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María Fátima Saín: con el bastón de mando

Fue la primera bastonera de la agrupación Santa Cecilia. Comenzaron 5 chicas y llegaron a ser más de 200 las que practicaban en calles de tierra del barrio San Cayetano. Participan en desfiles patrios, homenajes y fiestas patronales.

Por Johnny Díaz
| 17 de octubre de 2021
Orgullosa. "Fue una experiencia única. Nunca olvidaré los años de felicidad y alegría que viví en Las Bastoneras". Fotos: Marianela Sánchez/Gentileza.

Se cumplieron 37 años desde que un grupo de cinco niñas y un entusiasta militar comenzaron a creer que en San Luis podían hacer funcionar una escuela musical o banda infanto-juvenil.

 

En 1984 comenzaron a practicar por las calles de tierra del barrio San Cayetano las hermanas Saín (Fátima y Rosita), Mary López, Mariela Distefano y Susana Gros, quienes entendieron el sueño que traía del sur el director y profesor José Ramón Páez.

 

 

 

Así nacieron Las Bastoneras de Santa Cecilia y una de las primeras líderes del grupo fue Fátima Saín, quien se había sumado al grupo poniéndole empeño y dedicación.

 

La entidad fue fundada oficialmente el 8 de septiembre de 1984 y nunca dejó de participar en desfiles, carruseles, fiestas patronales y coreografías en todo San Luis y en provincias vecinas.

 

"Las Bastoneras empezamos a practicar en las calles de tierra del barrio. Éramos cinco amigas, todas vecinas, y nuestros padres se conocían desde hace años", recuerda hoy quien fue la primera bastonera del grupo.

 

El fundador, José Páez, en un tiempo llegó a convocar a más de 200 integrantes, entre mujeres y varones, quienes integraban la batucada de la comparsa carnavalesca. Pero en algún momento, además, practicaron vóley y ciclismo femenino.

 

"Era un orgullo muy grande ser integrante de Las Bastoneras de Santa Cecilia", dice María Fátima Saín. Y agrega: "Tenía unos 14 años cuando el profesor Páez mostraba en el barrio fotografías de donde había estado destinado como militar. Su intención era crear algo parecido acá en San Luis, una banda de bastoneras, que para mí era un poco difícil, porque acababa de ingresar a la secundaria en la escuela ‘Paula Domínguez de Bazán’ y tenía muchas horas ocupadas con mis tareas escolares, aunque me hacía tiempo para todo”.

 

“En febrero de 1984, su hijo Fernando y yo salíamos a buscar amigas y vecinas para que se sumaran al proyecto cultural y social. Fuimos cinco y ensayábamos en las calles. Todo fue muy difícil, éramos pocas, pero teníamos mucho entusiasmo. Todo fue cambiando a medida que otras chicas nos veían con el uniforme rojo y blanco, colores que siempre nos identificaron”, recuerda.

 

Así se empezaron a sumar más y más chicas, lo que motivó a muchos padres, quienes fueron acercando a sus hijos e hijas a las prácticas.

 

Fátima dice que el debut oficial de Las Bastoneras fue un 25 de mayo. Ese año, el desfile se hizo por la calle 9 de Julio, frente a la antigua Casa de Gobierno.

 

“Estábamos muy nerviosas, habíamos ensayado muchos días y muchas horas. Si mal no recuerdo, éramos unas 30 niñas. Pero el nerviosismo era cruel. Páez nos enseñaba distintas técnicas de los desfiles, trucos, coreografías y hasta cómo levantar el bastón si se nos caía. En realidad, fue un pionero en todo sentido”, dice la mujer.

 

“Páez era, y es, un hombre muy identificado con la juventud. Le gusta y le pone empeño a todo lo que hace, por eso siempre las cosas salían bien. Siento admiración por su trabajo y el de su esposa Berta 'Tita' Vílchez”, cuenta Saín, empapada de recuerdos.

 

Con el correr de los años, y por la intensa actividad que cumplían, se formó una comisión de padres. Entre ellos estaban un señor Otero y Santiago Saín (el padre de Fátima), quienes se encargaban de la logística, de hacer rifas y recaudar fondos para el vestuario y los viajes al interior.

