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El misterio jesuítico de los túneles de la plaza Independencia

El proyecto de la Municipalidad de San Luis de hacer un estacionamiento subterráneo en la plaza Independencia, lo que fue el casco histórico de la ciudad, quedó en la nada. Sin embargo, dejó un estudio científico de enorme trascendencia y que alimenta uno de los grandes mitos puntanos. El sondeo detectó anomalías en el subsuelo que por su geometría podrían corresponder a túneles y bóvedas. Las estructuras podrían haber sido construidas por los jesuitas durante la época colonial. Un interrogante que espera su respuesta a sólo dos metros de profundidad.

Por Hernan Silva
| 05 de marzo de 2018
Antiguamente la plaza Independencia estaba rodeada por edificios Jesuitas. Creen que los túneles los conectaban.

Lo que conocemos es una gota, lo que ignoramos es un océano. La frase es atribuida a Isaac Newton, aunque resulta perfectamente aplicable al mito de los túneles en la capital provincial. Por decenas de generaciones los puntanos comentaron entre asados y reuniones de amigos sobre algún conocido o familiar que sabía de un mundo laberíntico y fantasmagórico de pasadizos. El intento de la Comuna de construir un estacionamiento subterráneo en la plaza Independencia, en lo que fue el Casco Histórico de la cuidad, disparó quizá el primer intento concreto para encontrar una respuesta. El equipo de científicos que realizó los sondeos en la zona dijo que era “factible” la existencia de túneles. A casi dos años de ese relevamiento, una lectura más detallada de este análisis revela que fueron encontradas anomalías que destacan por su geometría y que podrían corresponder a construcciones realizadas por los jesuitas durante la época colonial. La posibilidad de desentrañar uno de los grandes misterios de San Luis nació de una cuestión mundana: la necesidad que tiene la capital de encontrarle espacio a los miles de vehículos que diariamente ingresan al centro; ríos de metal y caucho que se estancan rápidamente en congestiones que desafían la paciencia de los puntanos. En el 2016 el Municipio anunció que iniciaría un megaproyecto de estacionamiento subterráneo para quinientos vehículos en la “herradura” que dibujan alrededor de la plaza Independencia las calles Rivadavia, 25 de Mayo y San Martín.

 

Sin embargo, el área coincidía con el Casco Histórico. Los historiadores advirtieron que cualquier excavación en ese sector podía perturbar y obliterar objetos o yacimientos de alto valor histórico y arqueológico.

 

Por eso la Intendencia pidió la colaboración de un equipo de 18 especialistas, algunos incluso de otras provincias, que fueron dirigidos por Daniel Gómez y Carlos Gardini, geólogos de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). A través de métodos gravimétricos y geoeléctricos, los científicos relevaron de manera exhaustiva el área elegida para la obra. Pero antes de los cortes de tránsito y la puesta en funcionamiento de los equipos, un paso que inmediatamente avivó la llama de la curiosidad de los sanluiseños, se hizo un estudio de recopilación de toda la información histórica, testimonial, cartográfica y topográfica de la zona.

 

El mito y los datos

 

“El 70 por ciento de los puntanos conoce el testimonio de un conocido sobre la existencia de túneles en esa zona de la ciudad. Incluso cuando hacíamos el relevamiento se acercó mucha gente que nos dijo que en algún momento de sus vidas habían ingresado a uno de estos conductos. Así elaboramos un mapa en base a estos testimonios que nos sirvió como referencia”, señaló Gómez.

 

La potencia del mito de los túneles en la ciudad es profusa, tanto en su distribución (se habla sobre la existencia de estas estructuras en la terminal de trenes, en bares céntricos, y hasta en una entrada cercana al Rectorado) como en sus atribuciones (vías de escape para eludir posibles tumultos sociales, centros de tortura utilizados durante el Proceso, comunicación entre dependencias gubernamentales, curiosos escondites privados).

