en Villa Mercedes.  

Las aulas mercedinas le dieron la bienvenida,  y fue en este lugar en el que se recibió, en 2012. “En Villa Mercedes, la carrera se cursa en doble turno, así que llegaba muy temprano a la ciudad y me iba muy tarde. Muchas veces solo me alimentaba con un mate cocido que me convidaba el personal de cocina de la institución, mientras esperaba mi próxima clase. De esa época tengo hermosos recuerdos y buenos amigos que conocen mi historia”, afirmó. 

Al finalizar su residencia y realizar una pequeña suplencia en una escuela de La Toma, en 2013 recibió el llamado que siempre añoró. La convocaron desde la Universidad de La Punta para que se hiciera cargo de una escuela rural.  “Sin pensarlo, sin conocerla, sin saber dónde estaba, acepté. Era un sueño; era como haber recibido lo que siempre soñé, enseñar en las sierras. Cuando vi el edificio y el entorno, me enamoré del lugar.  Después de seis años, todavía estoy acá, disfrutando de lo que hago”, dijo. En su voz se nota la emoción, como si fuera el primer día, en el que conoció su pequeña escuela en el paraje Puertas del Sol. 

Su historia no termina ahí, sino que sigue con nuevos desafíos y sacrificios. Cuando fue designada  para la escuela pública digital Nº 15 “Maestra Florencia Carreño”, todavía vivía en La Toma. Pero eso no fue un impedimento. Compró una pequeña moto, con la  que recorría más de 100 kilómetros para llegar a su nuevo puesto de trabajo, por caminos de tierra, piedras y arroyos. Siempre subiendo las sierras. Después de un tiempo, pudo mudarse a Las Chacras. Ahora, el recorrido era un poco más corto: ochenta  kilómetros. Así estuvo durante cuatro años.  

Las dificultades del camino, el tiempo que le tomaba llegar hasta la escuela y, algunas veces, las inclemencias del tiempo la llevaron a tomar la decisión de quedarse en la escuela. Por eso, desde hace dos años, Johana llega los lunes a la mañana y vuelve a su hogar al finalizar la semana. “Esto lo hago por los chicos, porque ellos tienen que aprender. En los primeros años fui la única docente, pero desde hace un tiempo, una vez por semana, vienen profesores itinerantes para dar materias como: inglés, matemática, lengua, plástica y educación física. Yo me encargo de sociales y naturales”, aseguró.

Al preguntarle qué se siente vivir sola en el establecimiento, la joven maestra respondió: “Nunca tuve miedo, porque si tenés miedo no podés ser docente rural. Me crié en el campo, caminé kilómetros y kilómetros para estudiar, dejé a mi familia para seguir formándome, así que esto para mi es normal. Conozco bien a mis alumnos y sus familias. Sé de sus sacrificios para estudiar, así que me toca a mí estar acá, junto a los otros docentes para enseñarles”.

 

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