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La soberana de los corazones ingleses

A 21 años de la muerte de Lady Di aún queda un velo de incertidumbre sobre la fatídica noche que conmocionó al mundo entero. ¿Fue un accidente como lo afirma la corona o un asesinato por conveniencia?

Por Romina Oddone
| 03 de septiembre de 2018

Eran las 15:20 del 30 de agosto de 1997. Una horda de periodistas se apostó en la puerta del hotel Ritz en París, propiedad del multimillonario egipcio Mohammed Al Fayed. Esperaban que la princesa Diana de Gales y el hijo del magnate, Dodi, con quien mantenía un acalorado romance desde hacía unas semanas, aparecieran para hacer las mejores fotos.

 

Se conocieron a comienzos de julio, cuando Mohammed y su esposa, Heini Wathén, invitaron a Diana y a sus dos hijos a pasar unos días de vacaciones en su mansión en Les Parc de Saint-Tropez. Recorrieron el Mediterráneo en su yate, expuestos al ojo de la cámara de los paparazzis, cuyas fotografías dieron vuelta el globo y enervaron a la soberana inglesa Isabel II.

 

Los tórtolos no escatimaron en besos apasionados, pero para Di sólo era un amor de verano. Años más tarde su círculo más cercano revelaría que ella no estaba enamorada de Dodi, sino que esperaba darle celos al doctor paquistaní Hasnat Khan, su gran amor, de quien se había separado hacía unas pocas semanas, porque él no podía lidiar con la fama de la princesa.

 

Aquel fatídico día, Dodi llevó a Diana a visitar la antigua mansión de los duques de Windsor (la familia Real) en el Bois de Boulogne, que era propiedad de los Al Fayed. Luego fueron al hotel Ritz, donde estaban los paparazzis, por lo que la pareja tuvo que entrar por una puerta trasera. Como los periodistas no se iban, decidieron no ir a cenar al bistró Chez Benoit y lo hicieron en el hotel. A las 00:20 ambos subieron al Mercedes Benz S280 para dirigirse al departamento de Dodi. Dos coches salieron antes que ellos para realizar una maniobra de despiste a los fotógrafos, pero no funcionó. En carrera salió la limosina que transportaba a la pareja tratando de evadir a los paparazzis. Al volante iba Henri Paul, un empleado de Al Fayed, y en el asiento del acompañante Trevor Rees Jones, guardaespaldas de la princesa. Atrás los seguían por lo menos dos fotógrafos. A las 00:25 el Mercedes se estrelló contra la columna número 13 del túnel del Puente del Alma. Iban a casi 200 kilómetros por hora, Paul y Dodi murieron en el acto. Rees-Jones y la princesa de Gales resultaron gravemente heridos. El fotógrafo Romuald Tat llegó segundos después al lugar del accidente.

 

Un minuto después, el médico Frédéric Mailliez, que conducía por la zona, vio el auto estrellado. Él hizo la primera llamada de emergencia. Para las 00:30 la policía había acordonado el lugar del accidente. Exactamente una hora más tarde, una ambulancia trasladó a Diana al hospital, había sufrido un infarto. Media hora después, llegaron al Pitié Salpêtrière de París. La princesa recibió masajes cardíacos durante casi dos horas, hasta que la declararon fallecida a las 4 del 31 de agosto de 1997.

 

La princesa triste

 

Diana Frances Spencer nació el 1º de julio de 1961, en el seno de una familia aristocrática. Su padre, John Spencer, Vlll Conde Spencer, solía ser violento con su madre, Frances Ruth Burke Roche, frente a sus hijas, algo que tiñó de gris la infancia de la princesa. Los Spencer tenían vínculos con la familia real por lo que las visitas del heredero al trono del Reino Unido, Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor, hijo mayor de la reina Isabel ll y del príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, a la casa de los Spencer eran continuas.

