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El legado de Gabo

Las cenizas de Gabriel García Márquez descansan en su amada Cartagena y los homenajes se multiplican. Pero su archivo personal fue vendido a una universidad de estados unidos, un país por el que no tenía simpatía.

Por Pablo Petrolini
| 17 de abril de 2019
Los recordatorios a Gabo son la otra cara de la decisión de su familia de vender el archivo personal en 2,2 millones de dólares a la Universidad de Texas.

A las 9 de la mañana el calor de Cartagena aprieta. En la entrada principal del Claustro de la Merced, donde nace la calle Don Sancho, frente a la muralla, sólo el pequeño postigo está abierto. Sobre el playón frente al edificio se detiene un colectivo y desciende un grupo de jubilados canadienses (tez blanca, sombrero panamá, celulares en mano) que se avalancha sobre el portón principal a punto de abrirse. El Claustro, que ahora pertenece a la Universidad de Cartagena, cobija en su patio interno los restos de Gabriel García Márquez y se ha convertido en un lugar de peregrinación y parada obligada de los paseos por la ciudad. El pulular de turistas y curiosos seguramente contrastaría con la voluntad del propio Gabo pero es el "precio" a pagar para respetarle la voluntad confesada a sus más íntimos de regresar hecho cenizas a la ciudad amurallada, luego de vivir sus últimos años en la Ciudad de México, donde murió el 17 de abril de 2014.

 

La repatriación del escritor colombiano es uno de los tantos gestos y homenajes que transcurrieron en los cinco años después de su muerte. Otros están inconclusos o se cocinan a fuego lento como la construcción de un espacio físico para el Centro Gabo, que ya tiene su sede virtual (centrogabo.org). La idea es impulsada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (creación del propio García Márquez) que, en conjunto con el Ministerio de Cultura, la Alcaldía de Cartagena y la Gobernación de Bolívar puso en marcha la remodelación del Palacio de la Proclamación, en pleno centro cartagenero, muy cerquita del Museo de la Inquisición, la plaza Bolívar y el Portal de los Escribanos, aquel donde Florentino Ariza le regalaba a los enamorados que no sabían escribir, cartas de amor para que entreguen a sus amadas (“El amor en los tiempos del cólera”). Las obras del Centro están retrasadas. La intención era que estuvieran listas para mediados de 2018 pero aún no tienen fecha de inauguración. Los recordatorios y homenajes a Gabo son la otra cara de la polémica decisión de su familia de vender el archivo personal del escritor en 2,2 millones de dólares a la Universidad de Texas en Austin (EE.UU.). Manuscritos inéditos, notas, fotos y correspondencias pasaron a formar parte del Centro Harry Ransom, que tiene en su haber archivos y objetos de otros escritores como James Joyce, William Faulkner, Ernest Hemingway, Virginia Wolf y Jorge Luis Borges.

 


 


El patio del Claustro de La Merced cobija las cenizas de Gabo desde el 22 de mayo de 2016.

 

 

 

La relación de García Márquez con el país del norte fue siempre crítica y tirante desde que alguna vez le negaron la visa de ingreso por considerarlo "peligroso", hasta su expulsión como corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina, pasando por anécdotas casi divertidas como cuando se burló de los controles "gringos" y logró colarse en la firma del tratado Torrijos - Carter (por el cual en 1977 EE. UU. acordó la devolución del Canal a Panamá). Si a eso se suma la devoción del escritor por Latinoamérica, todo apunta a poner en duda que su deseo haya sido que semejante patrimonio personal descanse en tierras estadounidenses, por más que de manera virtual se pueda acceder a casi la mitad de ese material.

 

 

De la magia a la tiranía

 

En plena fiebre de las historias por entregas, Netflix acaba de capturar un tesoro (o una brasa): “Cien años de soledad”, la obra insignia de Gabriel García Márquez, será adaptada para convertirla en una serie.

 

El desafío es gigante: traducir en imágenes la magia de las palabras. Alguna vez el propio Gabo incursionó en ese terreno y se dio cuenta de que el resultado no era el mismo que el de sus textos, aunque siempre recomendó el recorrido inverso, es decir, utilizar la técnica del guionado cinematográfico para describir ambientes, personajes, escenas.

 

Es casi una obviedad: el cine (o la imagen), a diferencia del texto, es un arte tirano en materia de imaginación. Cada personaje es lo que es, lo que se está viendo y no otro. Y hasta hay algo de capricho del director en esa construcción. Por eso los escenarios, diálogos y protagonistas que pueda mostrar la futura serie entrarán en conflicto con cada uno de los miles de lectores de “Cien años de soledad” que han recreado en sus mentes las imágenes de Macondo, las de cada uno de los Buendía, la de Remedios la Bella, la de Melquíades o la de los pícaros gitanos saltimbanquis.

 

Hay infinidad de libros que salieron airosos en sus versiones llevadas a la pantalla. Pero esto es otra cosa. Esto es el realismo mágico. Y a través de la imagen no sólo va a ser difícil hacer sentir el sopor del Caribe colombiano o el olor a la guayaba, sino también narrar con la naturalidad que leemos en los textos de Gabo el diálogo entre vivos y muertos, la posibilidad de que un diluvio dure cuatro años, once meses y dos días, que lluevan flores amarillas o existan enfermedades imaginarias, como las pestes de amnesia o insomnio. Por eso Netflix acaba de agarrar una brasa, más que apropiarse de un tesoro. Porque habrá decepción cuando cada uno de los personajes tome forma y color en el streaming de la pantalla. No será lo mismo que teníamos en mente.

 

¿Cosechará la serie los mismos laureles que otras producciones? La duda se justifica ya que Netflix se ha mostrado especialista en lanzar al éxito otro tipo de historias como las vicisitudes de la corona británica, la vida de un cantante latino separado de su madre y maltratado por su padre o las aventuras de unos "Robin Hood" modernos que asaltan la Casa de la Moneda en España. Independientemente del resultado comercial, muchos también recorrerán el camino a la inversa: tras ver la serie, buscarán leer el libro. Pero ya no será lo mismo porque estarán a merced de la dictadura de las imágenes que le habrán dado, de manera caprichosa, forma y carácter a cada uno de los personajes y escenas.

 

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