SAN LUIS - Viernes 17 de Mayo de 2024

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Científicos de cuatro países están más cerca de la vacuna

Los siete proyectos trabajan en cuatro plataformas distintas y todos ya se están aplicando a personas sanas voluntarias.

Por redacción
| 03 de mayo de 2020

Un grupo de laboratorios, junto a científicos de cuatro países, trabaja para lograr lo antes posible una vacuna que pueda contrarrestar la pandemia de coronavirus. En Estados Unidos hay dos trabajos en marcha: a uno lo comanda un consorcio integrado por el laboratorio Moderna y el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (Niaid), mientras que al otro lo desarrolla el laboratorio Inovio Pharmaceuticals.

 

En China hay otros tres equipos de trabajo: la compañía CanSino Biological Inc con el Instituto de Biotecnología de Beijing; el del laboratorio Sinovac Biotech y el que conforma el Instituto de Biología de Beijing asociado al Instituto de Productos Biológicos de Wuhan.

 

 

 

La británica Universidad de Oxford también tiene un equipo que ya realiza pruebas en humanos, y en Alemania se unieron los laboratorios BioNTech (alemán), Fosun Pharma (chino) y Pfizer (estadounidense).

 

La doctora en Bioquímica de la Universidad de San Luis, María Silvia Di Genaro, realizó para El Diario de la República un trabajo especial en el que analizó estos siete proyectos, para explicar las diferentes técnicas que utiliza cada uno, las fases de desarrollo que transitan actualmente y las posibilidades de éxito que pueden alcanzar en un futuro próximo. Lo primero que destacó la investigadora del Conicet fue la importancia de las vacunas, porque según dijo “salvan millones de vidas en todo el mundo, pero además han permitido erradicar una enfermedad muy grave como la viruela, controlar otras con alto grado de mortalidad y varias que dejan secuelas como la poliomielitis”. Y en esta pandemia que afecta a todo el mundo “queda demostrada cada vez más la necesidad de las vacunas ya que enfrentamos un agente infeccioso nuevo sin contar aún con una para este virus”, agregó.

 

Para el caso del coronavirus explicó que “se busca neutralizar la proteína S, que es la espiga o aguja del virus que funciona como su llave para ingresar en las células del cuerpo, infectarlas y así generar varias copias de él. Al ser tan importante esta proteína se transforma en el blanco de las vacunas para provocar la respuesta inmunológica que después bloqueará esa llave, evitando que el virus infecte a la célula”.

 

Según detalló, hay cuatro tecnologías o plataformas que se utilizan para el desarrollo de estas vacunas: “El proyecto de la empresa de biotecnología Moderna (EE.UU.) y el de los laboratorios aleman (BioNTech) y norteamericano (Pfizer) utilizan el método ARN; es decir que la desarrollan con información genética para que las propias células de una persona sinteticen esa proteína S”.

 

La farmacéutica Inovio (EE.UU), que cuenta con el apoyo económico de la Fundación de Bill y Melinda Gate, estudia una vacuna ADN: “Trabaja con la información genética para que del mismo modo la proteína S pueda ser sintetizada en la propia célula de la persona que recibe la vacuna”, detalló. Los dos desarrolladores chinos (Sinovac y los institutos de Beijing y Wuhan) lo hacen con el virus completo inactivado: “En este caso está muerto y se inyecta en el orgnismo para que reciba la información y pueda generar los anticuerpos”, agregó.

 

Mientras que los científicos de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y los profesionales de CanSino Biological (China) están detrás de una vacuna “que emplea un vector viral no replicativo, un adenovirus que no es dañino y no tiene la capacidad de replicarse; solamente transporta la información genética de esa proteína S, de tal manera que empiece a expresarse en la persona vacunada”, ejemplificó.

 

Según el registro de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hoy existen en Fase Preclínica 76 proyectos de vacunas en el mundo que recién trabajan en pruebas de cultivos de células y en modelos animales donde se experimenta la capacidad de despertar al sistema inmune y poner en marcha los mecanismos de defensa.

 

En cambio, de estos siete proyectos avanzados, cuatro ya pasaron a Fase I: “Es decir, se prueban en un pequeño grupo de personas voluntarias para saber si no causan efectos adversos”, explicó la investigadora. A esa etapa ingresó el 16 de marzo el proyecto de Moderna (EE.UU.); Inovio (EE.UU.) lo hizo el 11 de abril; Sinoviac Biotech (China), el 20 de abril; y BioNTech & Pifzer (Alemania y EE.UU.) lo hará el 22 de este mes.

 

“La Fase II implica un ensayo en un mayor universo de voluntarios, de quinientas hasta mil personas, donde se prueban su efectividad, la activación de los mecanismos de defensa y la forma de dosificarla. En este proceso están CanSino Biological (China) desde el 10 de abril y desde el 23 del mismo mes la Universidad de Oxford (Reino Unido); igual que el Instituto de Biología de Beijing (China)”, informó Di Genaro.

 

Si logran buenos resultados, entonces los espera la Fase III, donde la vacuna se debe aplicar a miles de personas sanas para medir su efectividad además de los posibles efectos secundarios poco frecuentes que pueden surgir de una muestra más grande. En este punto la experta indicó que “debido a los tiempos de la pandemia, una vacuna que llegue a esta fase debe tramitar las licencias que otorgan los entes internacionales de Estados Unidos y Europa.

 

Después se continúa con la Fase IV, en la cual se produce a gran escala, se comercializa y se administra con planes de vacunación. “Pero se siguen monitoreando los posibles efectos adversos”, aclaró.

 

Resaltó que para lograr el desarrollo de una vacuna “es necesario contar con un apoyo económico muy importante y uno de ellos es el que brinda la organización Coalición para la Innovación y Preparación de Epidemias, fundada en 2007 y que tiene su sede en Oslo (Noruega). La CEPI (por sus siglas en inglés) está integrada por países como Estados Unidos, China, Alemania e Israel, que además están asociados a empresas farmacéuticas multinacionales”. Y destacó que tiene como propósito acelerar el desarrollo de las vacunas a través de la financiación que otorga y favorecer el acceso equitativo para todos los países.

 

“También será muy importante que la empresa que logre desarrollarla produzca grandes cantidades para que llegue a todo el mundo y pueda cumplir con lo que se denomina buenas prácticas de manufactura, que es asegurar que la vacuna se va a producir siempre de la misma manera que lo hizo en las fases de desarrollo clínico”, explicó Di Genaro.

 

Si bien destacó que las siete investigaciones son muy importantes, valoró que “la de CanSino Biological con el Instituto de Biotecnología de Beijing (China) es la más interesante porque utiliza la plataforma del adenovirus, la misma que se usó para desarrollar la vacuna contra el ébola que en noviembre del año pasado recibió una aprobación de la OMS por ser muy efectiva y segura. A esa vacuna la produce el laboratorio canadiense Merk y fue un gran avance”. “Al emplear —dijo— esa misma plataforma para el caso del coronavirus me parece que podría ser una vacuna muy promisoria”.

 

Además, señaló que los ensayos clínicos de este equipo “comenzaron en marzo y ya pasaron la Fase I con una cantidad de voluntarios significativa, fueron 108, y eso es muy prometedor”. También recordó que la investigación de la Universidad de Oxford utiliza la misma técnica y también está en la Fase II: “Esos investigadores dicen que podrían tenerla en un plazo de seis meses, lo cual implica que son bastante optimistas. Y si lo logran sería muy importante”.

 

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