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La imaginación al poder

Medio siglo después del convulsionado Mayo Francés la sociedad tal vez va camino a parecerse un poco más a la que soñaron e imaginaron los primeros jóvenes revolucionarios. Sus logros y sus fracasos dependen en gran parte del punto de vista desde el que se analicen las distintas manifestaciones que convergieron en una sola voz.

Por redacción
| 14 de mayo de 2018

L a necesidad de entender un fenómeno tan dispar, repentino y multifacético como fueron las manifestaciones ocurridas en Francia en mayo de 1968 ha llevado a diferentes especialistas, teóricos, filósofos e historiadores a tratar de darle un nombre, una definición a la serie de protestas que comenzaron los estudiantes ese año y que fue secundada por distintos sectores de la sociedad.

 

Catalogado como crisis de la civilización, una revuelta universitaria, una verdadera revolución o un psicodrama, lo cierto es que el mayo del 68 sigue dando que hablar 50 años después. Y es que el hombre, por naturaleza, está llamado a buscar una explicación y un fundamento concreto a cada acontecimiento de la historia.

 

La historia detrás de las protestas

 

El 3 de mayo de 1968, una serie de protestas estudiantiles que comenzaron localmente en Nanterre y que terminaron con el cierre de su universidad, la detención de casi 600 alumnos y la represión policial, desembocaron en La Sorbona con una lucha ya más radical. El centro de las manifestaciones se trasladó a París, escenario desde el que se universalizaron los reclamos.

 

Tal vez el hecho de que por primera vez una rebelión fuera televisada en tiempo real contribuyó a que el Mayo no fuera solamente francés. En diferentes partes del mundo los estudiantes y la sociedad entera se levantaban en contra de lo que consideraban que estaba mal y restringía sus libertades.

 

Sin embargo, y a pesar del importante papel que cumplieron los medios de comunicación, una serie de cambios generales en la sociedad mundial explican esta “coincidencia” de protestas que se produjeron durante todo el año 1968.

 

En la década de 1960, la disminución de la actividad rural hizo poblar repentinamente las ciudades. Ese cambio en la economía, que por ese entonces aún estaba en etapa de bonanza tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial, generó que las empresas requirieran cada vez más mano de obra calificada, por lo que las universidades comenzaron a poblarse también. De ser un ámbito reservado a las familias de elite, las casas de altos estudios se vieron de golpe colmadas de jóvenes no ya sólo de clases altas, sino también de familias de clase media que se esforzaban por brindarles a sus hijos la posibilidad de un futuro mejor.

 

A este cambio también se sumaron las mujeres, cuyo aumento de participación en el ámbito académico y laboral redundó en una mayor conciencia de las desigualdades y en un renacimiento del feminismo.

 

El arte también se adaptó a los nuevos tiempos. La cultura underground representó un movimiento de resistencia a estos cambios que, consideraban, simbolizaban todos los males de la economía de consumo. Tanto la música como los libros de esta generación abordaban temáticas como el rechazo a la autoridad y a los valores tradicionales, el uso de drogas y la libertad sexual.

 

El movimiento hippie en los Estados Unidos tomaría gran parte de estas premisas y surgiría también en esta época como contracultura pacifista en el contexto de la Guerra de Vietnam.

 

Así, junto con el Mayo Francés, el mundo vivía una etapa de convulsión: España, Italia, Alemania, Checoslovaquia, los Estados Unidos, por nombrar algunos países, sufrieron protestas sociales comandadas por la juventud. En América Latina tal vez uno de los movimientos más sangrientos fue el de México, que culminó en octubre con la conocida Matanza de Tlatelolco, en donde según las organizaciones de derechos humanos, murieron alrededor de 300 personas. En América del Sur, los estudiantes de Brasil primero y los de Argentina después, se manifestaron en contra de los regímenes militares. En nuestro país las protestas estudiantiles alcanzarían su punto culminante en el conocido “Cordobazo” de 1969.

 

Dicho esto, no es difícil entender por qué la de 1960 fue una década que no podemos olvidar. Pero ¿qué querían y qué consiguieron los jóvenes de esa generación?

 


 

“Seamos realistas, pidamos lo imposible”

 

Las imágenes más difundidas del Mayo Francés fueron las de las barricadas y las de los eslóganes que en las paredes rezaban frases como “Prohibido prohibir”, “La imaginación al poder” y que buscaban en París “Bajo los adoquines, la playa”. Sin embargo, la rebelión estudiantil fue mucho más que eso.

 

Un movimiento tan heterogéneo logró unir a gran parte de la sociedad bajo un objetivo universal: el de conseguir un mundo mejor y más libre, al menos en los términos en que cada uno entendiera eso.

 

Y ese objetivo universal tenía sí muchas aristas dependiendo del país y del estrato social desde donde se manifestara. El clamor a favor de la paz, de la igualdad entre el hombre y la mujer, de la democracia, de los derechos civiles y de la libertad sexual, y el grito contra los valores tradicionales, la autoridad establecida, el racismo, la discriminación, los regímenes dictatoriales y las injusticias en materia laboral eran parte de ese entramado de reclamos que comenzaron los jóvenes en pos de “liderar sus propias vidas”, y que se “contagió” a otros actores de la sociedad.

 

Los trabajadores se unieron a la revuelta, y el 17 de mayo de 1968, comenzaron una huelga que realmente paralizó al país. Y es que, el ímpetu revolucionario de los universitarios les hizo recapacitar sobre su posición en la nueva economía globalizada. Una de las mayores novedades de este mayo fue que la protesta empezaba, por primera vez por parte de una juventud que no conocía y no había vivido las miserias de la Gran Depresión de 1930 o de la Segunda Guerra Mundial. La clase obrera era el ámbito desde el que se esperaba, tradicionalmente, el inicio de cualquier tipo de manifestación.

 

El protagonismo político que adquirieron los estudiantes es posiblemente uno de los principales legados de la década de 1960.

 

Prohibido prohibir

 

Si de buscar logros concretos del Mayo Francés se trata, puede decirse que las revueltas estudiantiles dieron paso a dos grandes reformas. En lo inmediato, los acuerdos de Grenelle de fines de mayo de 1968 entre el gobierno, las patronales y los sindicatos representaron un 35% de aumento para los salarios mínimos, 12% para los salarios medios y una reducción de la semana laboral a 40 horas.

 

Unos años después, los reclamos feministas tuvieron su eco en el gobierno francés, que legalizó el aborto en 1974.

 

En lo relativo a un mundo más libre, igualitario y en el que los jóvenes fueran dueños de sus propias vidas, objetivos sin dudas más difíciles de contrastar, el hecho de que fueran los estudiantes los que tomaran la iniciativa de rebelarse, dice a la distancia mucho más sobre quién tomaba las riendas del asunto. Todas las revueltas del 68 fueron en parte causa y consecuencia de una revolución que ya estaba en marcha y que a la vez estaba a punto de comenzar.

 

Un cambio rotundo de la sociedad no era posible de la noche a la mañana, y quizás ahí radique el principal “fracaso” de la juventud de los 60. No obstante eso, temas hasta el momento tabú salieron a manifestarse en múltiples voces que se mezclaban entre reclamos idealistas e intenciones de un futuro más promisorio para el conjunto de la sociedad.

 

Y así, en mayo de 1968, la imaginación tomó el poder en las calles parisinas, al menos por un rato.

 

Por: Agustina Bordigoni

 

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