"Raíces Sanluiseñas" celebra un nuevo aniversario

El barbijo y la pandemia le quitaron algo al mundo, entre tantas otras cosas, y es la capacidad de observar las sonrisas ajenas y los gestos de alegría. No hay nada más motivador que una larga fila de dientes y unos ojos agrietados de tanto esbozar una mueca sinónimo de felicidad. Si a eso se le suma un poco de zapateo y el cronometrado fluir de las polleras de las paisanas, el paisaje se vuelve esperanzador.

La Escuela de Danza "Raíces Sanluiseñas" cumplió siete años desde sus primeros pasos al ritmo del bombo santiagueño y las guitarras criollas, y lo festejaron de la única forma posible: bailando. El sábado a la mañana, bajo un sol radiante, los alumnos de la academia grabaron varios cuadros de folclore en la explanada del Centro Cultural “José La Vía”.

"La idea era tener un motivo para que la gente pueda bailar, que hace mucho no lo hacían. Como fue al aire libre no usamos barbijos y respetamos las burbujas. Además, para que se les vean los rostros de felicidad de que, finalmente, estaban bailando", relató Lucas Morales, profesor de la escuela.

Los cuadros de baile se dividieron según las categorías que componen el instituto. El grupo de infantiles realizó una danza en la que combinaron folclore estilizado con tradicional; los juveniles y adultos hicieron una zamba y una chacarera; y los integrantes del “taller”, compuesto por alumnos que asisten de manera recreativa, presentaron también una zamba y un gato.

“Fueron cuadros que pudimos preparar en este tiempito que volvimos a la actividad desde julio hasta agosto con los alumnos que iban constantemente. De a poquito estamos volviendo a la normalidad, la gente está con mucho miedo, pero gracias a la vacunación eso se aplacó con el tiempo", explicó el docente, quien detalló que el video está en proceso de edición y estimó que lo publicarán antes de que finalice septiembre.

Lucas, además de ser profesor de los tres grupos de “Raíces Sanluiseñas”, tiene sus propios cimientos muy vinculados a la escuela de danza desde su germinación. Su padre, José Luis Morales, junto con dos amigos, Gustavo Ortiz y Martín Puliáfito, fueron los primeros en plantar esta pequeña semilla, que luego se ramificaría en una arboleda que hoy alcanza a los 70 alumnos. 

Los tres amigos recibieron una invitación de un cuerpo de danza de Córdoba para sumarse a ellos en un pre Cosquín. Allí, el líder y docente del grupo los instó a crear una academia propia. Esa idea se implantó en sus cabezas y el 9 de septiembre del 2014 dictaron su primera clase.

"Mi padre está más ahora del lado de bailarín y a veces ayuda con la gente que recién inicia. Para mí es una responsabilidad muy grande lo que me ha dejado, pero la tomo con mucho gusto. Él empezó con tan poquita gente y hoy en día somos un montón, eso significa mucho para mí", reflexionó Lucas, quien ve a la escuela no como una institución, sino como una extensión de su familia.