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La tribu necesaria, la lactancia como hecho colectivo

Es clave entender que dar la teta también exige la contención de la familia ampliada y los entornos laborales.

Por redacción
| 08 de agosto de 2020
Ilustración: Mailén Escudero.

La lactancia materna no es un acto simple y meramente fisiológico que involucra solo a la díada mamá-bebé, asegura la pediatra Carla Orsini. “Es un hecho colectivo, depende de todo el entramado de la sociedad, la familia ampliada, el compañero-compañera, si lo hubiere”, asevera la médica en diálogo con Tinta Violeta, a propósito de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que finalizó ayer. Al sinfín de deconstrucciones que el feminismo y las disidencias impulsan hay que sumar, sin lugar a dudas, la de dar la teta. “Amamantar no es fácil ni requiere esfuerzo mínimo. Las lactancias reales cuestan y frustran. El puerperio, la leche que no baja o no alcanza. La soledad. Las grietas. Las madrugadas. Las licencias. Las vueltas al trabajo remunerado. Lágrimas, presión”, publicó recientemente la médica en una de sus redes sociales, desromantizando el amamantamiento.

 

“Es una cuestión compleja”, admite Julieta García, puericultora y doula afincada en San Luis desde hace cuatro años. También es gestora, junto a la licenciada en Biología Molecular Soledad Méndez, del Grupo de Apoyo durante el Embarazo, la Lactancia y Crianza, que será presentado el próximo lunes. “Dar la teta se ve, a veces, como un trabajo esclavo. Es una realidad que la mujer dedica muchas horas a amamantar y que es una tarea no reconocida. Por ello, una de las cuestiones en las que más hacemos hincapié es en la necesidad de licencias, tanto para las mujeres como para su compañero o compañera. Tiene que haber una red, no debería ser una experiencia tortuosa, sino todo lo contrario, algo placentero, que la mujer se sienta poderosa con esa lactancia y que se reivindiquen el rol materno y ese cuidado, que es fundamental”, agrega García.

 

El lunes a las 10:30, a través del Facebook Live de la obra social Dosep, la bióloga molecular Soledad Méndez y la puericultora y doula Julieta García presentarán el grupo de apoyo. Cuando dialogó con Tinta Violeta, Soledad comentó que ya había inscriptos para comenzar a participar de los talleres. Dijo que se conformarán grupos de no más de diez integrantes, con quienes habrá encuentros presenciales. Inicialmente, tienen previsto realizarlos en San Luis capital y Villa Mercedes, y está abierta la posibilidad de hacerlos también en el interior, en función de la demanda. 

El deseo no está desvinculado de este ritual y, en tal sentido, hay que respetar también la voluntad de una mujer que no quiere amamantar, ya que “si bien es un acto colectivo, al cuerpo lo pone ella. Hay mamás a las que no les gusta, que sienten incomodidad y saben que no van a dar la teta”, aclara Carla, recibida en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e integrante de la Sociedad Argentina de Pediatría. Trabaja en el ámbito privado y también en un Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y deja en claro que el vínculo mamá-bebé no está sujeto exclusivamente a dar el pecho: hay otras formas de generarlo, aun cuando, por las razones que fueren, la madre no pueda o quiera amamantar.

 

De todas formas, las profesionales coinciden en que hay circunstancias propiciadas por el mismo sistema social, atravesadas por el capitalismo, que atentan contra ese deseo. A la violencia obstétrica que una mamá puede haber sufrido durante el parto y a la inmediata separación del bebé, suelen sumarse otras situaciones, como no tener más acompañamiento que el de su pareja, quien, en el mejor de los casos, tiene una licencia acotadísima que la obliga a volver casi de inmediato al trabajo.

 

“Creo que estas dificultades tienen que ver con un sistema médico hegemónico que interfiere en los procesos fisiológicos. Muchas veces las lactancias arrancan obstruidas porque hubo impedimentos en los nacimientos, intervenciones o separaciones de mamá y bebé que no son necesarias, que obstaculizan la impronta de los primeros momentos de este vínculo, que tienen su sintomatología de interferencia en esta necesidad de nutrición, de sostén afectivo y de supervivencia de los bebés y que juega en la lactancia”, resume para Tinta Violeta Carolina Mora, psicóloga egresada de la UBA con amplia experiencia en el tema. Entre sus posgrados, se cuenta uno en Psicología Perinatal, y es, además, miembro del comité asesor de la Asociación Civil Unión de Puericultoras Argentinas, docente y autora del libro “¡Teta Mamá!: Acompañando el destete respetuoso”.

