Sesenta veces diez

Hoy cumple 60 años el chico que mejor jugó el juego que tanto amamos, el de los dos sueños que parecían inalcanzables, frente a una cámara de televisión y en el área chica de un potrero de Villa Fiorito después de hacer malabares con la pelota.
El quinto hijo de los ocho que tuvieron doña “Tota” y “Chitoro”, el “10” de los sensacionales “Cebollitas”, el “gordito” de los cuatro goles de Argentinos al arquero más loco.

El que hizo madrugar a un país con su concierto en Japón cuando todavía era un adolescente, el que “vale 10 palos verdes y cuando va a la cancha la '12' le agradece todo lo que se merece”, el que dejó chapoteando en el barro al "Pato" más inmenso y hasta el fotógrafo que quiso frenarlo.

El petiso retacón que dejó al español Juan José abrazado cual koala a un palo del Santiago Bernabéu. El “santo” más venerado de los napolitanos, quien le puso unas gotas de justicia al desigual fútbol italiano. 

El que nubló la vista de un árbitro como un sol azteca, el que danzó a toda velocidad entre Samson, Berdsley, Raid, Butcher, Fenwich y Shilton, el que cumplió el sueño de pibe, el del beso más lindo a la copa, el del tobillo como un pomelo, el que lloró por no volver a besarla. 

El de la adicción maldita, el más querido, el odiador y el más odiado, al que le cortaron las piernas, el de los errores que lamentamos.

El más famoso que el Papa, por lo bueno y por lo malo, el conductor de TV, el entrenador, el magnético, el extraterrestre, el Dios pagano, el que se equivocó, pagó y no manchó la pelota. El humano.