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La OMS, un organismo que “recalcula” más de lo debido

La irrupción inesperada del coronavirus provocó que personas e instituciones de todo el mundo deban reconfigurar semana a semana sus GPS para saber dónde están parados. La velocidad de propagación de la COVID-19 no perdona a nadie, y ni siquiera ha salvado del desconcierto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que a lo largo de la pandemia se ha caracterizado por cometer varios errores y por “recalcular” de forma permanente en sus diagnósticos y recomendaciones.

 


El último capítulo de esta saga plagada de idas y vueltas ocurrió esta semana. Un grupo de “altos responsables” del organismo emitió un comunicado que generó perplejidad entre los científicos, ya que consideraba como “muy raros” los casos de transmisión del coronavirus de parte de personas asintomáticas portadoras del virus. Sin embargo, y solo 24 horas después, la misma OMS se desdijo y señaló que los resultados que respaldaban esa aseveración procedían “de un reducido número de estudios”.

 


Las equivocaciones suceden desde el inicio de la pandemia. Muchos observadores dicen que la institución, por razones políticas, tuvo una postura condescendiente con China, país de origen de la COVID-19 y que es acusado de haber ocultado datos epidemiológicos que podrían haber sido de gran utilidad para diseñar estrategias de prevención más eficaces. Al gigante asiático también le achacan la destrucción de pruebas de laboratorio y de intimidar a médicos locales que habían alertado sobre la peligrosidad del coronavirus.

 


Afirman que otra omisión grave de la OMS fue haber desestimado la advertencia lanzada por Taiwán a fines de diciembre, cuando este país alertó que la transmisión del virus podía producirse entre seres humanos. Sin embargo, todavía en enero la institución mantenía que las investigaciones no aportaban “pruebas concluyentes” de que el contagio pudiera darse por esta vía. Luego, el organismo ensayó una tímida y ambigua rectificación, y argumentó que no había datos “suficientes” para sacar conclusiones definitivas. Pero tras esta aseveración volvió a “recalcular” y, finalmente, reconoció que la infección entre personas era posible.

 


Ni siquiera con el uso de los tapabocas se envió un mensaje claro e inequívoco. En marzo, la Organización Mundial de la Salud aconsejaba la utilización de los barbijos caseros solo para los infectados por COVID-19, algo que contradecía la experiencia de muchas naciones, en las que amplias franjas de la población ya habían adquirido el hábito de usar protectores faciales como método de prevención. La explicación brindada en su momento por la institución que depende de las Naciones Unidas era que las gotitas de saliva que propagan la enfermedad, por su peso, no pueden quedar suspendidas en el aire.

 


Pero hace pocos días los especialistas del organismo volvieron a cambiar de posición y ahora señalan que la utilización de las mascarillas faciales resulta aconsejable para aquellas zonas en las que exista una transmisión generalizada de la dolencia o el distanciamiento social sea difícil de implementar. Los tapabocas, aseguran, podrían constituir una barrera para “las gotitas potencialmente infecciosas”. 

 

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