 

 

Trabas, desinformación y falta de políticas públicas

 

Para la pediatra, muchas veces los entorpecimientos vienen de los mismos profesionales de la salud y toman la forma de expresiones escuchadas hasta el cansancio: “Tu hijo no aumenta de peso”, “tu leche no alcanza”, “tu leche no engorda”, “tus tetas son grandes”, “tus tetas son chicas”, “no vas a poder porque no amamantaste el anterior”, “sos muy joven”, “sos muy grande”, “la teta da caries”, “lo que tenés no es leche, es agua y no alimenta”, “para qué le das la teta, es un vicio, ya es grande, no la necesita, dale otra cosa”. “A veces, por una infección urinaria tenés que tomar una medicación y te dicen 'le tenés que dejar de dar la teta' y ni se fijan si el antibiótico es compatible, sabiendo que el 90% de los fármacos son compatibles con la lactancia. Entonces esa familia pasa constantemente por trabas, la mayoría de las veces generadas por profesionales de la salud y otras por prejuicio, por falta de actualización o de formación. En ocasiones el pediatra no está informado y no sabe cómo ayudar, y encima un familiar viene y dice 'mejor dale mamadera, es más fácil', pensando que colabora cuando en realidad lo que hace es entorpecer el proceso”, considera Carla.

 

Por otro lado, refiere Julieta, ha habido por años (hay, en realidad) “una publicidad muy agresiva de la leche de fórmula, y a eso se suma que no hay políticas públicas que ayuden a las mujeres a tener los tiempos que requiere dar la teta”. En tal sentido, todas las especialistas coinciden en que el Estado debería impulsar políticas públicas, como la legislación para las licencias exclusivas de seis meses, por caso, o la creación de lactarios, espacios prácticamente inexistentes tanto en el ámbito público como privado.

 

Y es que, aun cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la leche materna sea el alimento exclusivo durante el primer semestre de vida, en lo concreto y cotidiano muchas mujeres dan la teta en el baño, sin privacidad, sin ninguna comodidad, rodeadas —la mayoría de las veces— de olores desagradables. Incluso, “hay sitios que no tienen cambiadores, los lugares de trabajo no acompañan”, afirma Carolina.

 

 

Espacios de contención

 

Para Julieta, por otro lado, hay que volver a arrimar a la mujer a cierta información, para que se replantee si disfruta o no. “Cuando nos acercamos con Soledad a las madres salen a flote historias personales, la relación que tiene con sus pechos, por ejemplo. Nuestra intención es llegar a ese deseo de la mujer y ver que no haya tanto ruido alrededor”, cuenta.

 

“El tema del contacto de la madre con su propio cuerpo es importante. (Con el proyecto) queremos que las mamás lactantes se amiguen con su cuerpo, con las tetas, con su propia historia —refiere Soledad—. Y desterrar mitos también. Hemos escuchado decir 'estoy dando bien la teta porque me duele'. No, no es así”, dice Soledad.

 

“Cuando una mamá siente que está errando en su lactancia, que no está pudiendo o que el aumento de peso del bebé no es acorde porque hay un foco muy grande en los números de la balanza de parte de los pediatras, lo que sucede es que hay una percepción de falla, mucha culpa, por sentir que no está a la altura de lo que su bebé necesita”, explica Carolina. Esos sentimientos se dan en un momento de gran vulnerabilidad como lo es el puerperio, que es ni más ni menos una crisis vital, en la que las mujeres transitan el después de haber puesto el cuerpo para el parto. Muchas veces lo hacen solas y sin redes, y esto se acentúa aún más en tiempos de pandemia; se torna más dificultoso afrontar estas dificultades.

 

“Creo que lo importante es no juzgar; esa es una de las bases del proyecto que presentamos a Dosep. Lo que necesitamos son tribus de contención, espacios para poder hablar y dar información, ya que surgen dudas y miedos, que muchas veces coartan experiencias de lactancia que podrían haber sido muy buenas. Lo que buscamos es contener a las madres que desean dar la teta y a las que no también. Cada maternidad es única y cada lactancia también. Hay una diversidad de formas de amamantar y una diversidad de formas de alimentar el vínculo y al bebé. También,  es una forma de trabajar sobre las crianzas respetuosas y contra la violencia infantil”, explica Soledad.

 

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