 

Al principio, el joven de 29 años se dejaba cortejar por Sarah, una de las hijas del conde. Sin embargo, sus miradas estaban centradas en la más chica de los Spencer: Diana, que en aquel entonces tenía 16. Cuando Carlos cumplió los 30, invitó a su fiesta a Sarah, pero le pidió que fuese acompañada por su hermana. A ella no le cayó del todo bien ya que imaginaba las intenciones del príncipe.

 

Para la familia real, Diana era el espécimen perfecto para reproducir descendientes dignos del trono. Además era muy joven, virgen y no tenía ninguna relación anterior que pudiera generar un escándalo mediático. Por supuesto, los Spencer aceptaban las insinuaciones, por lo que finalmente empezaron un noviazgo puertas adentro, tal como indica la discreción real. Pero no pasaron desapercibidos de los paparazzi que se morían por retratarlos juntos.

 

Ella anhelaba una vida sin complicaciones y no quería depender de nadie. Había comenzado un trabajo como maestra jardinera y vivía con dos amigas en Londres. Por alguna razón, quizás su clásica e inocente belleza y la posibilidad de que finalmente fuera quien desposara al príncipe, la prensa se obsesionó con Diana. La acechaban en su trabajo, departamento, la perseguían a donde quiera que fuera. Esta invasión a su privacidad le molestaba, aunque parecía manejarlo con una excelente diplomacia.

 

El 24 de febrero de 1981 Carlos le pidió matrimonio, ella no estaba segura, pero sabía que era una propuesta que no podía rechazar. El 9 de marzo hicieron la ceremonia oficial de compromiso. Ella asistió con un vestido negro con hombros descubiertos, algo que al príncipe no le gustó y se lo hizo saber de muy mal modo, lo que la entristeció.

 

Algo que quizás Diana no sabía al momento de aceptar casarse con Carlos, es que él mantenía una relación amorosa con Camila Parker, una noble de menor linaje, que según él era su amiga. Lejos de aparentar, Carlos hablaba asiduamente con Camila por teléfono lo que despertó sospechas en Diana.

 

Para la llegada de julio, el mes de la boda, Diana se cuestionaba si había tomado la decisión correcta. Carlos no era violento, pero se mostraba apático con ella, poco afectuoso y jamás le entregó una palabra elogiosa. La ceremonia parecía una obra teatral de un amor que en realidad nunca existió. Ella amaba a Carlos, pero él nunca le entregó su corazón. Luego de cada ensayo, Diana se encerraba a llorar desconsoladamente. Él no era el estilo de marido que ella esperaba y el fantasma de Camila la asechaba obsesivamente. Quizás por la falta de confianza en sí misma, y el desafecto de su futuro consorte, la princesa se refugió en la bulimia.

 

El 29 de julio de 1981, Diana y Carlos se casaron en la catedral anglicana de San Pablo y las miradas de los más de cien mil fanáticos de la realeza se posaron todas sobre la princesa. La noche anterior, comió en abundancia, vomitó, no durmió y lloró toda la noche. Pero debía lucir espléndida, esa fue la directiva de la reina Isabel II, con quien no tenía una buena relación. La cara roja y los ojos hinchados de tanto llorar, fueron disimulados por el maquillaje, y la princesa hizo lo que mejor le salía: disimular. “Mi boda fue el peor día de mi vida", le confesó Lady Di a su biógrafo en el documental “Princesa Diana: en primera persona”. Desde el comienzo del matrimonio se notaba el desinterés de Carlos en su esposa. La princesa contó que él había llevado 8 novelas para leer durante su luna de miel, descubrió en su agenda personal algunas fotos de él con Camila, y una llamada por teléfono entre ellos durante el viaje de amor fue el principio del fin. Durante 15 años Diana soportó la indiferencia e infidelidades del príncipe, también los desplantes de la reina madre. A los 20 años tuvo al príncipe Guillermo. Su padre planificó la fecha del parto para no perderse un partido de polo. Al poco tiempo llegó Harry y el distanciamiento fue inminente con infidelidades de ambos lados.

