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“Trabajo la tierra desde los 10 años, yo nací para esto”

Tiene 70 años y vive en Quines. El agricultor tiene ocho hectáreas, tres de ellas dedicadas a la producción frutihortícola y el resto a la cría de terneros para la venta y vacas para consumo propio.

Por María José Rodríguez
| 05 de septiembre de 2021
Seriedad. Francisco Mesa Valencia es prolijo y tiene los espacios bien organizados. Fotos: Nicolás Varvara.

 

"Que mañana esté mejor que hoy", es una de las muchas frases que Francisco Mesa Valencia, de 70 años, repite durante un recorrido por las ocho hectáreas que utiliza para producir en Quines. Asegura que la localidad del norte provincial es el lugar más hermoso del mundo. Desde los 10 años se dedica a producir frutas y verduras, y lleva un estilo de vida tranquilo que le permite dosificar las horas de trabajo y las de descanso. Con la producción llega a todas las verdulerías de la ciudad y participa del armado de bolsones con otros productores de localidades vecinas.

 

Tiene las manos curtidas por el trabajo en la tierra, pero ese no es un problema para él. Francisco nació en Mendoza y decidió mudarse a San Luis hace 21 años. “Siempre lo planeé, este es mi lugar favorito en el mundo. Yo ya lo conocía porque mis padres tenían unas tierras acá. Estoy seguro de que en San Luis el suelo es mejor que en Mendoza, solo que allá hay más tecnología. Si acá la tuviéramos sería espectacular”, opina con conocimiento.

 

 

El agricultor comercializa la producción agroecológica en gran parte de las verdulerías de Quines. El resto lo deja para consumo propio. 

 

 

“Sigo con el campo porque me encanta, nací para esto. Mientras pueda continuar con las tareas rurales voy a seguir. Producimos verduras de estación, trabajamos la tierra. Para el que no lo sabe, esta vida no es fácil. Tenemos todo en contra, luchamos contra el frío o el calor, las heladas, las lluvias de más y las de menos y peleamos contra los vientos fuertes. Gracias a Dios en el tema del agua para riego estamos bien. Yo fui hecho para aguantar todo esto”, expresa, y asegura que está contento con lo que logró a lo largo de su vida.

 

Francisco tiene su casa, produce frutas y hortalizas y cría unas pocas vacas sobre una superficie de ocho hectáreas. “Solo de tomate tengo alrededor de 4 mil plantas, haciendo números de cada una de ellas recibo, como mínimo, cuatro kilos por temporada. Siempre y cuando el clima acompañe. También tengo algo de zapallo anco. De zapallito verde hice 14 surcos de 120 metros, es una barbaridad, sale mucho de ahí. De chacra destinada a la producción tengo tres hectáreas y media. El resto es para los animales”, cuenta mientras señala un corral a lo lejos, en el que tiene 14 vacas. “No hay cerdos, ni gallinas porque es mucho más trabajo”, aclara.

 

 

Bienvenido sea el Plan de Activación Frutihortícola que sirve para apoyar y ayudar a muchos productores de todo San Luis”. Francisco Mesa Valencia, productor agropecuario.

 

 

“Agregué unos pocos animales porque destinar todo a la producción agrícola solamente era demasiado. Criar animales es una tarea que lleva mucho trabajo y dedicación. Tenía que viajar a San Francisco, por ejemplo, y no me daban los tiempos. Por eso decidí comercializar acá cerquita nomás y tener para consumir en casa”, explica.

 

Uno de los métodos que utiliza para combatir a las aves que atacan el espacio productivo es un espantapájaros. “Sirve por unos días, después las aves se hacen amigas y ganan confianza, entonces tengo que probar con otra cosa. Hay que combatirlas de a poco. La paloma es un tema difícil de sobrellevar porque pican los frutos. Por ejemplo el zapallito coreano, uno siembra, riega  y ellas en un ratito te comen unos cinco metros de un surco. Y ahí tenés que empezar a sembrar de nuevo”, explica resignado.

