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El Fiat 600 que se transformó en taxi: el viaje a la ilusión de una niña

Por amor a su hija, un chofer de Transpuntano armó un Fiat 600 como si fuera un verdadero taxi. El auto había sido propiedad de "Feco" Schmid que se lo regaló. Es único en el país. Fiat Argentina reconoció su creatividad.

Por Johnny Díaz
| 24 de junio de 2019
Pérez Gatica. "Armé el auto en homenaje a mi primer trabajo cuando vine del campo y por el amor a mi hija". Fotos: Leandro Cruciani.

Pablo Franco Pérez Gatica, nació en el campo, un lugar denominado La Jovita, a unos 30 kilómetros al norte de la localidad de La Carolina, vecino de la estancia "Rancho Suizo" y alumno de la escuela pública de El Trapiche.

 

De chico mostró mucho interés en los "fierros", en el deporte motor. Pasión que lo llevó muy tempranamente a codearse con quien con el tiempo sería uno de sus mejores amigos, Federico "El Feco" Schmid, hombre nacido en El Trapiche y uno de los más grandes representantes del automovilismo sanluiseño.

 

Lejos estaba de imaginar que muchos años después sería piloto de autos, remisero y chofer de colectivos urbanos. Y mucho menos que le cumpliría un sueño a su pequeña hija María Victoria; el tener un Fiat 600 y transformarlo en un taxi de ilusión.

 

Pérez Gatica cuenta que él era remisero y en un viaje que hizo al barrio San Martín llegó al taller de los hermanos Soto y sin querer se encontró frente a un casco de auto que en alguna oportunidad "había sido de carrera".

 

La historia del Fiat 660 taxi, comenzó en El Trapiche, donde concurría a la escuela de ese lugar y se hizo amigo de la familia de "El Feco" Schmid que preparaban un auto para competir en la categoría 850 cc.

 

"Yo tenía 17 o 18 años, fui a ese taller porque me gustan los 'fierros' quería ayudar y aprender el oficio, lavaba piezas del motor, barría, ordenaba las herramientas y además escuchaba las palabras y los consejos del reconocido piloto".

 

"Él tenía un familiar de apellido Fleitas, que en principio sería quien correría el auto pero no anduvo bien y me ofreció la posibilidad de que yo lo condujera. Y así fue, después de varios ensayos y muchos consejos, fuimos a correr a La Vuelta de San Francisco, salimos segundo, fue un carrerón, estaban los mejores pilotos de la 850 de aquellos años".

 

"La otra fue en El Virorco donde ganamos y así nos fuimos proyectando hasta que con el tiempo nos fuimos alejando, yo me vine a San Luis a buscar trabajo porque la situación en el campo estaba muy mala".

 

"Pasó un tiempo y conseguí trabajo de remisero, me sentía bien con ese trabajo, lo hice durante 12 años, hasta que en un viaje al barrio San Martín encontré el casco del auto que había corrido una década atrás".

 

Pablo señala que ver el auto en esas condiciones le dio un dolor en el pecho y que fue hasta la casa de los Schmid en la calle Almirante Brown al 700 para hablar con su amigo y contarle lo sucedido.

 

"Feco' estaba muy enfermo, recordar esas historias le hacía mal pero pese a todo y después de hablar con su señora, me regaló lo que quedaba del famoso 600 que tantas satisfacciones nos había dado. No lo podía creer".

 

"Dejé el auto en el fondo de mi casa, había nacido mi hija y con el tiempo se fue encariñando con el Fiat, lo usaba como un juguete grande, la madre le había puesto cortinitas, y ella con sus muñecas y otros juguetes pasaba largas horas encerrada en lo que había quedado del auto, en realidad era como su casita donde pasaba horas entretenida, para colmo acá cerca hay un grupo de jóvenes que formaron el 'FanaFito', un club de autos Fiat 600 y mi hija se desesperaba cuando veía pasar la caravana de esos autos". Agrega.

 

El conductor de ómnibus, vecino del barrio 157 Viviendas, dice que ver a su hija feliz, jugando en ese viejo casco, hizo que se decidiera a tratar de rearmarlo y de un momento a otro estaba inmerso en la restauración de quien en épocas doradas había sido imbatible. Y así fue.