 

Poco a poco Diana pudo ir acomodando su rol de madre con sus compromisos sociales. Fue encontrándole un sentido a todo lo que le había tocado vivir y gracias a la ayuda de sus médicos logró superar su bulimia. Mientras el romance entre Carlos y Camila era un secreto a voces, Diana encontró un costado noble a su popularidad, y además de cumplir con la agenda Real, hacía viajes y visitas por su cuenta. Estuvo en África, en la India, habló con misioneros y los médicos que iban a ayudar; estrechó y abrazó a los enfermos, y así se ganó el afecto del mundo entero. Carlos no toleraba que en los eventos públicos ovacionaran a su mujer y no a él, pero fue lo que cosechó.

 

En agosto de 1996 Diana y Carlos se separaron por iniciativa de ella. Sin embargo debió continuar con los mandatos protocolares.

 


 

¿Una piedra en el zapato?

 

“Esta es la fase más peligrosa de mi vida. Hay un plan para matarme bajo la apariencia de un accidente de auto", esta frase pertenece a la princesa Diana y la deslizó Paul Barrell, un ex mayordomo de la corona. Según el hombre, la princesa la había escrito en una carta en octubre de 1996, 10 meses antes de la tragedia.

 

Un íntimo amigo de Diana, Roberto Devorik, lo confirmó en una entrevista que le hizo Clarín en el 2003. “La carta es totalmente cierta. No es que puede ser. ¡Es cierta! Yo he viajado con Diana. El último viaje fue a Roma con un jet privado desde la base de Norton Brize. Diana sube y dice: “¿A ver si volamos juntos o nos vuelan?". “Por favor, no seas ridícula", decimos nosotros. Ella nos contesta: “Yo tengo el presentimiento de que me van a matar en una de estas máquinas, en un helicóptero". Pero me dijo: “Después de muerta les va a ser más difícil olvidarse de mí. Porque si me matan, les va a quedar mi memoria por el resto de la vida".

 

Devorik contó que vio el documento de divorcio de la princesa. Dijo que eran como dos tomos de la Biblia y que las cláusulas eran “tremendas". “Ella se negó a muchas cosas, tuvo grandes abogados que la ayudaron. Tenía miedo por la reacción a esas cosas, a su rebeldía contra la maquinaria de la Corona, y que hubiese fuerzas no conocidas que la quisieran destruir".

 

“Almorcé con Paul y Lady Bocker a los pocos días de muerta Diana, él nos contó que tuvo una reunión a solas con la reina, y le preguntó si había sido un atentado, y la reina le respondió: ‘hay fuerzas que no conocemos, que no hay que tocarlas'. Siempre se habló de esas fuerzas que están más allá. Obviamente, algo raro hay porque la investigación nunca se llevó a fondo, hay cosas que nunca se han explicado y que merecen una explicación", señaló.

 

Las teorías que convergen

 

Aquella noche fatídica, se elaboró la primera teoría sobre la muerte de Lady Di que se transformó en “la única verdad". Fue la versión que sostiene la Corona y que dejaron bien asentada a través de un sinfín de investigaciones que siguieron concluyendo lo mismo: un accidente provocado por un conductor ebrio cegado por los flashes de los paparazzis. Sin embargo, el padre de Dodi sospechaba que el accidente en realidad había sido un asesinato.

 

Mohammed Al Fayed estaba seguro que la muerte de Lady Di y de su hijo fue resultado de una conspiración de los servicios secretos británicos (MI6) por orden del príncipe Felipe de Edimburgo. Según Al Fayed, Diana estaba embarazada de Dodi y su compromiso matrimonial era inminente. Decía que la familia real no podía aceptar que un musulmán egipcio se convirtiera en el padrastro del futuro rey de Inglaterra, en referencia a Guillermo.