 

La próxima cosecha será de melón sandía, choclo, tomate, berenjena, pimiento y lechuga. “Acá no tengo grandes problemas, vivo feliz. A veces el verdulero piensa que como uno está en el pueblo tiene que regalar la mercadería o venderla a bajo precio, generalmente desconoce los costos. Una vez me pidieron que vendiera más barato y su argumento era que yo no tengo gastos de viaje. Nos pusimos a conversar sobre los costos de los camiones, yo lo dejé hablar. Después le expliqué que tengo gasto en semillas, en plantines, en agua, en urea y sumando todo hay muchos gasto que sobrellevar”, afirma y reconoce que en algunos momentos sí puede vender a buenos precios. “Lo que ellos tienen que entender también es que uno les brinda un buen producto. Esta verdura se corta y al ratito, a los veinte minutos, ya está disponible en el negocio para la compra, yo les doy productos frescos, sin agroquímicos y de calidad. Eso tiene sus ventajas. También tengo vecinos de Quines que se acercan hasta acá a comprar”.

 

Además participa en el armado de bolsones junto a la asociación La Crisálida. “Lo hago cuando puedo, está bueno poner una variedad, un surtidito de hortalizas. Acá lo que tenemos que tratar es de ver si podemos mejorar la relación con los intermediarios, porque son ellos los que encarecen los precios y joroban tanto al consumidor como al productor. Sin sacrificio quieren ganar como uno y eso desalienta a cualquiera. No puede ser. Nosotros estamos trabajando para armar una buena cooperativa, con gente sana. Me gustaría por lo menos intentarlo”, expresa y se pone y se saca de a ratos una gorra blanca.

 

 

En un sector, Francisco prepara la tierra para plantar zapallito verde, tomate, pera y pimiento. Solo abona el suelo con urea, sin químicos.

 

 

El productor agropecuario está anotado, como muchos otros de San Luis, en el Plan de Activación Frutihortícola que impulsa el Ministerio de Producción. “Es una buena iniciativa, de esta manera se puede ayudar y motivar a los productores, además le hace bien al pueblo, considero que si es bueno, bienvenido sea. Uno quiere trabajar para poder vender productos frescos, que le hagan bien a la gente. Todo lo que sea para bien, repito, bienvenido sea. Esto no se hace en otras provincias, acá es un privilegio contar con estos planes”, expresa apoyado en su tractor.

 

“El que de joven se come los pollos, de viejo se come las plumas”, afirma Francisco, mientras se prepara para contar cómo es su rutina, que no es un dato menor cuando se tiene en cuenta que es la misma desde que cumplió los 10 años. “Yo me levanto temprano porque me gusta, recuerdo que mi padre me preguntaba para qué. Yo le respondía que siempre hay algo para hacer. Para mí que mis padres me hicieron de noche, porque no me cuesta levantarme para nada, en el invierno está muy oscuro y en el verano aprovecho mejor el día. A la tarde uno recupera con una siestita, lógico”, dice, y agrega que no más allá de las 22 se acuesta a dormir.

 

“Como a mí esto me gusta, las actividades dependen del trabajo que haya para ese día, siempre primero acomodo a los animales, los alimento. Después me subo al tractor para mover tierra y hacer los surcos. Cuando nos toca el agua, hay que regar. Si se necesita echamos urea y fertilizamos, nunca ponemos agroquímicos. No me aburro nunca. Todos los días le agradezco a san Cayetano por el trabajo, aunque no le quiero pedir más porque tengo suficiente, de sobra”, cuenta entre risas.

 

Asegura que los únicos animales que tiene para producir son vacas. “Las gallinas me representan un problema, quieren estar libres y si las soltás hacen daño en otro lado. La carne que produzco es para consumo propio. Sí crío y vendo algunos terneros, porque si no se amontonan mucho. Hace unos meses tuve que vender 12 porque se me reproducen y los cuadros me empiezan a quedar chicos. Yo estoy bien así”, afirma y sigue: “Acá vivo con mi señora, los dos solos, tengo un hijo que vive en Mendoza y tiene su familia allá. Además recibo la ayuda de dos personas que me dan una mano en la época de la cosecha, porque a los 70 todo solo no puedo. Ya creo que me merezco un descanso. Llegué a lograr lo que me propuse cuando era chico, ya tengo mi casa, el tractor. Listo. Ya quiero descansar un poco, el cuerpo no da para más”.

