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Satélites argentinos: seis están en órbita y a uno lo conduce un puntano

El ingeniero Juan Pablo Frossasco trabaja en la base terrena de Falda del Carmen de la Conae. Ahora tiene la misión de comandar al reciente Saocom 1B, que entró en órbita hace una semana.

Por Matías García Elorrio
| 06 de septiembre de 2020

Al menos seis satélites argentinos continúan hoy operativos en el espacio desde que en 1990 entró en órbita el primero, denominado Lusat 1. Ese fue un proyecto que concretaron varios radioaficionados locales y se lo consideró el primer objeto argentino puesto en órbita. Su misión fue la de proveer comunicaciones y, a pesar de que sus baterías ahora operan a una capacidad menor que la original, todavía funciona y técnicamente está semioperacional.

 

Y el último que entró en órbita el domingo pasado, luego de despegar desde Cabo Cañaveral (EE. UU.), es comandado desde tierra por el ingeniero puntano Juan Pablo Frossasco.

 

En agosto de 1996 el Centro de Investigaciones Aplicadas del Instituto Universitario Aeronáutico de Córdoba logró desarrollar el primer satélite artificial integrado en el país, que se llamó Víctor I en honor al científico Víctor Aruani, integrante del equipo que murió antes de terminar su concreción. Llevaba a bordo dos cámaras para tomar imágenes de la Tierra y fue lanzado desde Rusia. Aunque quedó fuera de servicio en 1999.

 

 

 

Desde 1990 llegaron al espacio 11 equipos desarrollados en el país.

 

 

Pero desde que se inició el Plan Espacial Argentino y con la creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) en 1991, ocho equipos se pusieron en órbita, de los cuales cinco siguen orbitando y envían información a las estaciones terrestres de la Conae.

 

En cambio, de los cuatro que integraron el proyecto Satélites de Aplicaciones Científicas (SAC) tres ya quedaron fuera de servicio y el SAC-D Aquarius, lanzado en 2011, todavía está en actividad.

 

También existe el Pehuensat-1, diseñado y elaborado por estudiantes y docentes de la Universidad Nacional del Comahue, que fue lanzado el 10 de enero de 2007, desde la India, y aún está activo.

 

El último impulso fue el más importante, porque se sumaron los dos de telecomunicaciones ARSAT 1 y 2 (lanzados en 2014 y 2015, respectivamente) y los recientes Saocom 1A y 1B: el primero entró en órbita en octubre de 2018 y el segundo lo hizo el pasado domingo desde Cabo Cañaveral (EE. UU.).

 

 

 

 

 

Un puntano al comando

 

Frossasco tiene 43 años y desde 2013 trabaja para la Conae. Cursó las escuelas primaria y secundaria en el Instituto Causay, de donde egresó en 1993, y al año siguiente se fue a estudiar a Córdoba, donde se recibió de ingeniero electrónico en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Antes de ingresar a la Comisión trabajaba como técnico de una empresa de insumos y servicios para la actividad agropecuaria. Hasta que un compañero de estudios que ya estaba en el proyecto del cohete Tronador le propuso incorporarse para trabajar con él en la parte de software.

 

Ahora se desempeña en el Centro de Control de Misión ubicado en el Centro Espacial "Teófilo Tabanera", en la localidad cordobesa de Falda del Carmen, y contó que se desempeña “como ingeniero de vuelo en el equipo de operaciones del satélite Saocom 1B, junto a otros cinco ingenieros y los operadores de control del Satélite Saocom 1A”.

 

“Desde ahora comandamos dos satélites en simultáneo”, le contó a El Diario de la República.

 

Sobre su trabajo específico en el lanzamiento comentó: “Básicamente lo que hacemos es planificar y acondicionar las instrucciones que se le envían al satélite para que se ejecuten en vuelo y en un tiempo preciso, o ejecutarlos en tiempo real mientras el satélite está en visibilidad con la estación terrena”.

 

Frossasco explicó que “mediante estas instrucciones se comanda al satélite para que realice maniobras, por ejemplo esquivar algún obstáculo que se interponga en su órbita o volver a desplazarlo si por alguna razón pierde su órbita nominal”. Además, atienden las alarmas que pudieran surgir en los monitores.

 

Sobre la importancia de este último satélite, el ingeniero electrónico señaló que “el Saocom 1B integra una herramienta casi única en el mundo que solo Japón tiene, y consiste en una antena de radar SAR en banda-L, la cual emite una onda electromagnética a la superficie terrestre y recupera la señal mediante sus sensores, para que luego se regenere la imagen con base en esos datos”.

 

Esta onda, explicó, tiene la característica "de que no es obstaculizada por las nubes que se encuentran sobre la superficie y marca la diferencia con los satélites de sensores ópticos que se utilizan generalmente en el resto del mundo. Con esta tecnología se pueden realizar alertas tempranas para el monitoreo de emergencias por catástrofes climáticas como inundaciones, incendios, control de plagas en cultivos o derrames de petróleo”.

 

También indicó que es muy útil “para la generación de mapas de humedad de la superficie con una alta precisión volumétrica, parámetros que los productores agropecuarios utilizan para planificar la siembra o la cosecha, porque lo hacen en función de la humedad contenida en sus siembras y, así, eliminan costos adversos”.

 

Además, permite hacer un seguimiento exhaustivo del uso del agua, con el cual el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) genera sus mapas de humedad. “Y lo más importante —aclaró— es que todo esto impacta sobre un mejor desarrollo económico del país”.

 

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