 

Que Diana fuera embalsamada después de su muerte y que esto hiciera imposible analizar su sangre, hizo sospechar aún más a Al Fayed que su teoría era cierta, que estaba embarazada y que esa fue la razón de su muerte. Sin embargo, durante la “Operación Paget", la investigación que realizó la Policía británica sobre las circunstancias de la muerte de Diana, fueron analizadas muestras de sangre de la princesa tomadas del interior del Mercedes accidentado y se concluyó que no se encontraba la hormona HCG que evidencia un embarazo.

 

En el 2001, en una conferencia de prensa, el abogado del magnate egipcio, Mark Zaid, presentó como evidencia fragmentos de una entrevista con Richard Tomlinson, un ex funcionario del MI6, donde da detalles de un supuesto plan de la agencia para asesinar al ex presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic. Afirmó que uno de los planes incluía un simulacro de accidente con automóviles usando reflectores para cegar al conductor, y que tenía grandes similitudes con las circunstancias que rodearon el accidente del Mercedes Benz.

 


 

El Fiat Uno

 

El análisis de los restos de la limosina señaló que había entrado en contacto con un Fiat Uno blanco, por los restos de pintura que encontraron en la carrocería. Según Al Fayed, este auto fue usado para bloquearle el paso al Mercedes, lo cual provocó que se estrellara en la columna del túnel. Afirmó que el fotógrafo francés James Andanson, que poseía un Fiat Uno similar, estaba al volante, y lo acusó de ser un agente del MI6. Sin embargo, la investigación policial determinó que Andanson se encontraba en su casa en Lignières, a 170 kilómetros al sur de la capital francesa, en el momento del accidente.

 

Años más tarde, Andanson fue encontrado muerto en un bosque cerca de la ciudad francesa de Nantes. Supuestamente se habría suicidado. Esto reavivó las sospechas ya que su cuerpo fue encontrado dentro de un auto calcinado en el asiento del conductor con un agujero en la sien, sin las llaves del vehículo, que nunca se encontraron. La explicación de la policía francesa fue que el agujero en el cráneo se debía al intenso calor al que estuvo expuesto el cuerpo y que de ningún modo estaba relacionado al disparo de un arma de fuego.

 

Los amigos del reportero aseguraron que en algunas oportunidades había mencionado suicidarse, pero su hijo y viuda rechazaron esa versión, sobre todo porque un mes después de su muerte, la oficina de su último trabajo fue irrumpida por desconocidos que no se robaron ninguna de sus pertenencias. La mujer demandó que se investigara con más profundidad, ya que aseguró que su marido se encontraba en perfecto estado emocional e ilusionado con su nuevo trabajo para una agencia periodística de renombre.

 

El conductor imprudente

 

Tomlinson aseguró que los servicios secretos del Reino Unido vigilaban a la princesa y que el conductor Henri Paul, era un informante. Según esta teoría, Paul fue pagado por el MI6 para asesinar a Diana. Afirmó que Paul ganaba sólo 35.000 libras al año, pero tenía unos 323.000 dólares en quince cuentas bancarias en el momento de su muerte. “Estoy seguro de que el origen de ese dinero fue el MI6", dijo Tomlinson a un juez de instrucción francés en 1998.

 

En la sangre de Paul se encontró que había tomado alcohol en exceso y Prozac, un antidepresivo. Se dijo que estaba pasando un mal momento emocional, pero su familia se encargó de desmentirlo. También que era un alcohólico, pero en la autopsia su hígado no mostraba indicios de esa condición.

 

Tras años de investigación, la historia oficial cerró el caso como un accidente fatal de tránsito. Sin embargo, muchos interrogantes quedaron sin resolver.

 

La única certeza es que Lady Di quedará para siempre en los relatos de la historia como la princesa que con su simpleza, rebeldía y amor por la vida, desafió a la realeza británica hasta el final de sus días.

 

 

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