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De fuegos y generaciones: lo que dejó el 8A

Por Analía Carrara
| 09 de agosto de 2018
Un precedente histórico para un país que comienza a tratar temas tabús. Foto: Marina Balbo.

El Diario cubrió una intensa jornada sobre el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

 

Jueves. Tarde. Cuidad de Buenos Aires. Quince horas después de que la Cámara de Senadores dejó a medio camino el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, con media sanción en Diputados, Entre Ríos, Rivadavia e Hipólito Irigoyen, las calles que cobijaron a la caravana celeste y a la marea verde, volvieron a su habitual ritmo diurno de trabajo y tiempo acelerado.

 

Nadie se detiene en los alrededores del Congreso. El frío, la humedad y algunos afiches sobrevivieron al miércoles 8 de agosto. La lluvia, solo duró un día.

 

Durante la siesta, un grupo de trabajadores municipales sacaba las vallas —de unos 4 por 2 metros— con unas máquinas. Aún les restaba juntar cientos de kilos de cartones, bolsas, botellas de plástico, pañuelos, restos de comida y otros residuos que deambulaban por el piso de las calles.

 

Ayer, miércoles, no sólo los colores, las ideas y las arterias dividieron a las dos columnas humanas que se manifestaron en contra y a favor del aborto.

 

Sobre Irigoyen, la caravana celeste era liderada por sacerdotes que, en algunos casos, dejaron su habitual sotana. Aunque no el uniforme negro. También la dirigían pastores y algunos padres que superaban los 45 años. Los fieles clamaban "salvemos las dos vidas". Eran niños, jóvenes, adultos mayores de 50 años y familias. Algunas bonaerenses y muchas personas que llegaron desde provincias del interior.

 

En la calle Rivadavia la marea verde era liderada por mujeres de entre 20 y 25 años. Los partidos políticos de izquierda, las agrupaciones, ONGs y demás movimientos que exigieron el "aborto legal en el hospital" le siguieron el ritmo a la banda dirigida por adolescentes y jóvenes.

 

La discusión, aún abierta, parece un diálogo con intermitencias en el que chocan dos generaciones. Son dos llamas encendidas por distintas manos. Porque "no hay dos fuegos iguales", como dijo Eduardo Galeano. Habrá que ver si la hoguera que hoy ilumina el horizonte sigue brillando en el camino. O cambia de leña. El tiempo lo definirá.

 

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