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Bioinsumos: un nuevo paradigma productivo

El uso de organismos naturales vivos, como hongos, bacterias, insectos y estratos de plantas, cada vez gana más fuerza como una alternativa biológica en la fertilización y control de enfermedades de los cultivos. La Universidad Nacional de San Luis organizó en Villa Mercedes una jornada para difundir sus beneficios.

Por Juan Luna
| 24 de noviembre de 2019
Sonrisas al aire libre. Los organizadores se mostraron satisfechos por la convocatoria y por la riqueza de las disertaciones.

“Tenemos que empezar a devolverle a la tierra, toda la comida que nos ha dado”. De esa manera, el emprendedor Javier Alarcón definió la misión que tienen los bioinsumos en la producción de alimentos. El hombre tiene una fábrica en Naschel de estimulantes biológicos y forma parte de una tendencia, todavía incipiente, pero cada vez más fuerte, de aprovechar la riqueza de la naturaleza para reducir el uso excesivo de agroquímicos en los suelos argentinos.

 

Sobre ese tema giró una jornada que organizó la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias (FICA) de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) en Villa Mercedes. La iniciativa partió, en concreto, de la cátedra de Horticultura de la carrera Ingeniería Agronómica, en la que los docentes y los estudiantes investigan diferentes especies y realizan ensayos para probar productos y estrategias de manejo con distintas condiciones ambientales.

 

Como buena anfitriona, la profesora titular de la materia, Patricia Bazán, fue quien abrió las charlas con un compendio de pautas para cuidar algunos cultivos hortícolas y con una definición en general de los bioinsumos.

 

"Son todos los productos que se originan a través de organismos benéficos vivos, como pueden ser las bacterias los hongos, los virus, los insectos o algún estrato de las plantas, y que se utilizan para controlar plagas, promover el desarrollo de cultivos, estimular el crecimiento, entre otras cosas", definió.

 

La ingeniera agrónoma sostuvo que las acciones que pueden desempeñar son múltiples, con efectos similares y a veces superiores a los productos sintéticos. Por lo que en algunos casos pueden reemplazarlos y en otros, pueden servir de complemento para los fitosanitarios tradicionales.

 

Entre las funciones que pueden cumplir aparecen aquellas asociadas a la fertilización o la estimulación de los cultivos, al ayudar a la planta o al suelo a captar o retener mejor determinados nutrientes. Por esa misma razón, muchas veces son utilizados en la remediación de los terrenos dañados o contaminados, ya que hay algunos estratos de plantas que sirven para absorber sustancias tóxicas o metales.

 

También funcionan como pesticidas y permiten controlar la aparición de plagas o malezas, o a prevenir determinadas enfermedades, e incluso ayudan a los cultivos a tolerar mejor las condiciones ambientales a las que a veces están expuestos, como el estrés hídrico o el calórico.

 

Los bioinsumos aprovechan la capacidad que tienen los ecosistemas naturales para regularse a sí mismos, y los utilizan para mejorar la eficiencia de la producción.

 

Una de las características principales de estos productos es que tienen una rápida degradación y no dejan residuos en el ambiente. Por lo tanto no producen riesgos para la salud de los agricultores y de los consumidores, por lo que mejora la inocuidad alimentaria, una exigencia cada vez más fuerte de los mercados internacionales y también de los consumidores, que quieren comer sano, según argumentó la docente.

 

Sin embargo, no solo reducen el impacto ambiental que generan los agroquímicos, sino que también ayudan a aumentar los rendimientos y a disminuir las pérdidas. Porque al provenir de elementos que están presentes en la naturaleza, requieren de una inversión más baja para fabricarlos.

 

La lógica de la implementación de este tipo de insumos es que los ecosistemas naturales tienen una gran riqueza para regularse a sí mismos, y que si se logra identificar los beneficios de cada componente, es posible aprovecharlos mejor para la producción.

 

“Se están empezando a conocer. Es la solución para un montón de problemas que están surgiendo a causa del uso excesivo de fertilizantes y estimulantes sintéticos. La utilización de los bioinsumos es el futuro y ojalá que se desarrolle de forma más rápida que hasta ahora, para darle a la producción argentina la posibilidad de encarar mercados en el exterior, porque cada vez el mundo está demandado productos que no usen químicos, por una cuestión de la salud humana y de la tierra”, agregó Alarcón.

