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Gallardo: un "Muñeco" de Guinness

El DT de River y su trayectoria "millonaria".

Por redacción
| 09 de diciembre de 2018
Foto: Olé.

Nada le faltaba a Marcelo Gallardo para ser como mínimo uno de los tres directores técnicos más trascendentes en la historia de River y el más destacado del ámbito local, pero la dimensión de esta flamante conquista representa el excepcional salto de calidad de alguien de apenas 42 años de edad.

 

Sí, apenas, desde luego, en tanto se alude a un entrenador con mucho camino por recorrer y ya con un acopio de prestigio que a cientos de sus pares, de cualquier época, les ha resultado ajeno.

 

Genuino animal futbolero, estudioso, minucioso y apegado a los modos capaces de escandalizar a los supuestos propietarios del paladar negro, Gallardo supo destacarse como un agudo entendedor dentro de la cancha que, a poco de pasar del otro lado de la línea de cal, plasmó y expandió sus conocimientos.

 

Tenía 35 años cuando resultó campeón al frente de Nacional de Montevideo, un par de años después se había puesto el traje mayor en River y al poco tiempo ya había justificado la apuesta de quienes lo llevaron y domado a las fieras de la desconfianza.

 

No se trata Gallardo del portador de las mejores respuestas a las peores preguntas, ni de lejos, cabe tomar distancia de sus muchos aduladores, algunos de los cuales confunden su rol de periodista con el de simples miembros de clubes de admiradores, pero sí a todas luces de un atento y hábil multiplicador de conocimientos.

 

Que además, porque es un hecho que con saber de fútbol no alcanza para ser un buen director técnico, dispone de las indispensables herramientas del liderazgo grupal entendido como la capacidad de convencer a sus dirigidos, de sumarlos a su causa, de infundir respeto y valoración.

 

"Si no ganás, el estilo no sirve para nada", declaró el "Muñeco", palabras más, palabras menos, cuando era todavía un jugador que orillaba los 26 años.

 

Aquella respuesta a una pregunta de un periodista de la revista Al Arco en buena medida prefiguró su perfil de Gran DT: persistir en una idea sin dejar de matizarla en pos del pequeño gran detalle de ser cada vez, en cada partido, en cada competencia, mejor que los adversarios de turno.

 

Que de eso van los deportes, que de eso va el fútbol: un deporte de oposición directa que dentro de lo que autoriza el reglamento consiente caminos variopintos.

 

Más cerca de Ramón Díaz que de Ángel Labruna, aunque de los dos dispone de la virtud del ojo clínico en la elección de los jugadores (eso pese a un puñado de decisiones erróneas que, humano al fin, también ha tenido), Gallardo parece reunir lo mejor de los entrenadores intuitivos de antaño y lo mejor de los entrenadores de hoy, más dados al trazo fino del scouting, al estudio sistemático de virtudes y defectos, de lo propio y de lo ajeno.

 

Gallardo, en fin, el Gran DT del flamante campeón de América, del representante argentino que acaso en poco tiempo tal vez se vea las caras con el mismísimo Real Madrid en el Mundial de Clubes, es también el encantador de serpientes que hizo trizas las disquisiciones estéticas en la tribuna de River.

 

¿Por qué? Elemental, Watson: porque sus equipos suelen estar bien parados, bien movidos y, a veces, como hoy en Madrid, dan la talla cuando la vara está alta, muy alta.

 

Télam

 

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