 

“Las Bastoneras de Santa Cecilia nunca cobramos un peso, nuestra participación era ad honorem, porque somos una institución sin fines de lucro. Eso también servía para que redobláramos nuestros esfuerzos en cada presentación que hiciéramos, fuera donde fuera. Creo, sin temor a equivocarme, que fuimos a todas las localidades a las que nos invitaban, jamás dijimos que no", dice Fátima.

 

También entiende que buena parte del éxito del conjunto se debió a la formación institucional, que contaba con el apoyo de una comisión de padres y de una cooperadora que hizo que el funcionamiento administrativo fuera más fácil.

 

Y evoca: “Con los años se fue organizando mejor y pasamos a tener hasta nuestra fiesta de colación de grado o acto académico. El profesor Páez había instaurado grados con ascensos. Estaban las abanderadas, escoltas, portadoras de estandartes y la bastonera. También teníamos cambio de bandera, la mejor compañera y la que tenía más presencia en actividades. Era una fiesta muy linda y familiar. Todos éramos evaluados por una comisión creada a tales efectos. Para muchas de nosotras, que éramos unas niñas, era todo diferente, nuevo y atrapante. En mi caso fue como un despertar para mi adolescencia y juventud. Era inmensamente feliz con lo que hacíamos”.

 

Fátima dice que en los viajes tenían una tarea asignada que se respetaba siempre: debían cuidar a las más pequeñas. “Había nenas de cuatro y cinco años. En esa época usábamos polainas, las botas vinieron después. A veces el uniforme o las polainas tenían desperfectos de confección y entre nosotras teníamos que solucionarlo, sobre todo colaborar con las más pequeñas. En el colectivo teníamos de todo, era como un minitaller de ropa, nada podía fallar", evoca.

 

Para ella, los viajes son imposibles de olvidar, porque el estar fuera de sus hogares era una experiencia inolvidable: "Para muchas de nosotras era la primera vez que estábamos sin la compañía de nuestros padres. Eso sirvió para fortalecer el compañerismo y la amistad del grupo", afirma.

 

Fátima recuerda que el profesor Páez siempre se conectaba con los intendentes de los pueblos, quienes colaboraban para que el grupo pudiera participar de sus fiestas.

 

Practicábamos en calles de tierra y fue un orgullomuy grande participar e integrar Las Bastoneras de Santa Cecilia (María Fátima Saín- exprimera bastonera de Santa Cecilia)

Las Bastoneras de Santa Cecilia recorrieron todas las localidades del interior sanluiseño, concurrían a fiestas patrias y patronales, e incluso fueron a Gualeguay y Gualeguaychú, donde mostraron su amplio repertorio.

 

“Me retiré en 1988, me sentía grande de edad, tenía otros pensamientos y buscaba otras cosas para mi vida. Me reemplazó Mariela Lucero Otero. Sentí el bajón que produce dejar algo que vos querés mucho, pero también tenía la necesidad de dar un paso al costado para seguir con mi vida. Las Bastoneras llevan mucho tiempo y responsabilidad; por eso, y con mucho dolor, dije basta”, admite.

 

 La exprimera bastonera señala que sigue la actividad de sus excolegas a través de las redes sociales. Fátima reconoce que eso la pone muy feliz, porque ve "que mantienen vivos los objetivos fijados en 1984, pese a que las cosas han ido cambiando sustancialmente”.

 

En 1996 la joven se casó y hoy tiene dos hijas. “Mis niñas nacieron con algunos problemitas de salud; Nadim tiene 24 años y está estudiando Medicina en Córdoba, y Guadalupe es hipoacúsica. Está haciendo la secundaria especial y asiste a una escuela generativa. Eso me lleva mucho tiempo, pero el sacrificio bien vale la pena. Siempre le mostré fotos y videos. Incluso a Guada la llevé en una oportunidad a presenciar un desfile, pero como está implantada, el ruido le molesta. Me hizo entender que le gusta, pero para ella es muy difícil todo. Por eso me dediqué a mis hijas, para darles una mejor calidad de vida, y no lo cambio por nada”, aclara.

 

Y finaliza con un mensaje: “A todas las chicas que se inician en Las Bastoneras de Santa Cecilia les digo que aprovechen, que se preocupen, que es una experiencia maravillosa e inolvidable. Me gustaría volver algún día, pero hoy mis prioridades son otras. Ser bastonera es maravilloso”.

 

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