 

 

Un camino sinuoso

 

El hombre es uno de los dueños de “Aminutric”, una joven empresa que hizo pie en Naschel y que se especializa en la elaboración de un estimulante biológico que ayuda a los cultivos a combatir el estrés al que se exponen continuamente.

 

Fue invitado a la jornada, junto a las personas que lo acompañan en el proyecto, para que pudieran contar su experiencia en primera persona, sobre un recorrido que no fue sencillo, pero que de a poco empieza a dar frutos.

 

En 2009, empezaron a hacer algunos desarrollos de biofertilizantes, motivados por las ventajas que veían en este tipo de productos y la posibilidad de realizar un emprendimiento económico. Pero en ese momento “era poco común hablar de estas cosas y todos te miraban raro”, admitió.

 

Eso los llevó a abandonar el proyecto por algunos años. Pero con una mayor conciencia del tema y una necesidad de establecer un nuevo paradigma agrícola, en 2017 tuvieron viento a favor para emprender su vuelo.

 

En San Luis encontraron el escenario ideal para llevar adelante su idea. “Es un lugar espectacular para esto, porque es el que más sufre estrés por frío, por calor, por su clima semiárido. Eso nos da la oportunidad más fehacientemente de demostrar que esto funciona. Si estuviéramos en una Zona Núcleo es más difícil porque las producciones son altísimas, pero acá mejorando un 10% ya mostramos la eficiencia de estos productos", resaltó, el nativo de Córdoba, también valoró la recepción de la provincia: "Me ha sorprendido la apertura y el apoyo que estamos teniendo".

 

La región elegida fue el Valle del Conlara, porque por la gran cantidad de explotaciones agrícolas que existen allí, se volvía una buena plaza para llegar con un producto pensado para mejorar la eficiencia de los cultivos. Pero también porque en esa zona encontraron la principal materia prima para poner en funcionamiento su proyecto: residuos de frigorífico.

 

Es que la gran novedad del trabajo de "Aminutric" fue la posibilidad de aprovechar la sangre animal que los establecimientos industriales desechaban y transformarlo en un fertilizante para las plantas. La clave del proceso es la extracción de los aminoácidos, que son moléculas que están presentes tanto en vegetales como en animales.

 

Los cultivos las producen por sí mismas y las necesitan para generar proteínas, pero al agregarlas al suelo se reduce el gasto energético que necesitan para sintetizar esos aminoácidos y les da mayor resistencia para combatir estrés por enfermedad, plagas, falta de agua, por estar en floración o produciendo frutos.

 

El efecto que empiezan a notar en los cultivos es el crecimiento de las raíces, la activación de hormonas, la mejora en la floración, lo que en definitiva eleva el rendimiento.

 

Pero para demostrar el funcionamiento y convencer a sus potenciales clientes, la empresa ha tenido que realizar una serie de ensayos en hortalizas, soja, pasturas y trigo, y todavía continúa realizando pruebas.

 

"Todavía falta mucho camino por recorrer. Pero ahora ya se está hablando más intensamente del tema. Sin embargo, detrás de los fertilizantes sintéticos hay empresas monstruosas que tienen un poder de publicidad enorme, que no lo tenemos nosotros. Yo creo que de a poco se va a ir avanzando, demostrando día a día que esto ayuda no solo a la producción, sino también a las buenas prácticas agrícolas. El productor y el aplicador pueden usar estos insumos tranquilos, sin tanta protección porque es algo inocuo, sin riesgo para su propia vida", reflexionó el director del emprendimiento.

 

 

Encender la mecha

 

Héctor Hernández fue otro de los invitados a la jornada de la UNSL. El hombre tiene más de dos décadas de experiencia como desarrollador y vendedor de los productos del laboratorio "Mycophos", uno de los fabricantes de fertilizantes biológicos de mayor importancia en el país.

 

"Desde hace quince años que hacemos ensayos en diferentes universidades y en estaciones de INTA, con excelentes resultados. Lo que quizá nos faltó es mostrarnos y hacernos conocer más", admitió el ingeniero.

 

Él también reconoció que los bioinsumos no han tenido la repercusión y la expansión que podrían haber tenido, pero vio con buenos ojos el crecimiento que consiguieron en los últimos años, gracias a una mayor conciencia de los efectos ambientales de los abusos en la fertilización química.

 

Contó que de a poco empiezan a ver una mayor aceptación entre los agricultores, más allá de que todavía les queda mucho terreno por conquistar. "La gente es reacia a los cambios, más que todo los productores, porque son personas conservadoras. Pero nosotros estamos creciendo mucho en cantidad de hectáreas y de cultivos", expresó.

