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Una película de referencias interiores

Gran candidata a llevarse el premio a la mejor película extranjera (la categoría para la que “El Ángel” no pasó el primer corte), la nueva obra de Alfonso Cuarón es una belleza con canciones y películas que dicen mucho más de lo que muestran. En el filme se escucha un tema del villamercedino Yaco Monti.

Por Miguel Garro
| 30 de enero de 2019

Pocos especialistas se atreven a dudar que “Roma”, la notable película de Alfonso Cuarón, se alzará con la estatuilla del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la entrega del próximo mes. Incluso, no sería una sorpresa que el filme en blanco y negro basado en la infancia del realizador obtenga algún otro premio, aun más importante, en la jornada en la que el mundo del cine deposita sus ojos en Hollywood.

 

Mientras la producción se prepara para hacer historia (sería la película premiada por la Academia con menos proyecciones en salas convencionales, debido a que su fuerte está en una plataforma de streaming, entre otros récords que puede romper), miles de espectadores siguen hablando –bien o mal- de la realización que desde el 16 de diciembre se puede ver en Netflix.

 

“Roma” es la historia de un ama de llaves indígena que es testigo mudo y crudo de las miserias de una familia acomodada en un México convulsionado. Cuarón no sólo mostró en su creación las profundidades de su propia familia sino que hizo extensiva la exposición a la realidad histórica de su país, una nación rara, en constante tirantez entre entretener a su vecino mayor (que da la casualidad es la mayor potencia del mundo) y no subestimar a todo el resto del continente que tiene debajo, solo en posición geográfica.

 

 

 

Con una población total de 130 millones de personas –tres más que Argentina-, México tiene problemas sociales sin resolver (violencia, narcotráfico, corrupción) y una vida cultural y deportiva que no responde a su densidad poblacional. El país azteca no ha producido después de Juan Rulfo, Octavio Paz y Carlos Fuentes un escritor que pueda trascender con firmeza sus fronteras (Juan Villoro y Estela Poniatowska tienen todavía un recorrido por hacer); sus músicos navegan entre el melodrama sinsentido y es más fácil hacer un listado de artistas sobrevalorados que de buenos; y en el deporte no hay futbolista, basquetbolista, ni automovilista (hay que hacer aquí un apartado para el boxeo, del que son potencia mundial) que se destaque con verdadero margen.

 

Sin embargo, en la última década produjo una camada de cineastas (Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro, Arturo Ripstein, Alfonso Arau, el propio Cuarón) que captó la atención de la industria gracias a sus historias calientes y a la cercanía con el país donde más películas se filman. De hecho, cuatro de las últimas cinco entregas del Oscar en la categoría al mejor director fueron ganadas por mexicanos.

 

Cuarón inició esa seguidilla en 2013 con “Gravedad” y este año fue observado por la Academia por “Roma”, una película que además de una trama potente tiene alguna lentitud en las escenas –algo que suele caer bien entre los votantes de los Oscar-, imágenes de una belleza visual imponente y una factura técnica impecable

 

Con notable habilidad, el director se valió de canciones, afiches, programas de televisión, pinturas y, por supuesto, películas para anclar la historia en finales de 1970, un momento álgido en su país. Es llamativo que Cuarón no use las canciones como banda de sonido ni como un mero acompañamiento de las poderosas imágenes, sino en algunos casos como protagonistas centrales de las escenas.

 

El hecho de que las canciones salgan en la mayoría de los casos de una radio a transistores, de un tocadisco o de una banda en vivo y que sean cantadas por los personajes le da a la música un plano sustancial en el modo de contar del mexicano.

 

 

Un puntano en “Roma”

 

La primera sorpresa que se llevará el espectador puntano que vea la película es la presencia de una canción del villamercedino Yaco Monti en la película de Cuarón. “Lo que te queda”, en la versión de “Los pulpos” que fue un éxito en México en los 70, se escucha de fondo en una escena que no conviene develar. La banda que la interpreta consiguió gracias a la canción del sanluiseño buena repercusión en su país y años después se animó a otro cover: el de “Simpatía por el demonio”, de los Stones.

 

La protagonista central de “Roma” es una mujer silenciosa del servicio doméstico que escucha música en la radio mientras cumple con sus quehaceres. Y a veces tararea los temas, que sirven, como ya está dicho, como un muestrario recordatorio de la música popular mexicana de aquellos años.

 

 

 

Otro argentino, santiagueño, es el encargado de abrir la película en cuanto a las canciones. Mientras Leo Dan interpreta “Te he prometido”, Cleo, la protagonista, acomoda la casa. En esa misma actividad se suceden temas de artistas consagrados como Rocío Durcal con “Más bonita que ninguna” y Juan Gabriel con “No tengo dinero” que tiene un ritmo más cercano al “Club del clan” que a la música que más tarde desarrolló el fenomenal cantante. Una demostración de la sapiencia con la que Cuarón administra la música para pintar sus personajes tiene un primer tip en el momento en que el dueño de la casa donde trabaja Cleo llega a su vivienda y hace malabares para estacionar su espectacular Ford Galaxy en la estrechez de la cochera. Fumando, el conductor debe maniobrar hacia atrás y hacia adelante para acomodar el automóvil. Mientras lo hace, del estéreo sale la “Symphonie fantastique Opus 4”.

