18°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

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Miguel Ángel Ortiz, “El Cheto”

Nació en el Hospital de San Luis. Vivió en el campo con una familia sustituta. Changarín de una empresa de gaseosas. Fue 20 años agente policial. Hoy es un reconocido inspector de Tránsito Municipal.

Por Johnny Díaz
| 22 de enero de 2019
Fotos: Marianela Sánchez. Video: Alejandro Lorda

La ciudad de San Luis tuvo -en los últimos sesenta años- a dos jefes de tránsito vehicular ciudadano que marcaron una época en la sociedad sanluiseña. Uno de ellos fue don Jaime Antonio Nogarol, cuando la Comisaría 1ª estaba ubicada en Illia y avenida Lafinur.

 

Era un hombre enérgico, duro, gritón, que imponía respeto con un amplio conocimiento de las normas de tránsito y que arriba de su moto se movía con total agilidad. Era en definitiva un muy buen policía y un excelente motorista. 

 

El otro y más acá en el tiempo es Miguel Ángel Ortiz, conocido como "El Cheto", quien reúne varias condiciones similares a las de Nogarol. Agente de policía primero, hoy inspector de Tránsito Municipal, es uno de los más completos agentes de tránsito de la capital de San Luis. Su voz y su estilo tan particular para dirigir, ordenar y enseñar, lo han convertido en un personaje que San Luis sabe valorar.

 

Miguel Ángel Ortiz dice que tiene 62 años, nació en el Hospital de San Luis y es un viejo vecino del barrio Pringles, detrás de la Avenida de los Eucaliptus que lo dividen del barrio Sosa Loyola.

 

Ortiz comentó que pasó una infancia muy dura y que su madre Dora Esther Amaya tuvo que entregar en crianza a varios de sus hijos porque sola, no podía con todos (eran diez), Lila, "Colacho", Aldo Emiliano, Víctor Hugo, Juan Armando, Miguel Ángel de cinco años, César, Sonia, Graciela y Olga.

 

Dora Esther había quedado viuda, por la trágica muerte de su marido, Juan Paulino Ortiz. (obrero de la construcción en un puente del barrio Tibiletti que se derrumbó cuando pasaba un tren) tuvo que tomar la drástica decisión de entregar -para que se los criaran- a varios de sus hijos, entre ellos a Miguel Ángel que tenía cinco años. Situación que marcaría un antes y un después en la vida de los niños.

 

Doña Dora mantenía a sus hijos ganándose el sustento diario lavando y planchando ropa para los vecinos quienes le facilitaban ayuda con tareas domésticas.

 

Al pequeño Miguel Ángel lo crió el matrimonio -una familia sustituta- compuesta por Estela y Honorio Rivero (que tenían dos hijos: Cholo y Cristina) dueños de una carbonería en Martín de Loyola al 1100, en pleno barrio Rincón del Diablo. "Ellos me criaron en el campo, cerca del paraje Vizcacheras por la ruta 146 que va a Candelaria y me mandaron a la escuela hasta séptimo grado, mi maestra y directora fue 'Chola' Vital".

 

"Vivir en el campo para mí fue muy duro, era en los años que las rutas eran de tierra y las distancias parecían infinitas. Los fríos y los calores eran insoportables, yo ayudaba en todo, cortaba leña, hacía los mandados o cuidaba animales, esas eran algunas de mis diarias tareas, además tenía que estudiar y hacer los deberes escolares. No era fácil, al contrario muchas veces soñaba con que estaba en mi casa con mi madre y mis hermanos". Cuenta hoy el inspector Municipal de Tránsito.

 

Con la familia Rivero, Miguel Ángel vivió hasta los 14 años edad en que conoció a un contratista de apellido Gordillo, que lo contactó como changarín para cargar y descargar camiones en  la empresa Coca Cola.

 

"Por mi altura aparentaba más edad y como había sido criado en el campo, tenía mucha fuerza, era rápido con la tarea de los cajones y aprendí el recorrido de los repartos en un camioncito de color amarillo, cargando y descargando camiones estuve  tres años".