 

 

Recurso. De fondo se percibe un espantapájaros, que según el productor sirve  solo hasta que las aves toman confianza.

 

 

Cuenta que a las vacas no les saca leche porque no quiere abarcar más tareas. “No es facil ordeñar. Con respecto a la reproducción de los animales,  apenas salen los terneritos los criamos y los vamos vendiendo, no nos dejamos estar porque después serán 30 y con el tiempo 50, y es mucho. No podemos tener tantos”, explica.

 

Gladis del Rosario Díaz es la pareja de Francisco y ella elabora dulces, “vende o reparte a los vecinos, es muy dulcera. Le encanta hacer bizcochuelos. En la cocina es feliz, le encanta cocinar. Sé que le aburre este mundo. Con eso cubre un poquito los gastos de lo que hace. Te prepara dulces de melón, quinotos, alcayota, de todo, le dejás una piedra y te hace un dulce. Yo estoy flaco por la raza nomás, no por falta de comida”, bromea con ganas.

 

Unos pasos más adelante señala una zona en la que la tierra está dada vuelta. “Ese sector que se está preparando ahora vamos a destinarlo para poner zapallito verde, un poco más allá irá el tomate redondo encañado, que por suerte conseguimos, es una semilla difícil de obtener; más pera y pimiento, entre otras cosas”, dice y combina la caminata entre su historia personal y lo que está sembrando en el campo.

 

“Trabajo desde hace 60 años en el mismo rubro, antes por suerte y desgracia trabajábamos desde chiquitos, yo tenía unos padres excelentes. Mi viejo fue una persona muy de su casa, ni yo que era el más chico, ni el resto de mis hermanos, escuchó una discusión. Si tuvieron una diferencia nunca nos enteramos. Nos criaron a todos con obligaciones. La herencia más grande que nos dejaron fue la educación, que siempre da decencia", expresa, y sigue: “Adoro todo esto porque lo hicimos a fuerza de sacrificio, para mucha gente no será nada, pero para mí es mi vida, me siento orgulloso”.

 

El productor cuenta que durante la temporada pasada, “el Ministerio de Producción nos entregó a través del Plan Frutihortícola los plantines que después cosechamos en verano. Sería bueno que llegaran más temprano. Recuerdo que teníamos entre 30 y 40 centímetros de altura de la planta. Esa tarde habíamos echado la urea y cayó una manga de piedra terrible a eso de las 17. Aguantamos un poco y quedamos a las tambaleadas con la producción; una hora y media más tarde cayó una segunda tanda de granizo y ahí sí que perdimos por nocaut. De las cuestiones climáticas no tiene la culpa nadie”, aclaró, y contó que en los próximos días recibirá plantines de  tomate, pimiento, lechuga, repollo, melón, sandía, berenjena y algunos frutales. “Me dijeron que la idea de ellos es comenzar a entregarlos más temprano, durante los primeros días de septiembre”, especifica e insiste en que la iniciativa del Gobierno provincial "es muy buena".

 

“Uno quiere trabajar para poder vender productos frescos, que le hagan bien a la gente, sin el uso de recursos artificiales. Cuando el precio de la mercadería se pasa de la raya, se pone muy difícil venderla, porque además para el consumidor los valores nunca estan al alcance del bolsillo. A nadie le sobra una moneda por estos días, entonces hay que cuidar a todos los eslabones de la cadena productiva”, opina mientras se acerca a su casa.

 

El campo de Francisco Mesa Valencia es prolijo y bien organizado. El productor tiene contabilizada cada planta y un número estadístico de la cantidad de frutos que le dará cada una.

 

Después de una hora de relatos, entre frases graciosas y reflexiones de vida, el anfitrión, rodeado de sus perros, acompañó al equipo de la revista El Campo hasta la puerta, para disponerse a terminar su almuerzo.

 

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