 

Luego de algunos pormenores en la trama, la esposa del conductor es quien debe –varios minutos después- repetir la tarea. La mujer, despechada y abandonada, viene con varios tragos de más y no tiene ningún cuidado en chocar el auto contra las paredes con la destrucción del chasis y del revoque. Esta vez, del estéreo sale “Mi corazón es un gitano”, de Lupita D’ Alessio, una reconocida baladista mexicana.

 

Como para terminar de completar la pintura de su personaje, cuando la mujer debe ingresar nuevamente a la cochera, esta vez con coche nuevo, de más fácil ingreso, el tema que la acompaña es “Cuando me enamoro”, de Angélica María, ícono de los inicios del rock mexicano que con el tiempo recayó en el género melódico.

 

En la fiesta de Navidad de la familia también hay una dicotomía interesante pensada por Cuarón. Cuando la cena está en pleno rodaje, los delicados comensales escuchan “I don’t know how to love him”, de Yvonne Elliman, el tema de “Jesucristo Superstar” que abre las referencias cinéfilas en la película con un refuerzo: en la pieza de uno de los chicos se ve un poster de la película y otro del Mundial del 1970, el que ganó el Brasil de Pelé y en el que Argentina no participó. En tanto que cuando llega la hora del baile, los festejantes caen en el lugar común de Dámaso Pérez Prado y su versión de “Corazón de melón”. Mientras, en la celebración de los pobres, donde va la servidumbre, en un tugurio de mala muerte, suenan “Margarita Margarita” y “Los ojos de Pancha”, del trío Chicontepec.

 

José José, que interpreta “La nave del olvido”; Javier Solís –considerado el rey del bolero ranchero y le hace honor al género en “Sombras (sombras nada más)”-; “Los terrícolas”, Ray Conniff, “Los dragones de Mazatepec”, “Las perlitas” y “Los socios del ritmo” son parte también de la banda de sonido pero en temas cuya presencia en la película no tienen tanto peso argumental.

 

La inclusión de “Bardomsnnine fra Norland”, que bien podría ser considerado el himno nacional de Noruega, es parte de la escena más surrealista del filme.

 

 

Otras películas

 

Uno de los pocos momentos de “Roma” en el que se ve a la familia unida sucede a poco de comenzar el filme en torno a un televisor donde se ve un programa humorístico. Muchos espectadores se habrán preguntado por el nombre del ciclo y las razones por las que causaban tanta gracia. A la primera pregunta, la respuesta es “Ensalada de locos”, una comedia de situación que se emitió por Televisa de 1970 a 1973. La segunda pregunta no tiene respuesta.

 

También la película hace repetidas menciones a “Siempre en domingo”, un clásico de Televisa que había comenzado a emitirse en 1969, un año antes del desarrollo de la película.

 

Para ubicar mejor al espectador mexicano en tiempo y espacio, Cuarón se valió de varias publicidades que fueron furor en aquellos años pero como la intención del director fue incluir a seguidores de todo el mundo en su película, el plan de recurrir a referencias cinematográficas resultó, una vez más, efectivo.

 

Un ejemplo es la salida de las dos empleadas domésticas con sus novios al cine. Las parejas asisten al estreno de “La hermana Trinquete”, una película de René Cardona que, efectivamente, debutó en las salas en 1970 con el protagónico de Silvia Pinal como una ladrona que en la huida de la Policía recae en un convento de monjas. Una curiosidad es que en el filme tiene un papel pequeño Roberto Gómez Bolaños, el creador de “El chavo”, acaso el mexicano con mayor incursión en el mundo.

 

En la escena de entrada al cine se puede ver que las carteleras anuncian para la semana siguiente “La gran juerga”, una cómica francesa sobre la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial que fue estrenada en Europa en 1969. En un guiño, el director ubica días después a Cleo y su novio Fermín en la sala mientras miran la producción francesa.

 

“Atrapados en el espacio”, conocida en el resto del mundo como “Marooned”, es otra referencia al cine y a la obra de Cuarón que aparece en “Roma”. Cuando la película llegó a México, casi un año después del estreno en Estados Unidos, todo el mundo quiso verla y la familia protagonista y su criada no son la excepción. Lo oculto es la innegable influencia que la película de John Sturges con Gregory Peck y Gene Hackman tuvo sobre “Gravedad” –incluso con escenas muy parecidas-, la película que le valió el Oscar al mexicano. ¿Podrá con “Roma” ganar su segunda estatuilla?

 

 

 

 

 

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