Puesto Balzora recibió kits caprinos y semillas
Dieciocho familias de este rincón de Ayacucho podrán ampliar su infraestructura con corrales para destete y además tendrán una hectárea con pasturas megatérmicas.
Nada es fácil en Puesto Balzora, un paraje de los tantos que se diseminan por la amplia geografía del Departamento Ayacucho, en el noroeste provincial, donde San Luis coquetea con las salinas y, más allá, con el sur de San Juan. Allí vive gente esforzada, que en su mayoría sustenta su supervivencia en la cría de cabras y alguna que otra changuita que se pueda conseguir. Vecinos callados, de mirada sencilla pero esquiva, siempre abrigados con alguna prenda de lana aunque el sol apriete fuerte. Para ellos, una visita, cualquiera sea, es una fiesta. Y más en casos como éste, en el que el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción llegó con kits caprinos como parte de lo prometido en el Plan de Fomento Productivo Rural.
Todo se hace cuesta arriba, desde el viaje mismo. Porque cuando uno deja la ruta 20 a la altura de la reserva natural Quebracho de la Legua ya no ve un metro de asfalto más. A partir de allí son 60 kilómetros de guadal en medio de un polvo que seca los pulmones y cubre los vehículos sin remedio. Pasamos Santa Rosa del Cantantal, San Roque de Chipiscú y finalmente arribamos a Balzora. Cambian los nombres, pero no el paisaje: tierra fina como la harina, todo amarronado, algarrobos, breas, chañares, vegetación espinosa y achaparrada, alguna que otra vivienda desperdigada, con corrales de troncos y las benditas represas que ayudan a juntar el agua en una zona en la que el cielo es más bien avaro con los pobladores, no descarga casi lluvias.
Pero el Gobierno no olvida a Balzora, ni a los parajes que lo circundan. Vino hace unas semanas el veterinario Víctor Iglesias a dar una charla sobre sanidad caprina que formó parte del Plan de Fomento, las casitas lucen las pantallas solares que captan energía y también anduvieron los responsables del Plan Pasturas, que ya comprobaron que el Buffel Grass anda muy bien en la zona y es una variante estupenda para el invierno, cuando no abunda la comida para los animales. Será por eso que en medio de tanta tierra y poco verde se observan vacas en muy buena condición corporal, que realmente sorprenden en ese contexto.
“El Buffel es muy bueno para esta región, porque no es una zona tan fría en invierno como el Departamento Dupuy, allá andan mejor la Digitaria y el Llorón, que aguantan mejor la amplitud térmica”, explica el ingeniero agrónomo Agustín Martínez, quien forma parte del equipo que va a entregar los kits caprinos, pero ya estuvo varias veces en Ayacucho asesorando a los productores sobre las pasturas megatérmicas.
Claro, el Buffel se desarrolla con fuerza, pero no es la panacea, es más bien pobre en requerimiento de energía, tiene mucha fibra. Lo bueno es su durabilidad, un lote puede renovarlo durante 15 años si está bien manejado, con las cargas adecuadas, sin sobre pastoreo.
“Comprobamos que con siembra directa es aún más rendidor. Antes los productores metían los animales a comer la vegetación autóctona, con una técnica que se conoce como ‘pisoteo’, que reemplaza al rolo. Y recién después esparcían el Buffel. Pero con la siembra directa se puede hacer sin tocar lo que crece naturalmente, sólo les recomiendo que se fijen en el pronóstico meteorológico, porque lo mejor es tirar las semillas poco antes de alguna lluvia, aunque sea liviana”, agrega Martínez, quien un par de horas después va a dar una charla a los criadores caprinos sobre las ventajas de la pastura.
En el kit también incluyen dos bolsas para cada uno, lo que les permitirá sembrar una hectárea. “Con rolado podrían ser dos, pero cuesta conseguir la maquinaria y hay que resguardar el medio ambiente, así que tendrán una bien cubierta de verde para alimentar sus cabras”, dice durante el viaje, mientras cuidamos que el polvo no haga estragos con un recurso simple como es el de taparnos nariz y boca con los cuellos altos de las camperas.
El aguante del Buffel se comprueba fácil: crece hasta en las banquinas polvorientas, porque el viento disemina con facilidad las semillas. El cronista se lo hace notar a Martínez, quien sigue con las comparaciones respecto de lo que pasa en el sur de San Luis. “El Buffel coloniza lotes donde no hay nada, pero le cuesta competir con las malezas por el agua y la luz. Es más parecido al Llorón que a la Digitaria, que de las tres es la pastura de mayor calidad, aunque no se adapta a cualquier lote, porque no crece donde hay roseta, una maleza que abunda en Dupuy”. ¿Y no se puede recurrir al Gatton Panic o pasturas de ese estilo?, pregunta la revista El Campo. “No entregamos semillas de esa clase porque requieren de muchos cuidados y es gente que en general no está acostumbrada a tener pasturas”.
