Juan Alasia: "Tengo que enfrentar esta dura realidad día a día"

Juan Alasia sabe lo que es correr. Sabe lo que es el esfuerzo, el sacrificio. Este delantero rapidito, que cada fin de semana desborda por las puntas para buscar al compañero mejor ubicado, en los días de semana trabaja de basurero, un trabajo sacrificado. Y en épocas de pandemia, muy riesgoso. Pero "El Peru" no se achica, como cada domingo cuando defiende los colores de El Trapiche.

“En mi familia somos siete hermanos, mi mamá, mi padrino y mi novia. Mi mayor preocupación es por ellos. Tomamos todos los recaudos. Principalmente yo. Barbijo, guantes. Y cuando llego a casa me lavo bien las manos con jabón o alcohol y me saco la ropa del laburo, la pongo un rato en remojo y después a lavar. Pero siempre está la preocupación. Yo paso muchas horas en la calle y con la recolección de basura estás más en peligro. Pero bueno, es lo que hay y tengo que enfrentar esta dura realidad día a día”, dice Juan.

Corre entre siete u ocho kilómetros, pero no en la cancha, sino en la calle recolectando basura. De 13 a 19 desafía este miedo que se apoderó de todos. El coronavirus está instalado y tiene en vilo a toda la población. “Veo que la gente tomó más conciencia, que se cuida. Acá en el pueblo no se ve tanta gente en la calle, y eso te da tranquilidad, principalmente por los niños y los adultos mayores”, asevera  con la voz firme, como cuando pide la pelota para encarar hacia el arco.

La vida de Juan no fue ni es fácil. La luchó y la sigue luchando. Es un agradecido porque tiene trabajo. A los 23 años disfruta de la familia. Le gusta pasar gran rato con la vieja y el padrino, y tener esas charlas interminables. Es feliz cuando en la mesa están todos y la conversación se extiende, aunque a veces el sueño le gane. Salir a dar una vuelta con la novia o verla del otro lado del alambrado cuando juega para El Trapiche. Esas pequeñas cosas, pero que a la vez son enormes, según con el amor que se las mire.

En su hábitat natural. Con la camiseta del "Diablo de las Sierras".

“El fútbol me sacó de la calle. Es todo para mí, ya que evitó que tenga malas juntas. Hay una persona que me dio una mano muy grande: 'Panchito' Garay. Siempre nos llevaba a jugar al fútbol a mí y a mis amigos. Nos subía a todos en el Falcon celeste y nos llevaba a entrenar. Todavía nos sigue a todos lados cuando jugamos. Un gran hombre”, afirma "El Peru" con una lágrima que asoma en su mejilla.

Mientras piensa su próxima respuesta, toma aire y respira profundo. Sueña con poder progresar. Ayudar más a la familia. Pero hay algo que no lo deja dormir. Todavía mastica bronca por ese ascenso que se le escapó el año pasado con El Trapiche. Quiere la vuelta olímpica. Abrazarse fuerte con los compañeros, que al igual que él, hacen un enorme esfuerzo para entrenar, ya que tienen que hacer magia para dividirse entre el trabajo, la familia y el club.

Juan corre todos los días detrás del camión recolector de basura. Siente miedo por él y su familia, pero enfrenta esa realidad todos los días, porque sabe que en cada fin de jornada están los suyos esperándolo en el calor del hogar.

Cierra los ojos y piensa en que ya terminó todo. Que el coronavirus fue una pesadilla, que se puede abrazar con su gente, que el peligro ya no está latente. Que los niños volverán a saltar en la plaza del pueblo y que todo volverá a ser como antes. "El Peru", ese pibe familiero que encara a toda velocidad por las puntas en las canchas del fútbol de San Luis, sueña con el ascenso y con que el mundo recupere la vida que tenía.