 

"En mis tiempos libres, fui montando mi propio taller, donde no faltaba nada, con un amigo (Mario Pérez) fuimos mirando y enderezando chapas, descascarándolo para darle forma al proyecto mientras mi hija en su ilusión dibujaba en un papel el auto que quería".

 

Recuerda que años atrás en el tramo que va de La Carolina a San Francisco y cerca de El Amago, sufrieron un vuelco producto de la rotura de un semieje, su navegante era un muchacho de El Trapiche, Guevara. "Por eso el techo del auto todavía muestra unos abollones que seguramente los eliminaremos a la brevedad, reforzamos el piso y regulamos las puertas".

 

Haberse encontrado con el casco, las ruedas y la jaula antivuelcos, no garantizaban nada. Por eso hubo que fabricar algunas piezas, (muchas no hay en el mercado) bujes, tablero, instrumentales, limpiaparabrisas, vidrios, palanca de cambios, butacas, asientos traseros, cintas de freno y rectificar las campanas etc, etc.

 

"Vendí una camioneta Chevrolet que usaba para fletes y destinar todo ese dinero en la compra de insumos y repuestos para el auto. Hasta mi hija vendía juguetes por Facebook. De eso no me quiero ni acordar." Dice recordándolo.

 

"Después de lijarlo completamente, fue masillado y pintado de negro. El color amarillo se le dio después. Se rectificó el motor y quedó como si fuera un cero kilómetro, recién ahí se procedió a ensamblar pieza por pieza".

 

Su hija que mira atentamente todos los movimientos de la casa, con sus inocentes ocho años, dice que muchas veces le habla al auto como si fuera una persona y que para ella es lo más lindo que le pudo suceder.

 

"Hasta mi 'seño', dice que el auto es hermoso y que muchas veces la gente se acerca para sacarse fotos o pedir que oficie de taxi en la noche de un casamiento o un aniversario". Señala la pequeña.

 

"Nada de eso podrá ser porque la dueña del auto es mi hija y no lo presta a nadie". Dice con un guiño egoísta Pérez Gatica.

 

El ex piloto fue muchas veces tentado por interesados en comprar el auto pero él contesta: "Nunca estuvo en mi cabeza venderlo, lo hice por amor a mi hija y ahí se queda". Dice firmemente.

 

Dueño en alguna oportunidad de un Kaiser Carabella, también le ofrecieron trabajo para restaurar autos antiguos y otros no tanto pero siempre optó por la negativa.

 

El auto es toda una novedad y nunca se vio algo parecido en el país, de hecho han sido reconocidos por Fiat Argentina y varias organizaciones sociales sin fines de lucro y clubes como: "El Club del 600", "Pasión por el Fitito" o "Amigos del 600", quieren sumar al "taxi de San Luis" a sus encuentros.

 

Una revista especializada en estos temas, señala en una de sus columnas la responsabilidad y el amor que se tuvo al armar el auto cuando este venía de un casco todo oxidado y abandonado en el  fondo de un taller mecánico.

 

"Creería que algún día y si mi hija quiere, el auto pasará a un museo o a alguna institución deportiva, sería un honor que así fuera. Nuestra historia no es igual a otra, este auto fue armado con muchísimo amor, por lo que representó para mí cuando corría junto al mejor piloto de San Luis y no era nadie y por el amor que María Victoria tiene por él.

 

Su hija, a su lado agrega: "Mi papá me dijo que quería hacer mi fiesta de quince años o repintar el auto, yo le dije que lo pintara a nuevo, la fiesta mucho no me interesa. Quiero mi fitito como si fuera una persona, muchas veces hasta le hablo, lo cuido mucho y pese a que han venido a comprarlo, siempre dije que no".

 

El auto está disponible para las fotos y le llueven las invitaciones a los encuentros que los clubes de la marca hacen en el país.

 

"Hoy lo usamos pero generalmente está estacionado en la casa, mi hija lo pone en marcha todos los días y hasta lo sabe manejar, es un integrante más de la familia".

 

Pérez Gatica dice a modo de despedida que el fitito tiene todo lo que un taxi debe tener, reloj fichador, sombrerito en el techo, radio-taxi, faros antinieblas, bocina, y una símil a las tarjeta identificadora que todo auto de pasajeros debe llevar. No falta nada y también tenemos toda la documentación, la ficticia y la verdadera".

 

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