 

Para lograr ese convencimiento, reconoció como fundamental la investigación y la realización de ensayos en terreno. "Hemos hecho un trabajo muy intenso de evaluar y mostrar. En este momento hay una decisión política de las municipalidades, que en los cordones externos de las ciudades grandes no puedan trabajar con otra cosa que no sea orgánico o biológico. Así que hay un espacio muy importante al que estamos apuntando", agregó.

 

En su disertación explicó el funcionamiento de los principales productos que fabrica y comercializa su empresa. Uno ayuda a mejorar el aporte de fósforo durante el ciclo de las pasturas y verdeos, y permite reducir hasta un 50% la aplicación de fertilizantes sintéticos. Mientras que otro se basa en el uso de micorrizas (una asociación entre hongos y las raíces de las plantas) para mejor el sistema radicular de las plantas y ayudarlas a captar más nutrientes del suelo.

 

Los efectos positivos que Hernández enumeró son muchísimos y van desde el aumento de nutrientes naturales y la mejora biológica del suelo, hasta la disminución de enfermedades, un aumento del tamaño de tallos de las plantas, del número de flores, una mayor homogeneidad en los frutos e incluso una mejora en el sabor, entre otros.

 

En el cultivo que más éxito y reconocimiento ha tenido es la frutilla, pero han ido ganando terreno en otras especies, como caña de azúcar, tabaco, papa, maíz, soja, girasol, arándano, ajo, olivo, sorgo, lúpulo, lechuga, manzana, pera, entre otros. 

 

La horticultura es el ámbito en el que más conciencia hay sobre el uso de insumos biológicos. "Yo vengo de Río Negro y hay un gran sector en el que es todo orgánico, porque las exportaciones a Europa exigen eso y ya hay una cultura de este tipo de producción. Además, hay un control muy fuerte de Senasa sobre el tema", reflexionó.

 

En cambio, una de las limitaciones para que las fertilizaciones naturales ganen más protagonismo en los cultivos anuales, como el maíz y la soja, es que "el productor busca un resultado mucho más rápido, mientras que los bioinsumos requieren más paciencia", señaló.

 

 

El futuro llegó

 

La gran mayoría de los asistentes a las jornadas eran estudiantes de la misma carrera, algo que por un lado es lógico por estar en su propia "casa", pero que también demostró que el cambio de paradigma se terminará de conseguir de la mano de las nuevas generaciones.

 

"Nosotros creemos que es la forma, hay que ir hacia la juventud para que esto crezca cada vez más ahora y en el futuro", opinó Hernández.

 

Esa transformación ya empezó a gestarse en las aulas y lotes de la facultad villamercedina. José Boffa, un estudiante avanzado de Ingeniería Agronómica, les contó a los asistentes la investigación que lleva adelante en el predio universitario. Consiste en un ensayo comparativo para evaluar el rendimiento y la sanidad de las plantas de ajo con la aplicación de diferentes tipos de fertilización.

 

Las pruebas que realiza son en cuatro franjas con condiciones diferentes: en la primera hizo una fertilización tradicional con urea, en la segunda utilizó el producto de "Mycophos" aplicado en las raíces y las hojas, la tercera quedó como lote testigo, y en la cuarta hicieron una combinación de urea con el insumo biológico.

 

Al final del ciclo podrá analizar qué efecto tuvo el producto en el ajo y si realmente ayudó a mejorar el crecimiento de las plantas y los frutos, y si contribuyó al control de enfermedades y plagas comunes.

 

En los pasillos y boxes de la casa de estudios, hay otros ensayos e investigaciones que realizan tanto estudiantes como docentes, que buscan conocer y difundir los beneficios que pueden traer este tipo de productos a la producción agrícola.

 

En la misma dirección, el sector privado empieza a ver en los bioinsumos una alternativa potable para desarrollar algún emprendimiento económico, y los agricultores los consideran cada vez más para mejorar la eficiencia y la sustentabilidad de sus trabajos.

 

De esa forma, sin prisa pero sin calma, una nueva forma de concebir la producción y el agro, con la mirada puesta no solo en la rentabilidad, sino también en la salud de los consumidores y en la conservación de los recursos naturales que tanto le han dado a la economía argentina a lo largo de la historia.

 

Los bioinsumos tienen muchas acciones: desde mejorar la captación de nutrientes, estimular  el crecimiento de cultivos y hasta controlar plagas.

 

 

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