 

Sin embargo, los geólogos no se marearon ante esta miríada de posibilidades y acotaron el sondeo a la cartografía de la época colonial. “No descartamos la existencia de túneles de otras épocas, pero hay muchas ideas erróneas. Temporalmente es imposible unir el Templo de Santo Domingo con la Iglesia Catedral, porque son dos edificios construidos en tiempos diferentes. Lo que nosotros buscamos fueron construcciones coloniales de la época jesuítica. La ventana temporal, el objetivo de nuestro estudio, estaba vinculado a esta época fundacional, de la que poco se conoce. Estamos hablando del año 1700”, explicó el especialista de la UNSL.

 

Durante ese periodo, la plaza Independencia era el centro de gravedad de la vida social e institucional puntana. Gómez precisó que la Iglesia Matriz, lo que vendría a ser hoy la Catedral, se erigía en la esquina de Rivadavia y 9 de Julio, donde actualmente hay un bar muy frecuentado por los empleados judiciales. La entrada a la Iglesia de los jesuitas estaba ubicada por calle San Martín, a mitad de cuadra entre 9 de Julio y Ayacucho. Detrás estaban los dormitorios de los religiosos. El sector ocupado por la Casa de las Culturas y la sede de una empresa de cable correspondía al Cabildo.

 


 

Empieza el estudio

 

En la primera etapa del sondeo, comenzada en mayo del 2016, fueron utilizados gravímetros, dispositivos que detectan déficits de masa en el subsuelo, es decir, huecos o espacios que eventualmente pueden haber sido rellenados a lo largo de los años. Este método, el “trazo grueso” del relevamiento, encontró cinco anomalías en el sector de la plaza que demandaban un estudio posterior con instrumentos de mayor precisión. Se abría una puerta temporal: un análisis con tecnología de última generación había “escuchado” un mensaje tenue de un mundo que en la superficie ya desapareció.

 

Una de las anomalías gravimétricas más significativas fue encontrada por la calle 9 de Julio, en sentido este-oeste. Barría todo el frente de la ex Casa de Gobierno. La que le seguía en importancia estaba por 25 de Mayo, a la altura de la parada de colectivos. Sin embargo, los especialistas la descartaron porque coincidía con el trazado de un antiguo canal de riego, luego rellenado. También encontraron señales en donde actualmente se encuentra la panadería en Rivadavia, entre 9 de Julio y Ayacucho; en el sector cercano al edificio del Poder Judicial y, no por último menos importante, en el sitio del reloj de la plaza.

 

El sondeo se precisa, con una “ayuda” del plazero

 

En el segundo paso del relevamiento, cuando entraron en juego los métodos geoeléctricos en 2D y 3D, que brindan un análisis más detallado, el por muchos desapercibido reloj de la plaza Independencia tuvo un papel crucial para mejorar la calibración de las lecturas. “Abajo del reloj, que está en frente de la ex Casa de Gobierno, hay una habitación grande donde el plazero guarda sus herramientas. A nosotros ese espacio nos sirvió como referencia para poder ajustar este método. Pudimos hacer un contraste bastante bueno, porque ahí ya teníamos un lugar que marcaba una señal”, explicó el geólogo.

 

La etapa “eléctrica” del sondeo arrojó resultados cada vez más interesantes, con anomalías en las calles 9 de Julio, San Martín y Rivadavia. Los científicos habían detectado lo que podía interpretarse como estructuras subterráneas continuas y definidas, con geometrías tabulares y alargadas, dispuestas por sectores. Incluso el equipo coordinado por Gómez pudo medir algunas de estas estructuras. En la 9 de Julio poseen aproximadamente dos metros de alto y dos de ancho, y de largo se extienden a lo largo del edificio que hoy ocupa el Palacio de Justicia. Los geólogos suponen que la falta de continuidad que reflejan las señales podría obedecer a zonas de relleno o a derrumbes, y recordaron que esa zona de la ciudad está muy perturbada porque es atravesada por muchas cañerías.