 

En esa época conoció al teniente coronel Raúl Benjamín López que lo invito a su despacho para que se integrara a un nuevo cuerpo policial que estaba en sus planes formar. Una vez que pasó la revisación médica llevada a cabo por el doctor Omar Caram, ingresó al Instituto Superior de Agentes y Suboficiales de la Policía ubicado en Felipe Velázquez al 400 para egresar con el título de agente policial donde había unos 100 aspirantes egresando unos  90. "Tenía 18 años". Dice.

 

Agrega que quien lo ayudó en esos momentos fue su primo Jorge Chacón, un militar de San Luis muy querido por sus subalternos. "Y muy gaucho". Dice.

 

Ortiz pasó a ser "El Cheto" apelativo que le pusieron sus amigos y conocidos por su manera de vestir, buscaba siempre que el uniforme de la institución que representaba estuviera impecable, ceñido al cuerpo y que sus borceguíes brillaran por doquier.

 

Ayudaba que en su vida privada tenía los mismos gustos por la elección de su vestimenta.

 

Integró un grupo especial de la policía y tuvo como instructor Daniel "El Indio" Mendoza. "Uno de los mejores, impecable en su trabajo, bueno para todo y para enseñar, era muy didáctico. Pasábamos más días en los cuarteles que en nuestros hogares".

 

"Nos preparaban para un eventual conflicto con Chile,  pero finalmente y gracias a Dios, no pasó nada". Agrega.

 

Ortiz, tiene cuatro hijos: Mario Miguel, Verónica Vanesa, Miguel Ángel y Natalia, señala que tuvo grandes jefes a lo largo de muchos años en la policía estatal, pero parecía que todo tendría un final por nadie esperado. Después de 20 años de servicio decidió retirarse. Buscaba nuevos horizontes pese a que también por muchos años, hizo servicios adicionales en locales nocturnos, especialmente en la bailanta de "Los Playeros" donde se supo ganar el respeto de los concurrentes y de sus jefes.

 

No deja pasar la oportunidad  de señalar que también fue custodio de grandes personalidades del deporte, la farándula y la política cuando visitaron San Luis.

 

Hoy "El Cheto" Ortiz, tiene  una colostomía (bolsa o ano contranatura, abocamiento del intestino a la piel del abdomen. También se la denomina  ileostomía, según donde esté situada).

 

Ortiz prestó servicios en Infantería en la zona del Puente Blanco, predio que después ocupó la Dirección de Tránsito (hoy Laboratorios Puntanos).

 

Agrega que tuvo grandes jefes como "El Turco" Elías, Oscar Magni, Mario Carrizo y Camargo.

 

"Tuve la posibilidad, aunque nunca lo reconozcan, de que en algún momento policías integrantes de la Plana Mayor como Claudio Latini, Natalia Rosa Pereyra y hasta el actual jefe de policía Fabricio Portela escucharan mis consejos en materia de tránsito ciudadano. Fue un gran orgullo". Manifiesta.

 

El actual inspector municipal  se recibió en la universidad de la calle, ahí donde se aprenden las mejores cosas y las peores. Ortiz aplica una particular manera de dirigir y de interpretar el movimiento vehicular de la capital puntana. Muchos lo tildan de exagerado otros aplauden su labor.

 

Para muchos es una enciclopedia por sus amplios conocimientos de las ordenanzas municipales, calles, lugares, establecimientos, rutas, comercios,  pueblos, lugares turísticos, propietarios de autos, paradas de taxis, paradas de colectivos o centros asistenciales. Ortiz hace sonar con vehemencia su silbato, y sus indicaciones son respetadas por peatones y conductores. Explica y enseña antes de ordenar a la confección de una multa.

 

Ortiz dice que algún día le gustaría ser instructor de educación vial en las escuelas, que son la base para que el niño no cometa infracciones y enseñarle al ciudadano cómo son las leyes de tránsito". Agrega.

 

"El Cheto" no duda un instante en decir que lleva en el alma ser policía, dirigir y ordenar el movimiento vehicular puntano. "No me arrepiento de nada integré la fuerza policial 20 años y cuando me retiré me dieron las gracias por los servicios prestados y nunca más nada".

 

"No guardo rencores y con orgullo digo que fui un buen agente de policía. Hoy me debo al tránsito municipal, llevo ocho años en una función que la cumplo dentro de las cuatro avenidas y para ello trabajo y pongo todo mi esfuerzo. Quiero  que San Luis sea cada día mejor". Dice con orgullo.

 

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