La llegada a Balzora revoluciona el paraje. La cita es en la Escuela Nº 57 "Juan José Castelli", que no tiene clases el día de la entrega de los kits. Parte de sus cinco alumnos están igual allí, acompañando a sus padres, ensimismados viendo videos con un celular, porque el internet "vuela" gracias a la antena ubicada en el techo del establecimiento educativo.
Los perros, flacos y curiosos, son los primeros que se acercan a dar la bienvenida a las dos camionetas y el enorme camión del ministerio que trae los kits. Cada pack está compuesto por dos chapas, dos rollos de alambre romboidal de 1,5 metro de alto y seis postes de itín, una madera que resiste el agua y la presión de los alambres, aunque lucen algo irregulares. Son en total 18 beneficiarios, de los cuales 16 recibirán el kit más las dos bolsas de Buffel, y otros dos sólo las semillas, ya que no tienen cabras.
No hay dudas de que la cría caprina es el gran recurso en Balzora, la escuela misma está rodeada de corrales armados con troncos entrelazados. Como ocurre en todos los parajes, es el centro de la vida social, todo se hace en la escuela: las capacitaciones, las entregas y hasta los cumpleaños. La sanidad es uno de los orgullos que pueden ostentar vecinos y funcionarios: ya se hizo un sangrado a casi todas las cabras y dio negativo, por lo que el combate contra la brucelosis lo van ganando de a poco, con disciplina y esfuerzo. Por eso Juan Pablo Rey, jefe del área Sanidad Animal y otro integrante de la comitiva ministerial, les entrega la documentación que certifica este estatus, vital para poder vender sus chivos sin riesgo para la población, e incluso para ellos mismos, ya que los chicos suelen jugar en los corrales, que son una fuente de contagio si no están limpios y sanos.
“La idea es que con el kit puedan hacer corrales de destete, para aislar a los cabritos recién nacidos”, dice Miguel Ángel Rodríguez, jefe del Subprograma Arraigo Rural, quien conduce la entrega, realizada al aire libre con un banco de la escuela como escritorio improvisado, frente al que van desfilando los vecinos para firmar su conformidad. “El contacto en la zona viene de hace un tiempo, gracias al maestro Jesús Castillo. Empezó viniendo Agustín (Martínez) por el Plan Pasturas, cuando en 2016 desarrolló las megatérmicas. Cada poblador recibió entre 10 y 30 hectáreas con el rolado correspondiente. Después Juan Pablo (Rey) comenzó con los sangrados y yo vine a hacer el relevamiento para el Plan de Fomento”, contó Rodríguez.
Más allá de los viajes de los funcionarios, el nexo más fuerte que reconocen los pobladores es Juan González, "Gonzalito" para todos, el chofer de una de las camionetas del ministerio. “Viví acá en Balzora hasta los 25 años, cuando me fui a San Luis en busca de trabajo. Los jóvenes muchas veces tienen que emigrar, sigue pasando. De 30 familias que había en aquella época quedan 12, y eso que están mucho mejor que cuando vivía yo, porque ahora tienen agua y luz”, asegura "Gonzalito", quien no para de compartir abrazos con gente con la que se crió. Él les pide que se acerquen a firmar, les recomienda con quien hablar ante cada inquietud y hasta organiza el asado. Un todoterreno fundamental para ganar la confianza de pobladores que son muy cerrados en su forma de ser.
Entre los beneficiarios hay apellidos que se repiten. Pasan los Castro, Ruarte, Magallanes, parientes que fueron armando sus familias en este rincón de San Luis. Hasta los dos policías del destacamento, Héctor Mercado y Vicente Barroso, reciben sus kits porque también se dedican a la cría caprina. Incluso Mercado ofrece hacerse responsable de firmar y llevarles los kits a los vecinos que no pudieron llegar a la escuela.
Cae la tarde en Balzora y cada uno comienza a emprender la retirada hacia su casa. El camión vuelve a cargar tres kits, que dejará durante su periplo de regreso a San Luis, otros entran sus camionetas de culata y se llevan lo que les corresponde. Las cabras ya están volviendo de la excursión gastronómica diaria, saben que cuando cae la noche son presa fácil de los pumas si no llegan al corral a tiempo. Tiempo es justamente lo que sobra en el paraje, por eso todo se hace en cámara lenta, con parsimonia, en paz. El apuro no entra en ninguna ecuación, es un pobre patrimonio de los habitantes de las grandes ciudades.


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