 

¿Túneles y bóvedas jesuíticas?

 

El sector de la 9 de Julio emergió como el más promisorio. La información, procesada a través de los modelos matemáticos, descubrió anomalías que podrían corresponder a túneles y criptas. Estas irregularidades son detectadas a los dos metros de profundidad y llegan hasta los cuatro. Lo llamativo que es que señalan la posible presencia de dos pasadizos paralelos, que además doblarían por calle San Martin. Los gráficos que aparecieron en las pantallas de las computadoras describieron una geometría asombrosamente coincidente con la ubicación de los edificios de los jesuitas.

 

Pero este mundo subterráneo no sólo estaría con - formado por túneles y corredores. En una anomalía detectada por la calle 9 de Julio hay sectores en donde las lecturas exhiben formas similares a bóvedas, una tipología arquitectónica común de los jesuitas, quienes utilizaban estos espacios para enterrar a los sacerdotes o los ilustres de la época, como refugio, o para refrescar el agua o los alimentos.

 

“En esa época era muy común la comunicación entre las dependencias de gobierno”, acotó Gómez y recordó que en la ex Industrial, en Pringles entre Chacabuco y Mitre, funcionó una posta durante el periodo colonial. “Hay numerosos testimonios de personas que han visto y recorrido túneles de más de cien metros. Esta posta sería contemporánea con la edad de las posibles estructuras que están en la zona de la plaza Independencia”, aseguró, aunque el científico dijo que la vinculación entre este pasadizo y el sistema que estaría por debajo de la plaza es solo una hipótesis, y en todo caso una línea de investigación futura.

 

La construcción de estructuras subterráneas atribuidas a los jesuitas también ha sido hallada en otras provincias, como Córdoba y Buenos Aires. En la provincia mediterránea la Cripta Jesuítica fue descubierta en 1928, durante los trabajos de ensanchamiento de la avenida Colón.

 

Un túnel de otro periodo

 

En 2006 el ingeniero agrónomo Guillermo Aguado, mientras trabajaba en una obra para el Gobierno de San Luis en el viejo predio de la ex Cárcel de Mujeres (esquina de 25 de Mayo y Rivadavia), descubrió, junto a los obreros y otros especialistas, la boca de un túnel que por su disposición parecía dirigirse hacia el sector del Templo de Santo Domingo. Según las estimaciones realizadas por Aguado, la antigüedad del pasadizo estaría comprendida entre los años 1600 y 1700.

 

Más allá de que cronológicamente podría haber una concordancia entre esta estructura y el sistema que recorrería las entrañas de la plaza, Gómez fue tajante y dijo que “para nada son contemporáneas”. Aseguró que en la época colonial no había ninguna edificación emplazada en esa esquina de la cuidad.

 

La verdad, a dos metros de profundidad

 

El geólogo de la Universidad Nacional de San Luis no tiene dudas de que todos los indicios y anomalías detectadas ameritan proseguir con los estudios. El científico dice que podrían utilizarse métodos como el georadar para precisar mejor las estructuras, aunque subraya, y eso fue algo que ya estaba incluido en las conclusiones del informe que se le entregó al Municipio en noviembre del 2016, que el paso lógico es iniciar una excavación en el sector de la plaza Independencia, bajo la supervisión de geólogos y arqueólogos.

 

“Si llega a estar lo que suponemos, de ahí en adelante vendría todo un trabajo que podría durar muchos años. Es una tarea de espátula y pincel, multidisciplinario, con la participación de historiadores y antropólogos. Es un trabajo que podría demandar mucho tiempo y que trasciende las gestiones políticas”, afirmó. Uno de los grandes misterios de San Luis aún espera por ser descubierto. La respuesta a tantos interrogantes y elucubraciones que han permanecido durante siglos está ahí, a sólo dos metros de profundidad.

 

 

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