10°SAN LUIS - Martes 07 de Mayo de 2024

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Miriam del Carmen Ávila: triunfar a fuerza de garra y coraje

La experimentada jocketa sanluiseña corrió en Brasil, Palermo, San Isidro y en varias pistas argentinas. Nació en La Ensenada, San Martín, y estudió en Concarán.

Por Johnny Díaz
| 02 de enero de 2022

Vino a la ciudad de San Luis a estudiar Administración de Empresas, pero no pudo ser. Intentó con otra carrera, Guía de Turismo, pero su destino era otro. Probó suerte trabajando en fábricas: Centro Electrónico San Luis y Lucas Indiel la tuvieron entre sus filas de empleados, pero el boom industrial se acabó y terminó cuidando caballos en el desaparecido Jockey Club San Luis de la avenida Justo Daract, extremo norte. Miriam del Carmen Ávila había llegado a la capital sanluiseña del lejano paraje La Ensenada, a unos 40 kilómetros de San Martín, junto a otros compañeros de estudios, pero la suerte le fue esquiva.

 

Había cumplido con el ciclo secundario en una escuela de Concarán y sus padres, Blanca Alfonzo y Roque Ávila, decidieron que lo mejor para su hija era mandarla a estudiar a San Luis. Lejos estaba saber que la esperaba un futuro venturoso y lleno de sorpresas en el turf.

 

“Me vine a San Luis en 1989. Como no tuve suerte en el estudio, tuve que trabajar, hasta que con unos amigos de mi familia, y aprovechando que tenía muchos conocimientos en animales, fui a probar suerte en el Jockey Club San Luis", recuerda como si fuera ayer.

 

"Ingresé al hipódromo viejo —continúa— por medio de amigos. Fui a trabajar con un cuidador de apellido Castillo y él me enseñó mis primeros pasos en una actividad que me fue atrapando de a poco”.

 

Recuerda que su primera carrera cuadrera fue en La Toma, con "Buen Vino", un caballo de un señor de apellido Sosa. "Entramos terceros. Coraje y fuerza nunca me faltaron, pero no es lo mismo un caballo para cuadreras que un pura sangre o un caballo de paseo”, expresa con seguridad.

 

La hermana de Marisa del Valle, Haydeé Lilian y José Roque —quien también se dedica a los caballos— señala que no tardó en correr con un pura sangre en el hipódromo de Río Cuarto, Córdoba. “Fue en 1990, corrí a una distancia de 1.100 metros con ‘Pich’. En el marcador figuramos sextos, un logro importante si se lo mira con optimismo al recordar aquellas épocas”.

 

Agrega que por esos años todo era distinto y difícil, no había muchas montas para mujeres y el ambiente no era discriminatorio, pero sí machista. A raíz de esa situación, con Ricardo Belzunce, su marido, optó por comprar un alazán: "Bogador". “Con él logré mi primer triunfo. Estaba muy feliz, a esa altura de mi vida ya había corrido muchas carreras pero nunca había ganado. Con los años, ese caballo fue llevado al campo de mi padre en La Ensenada para padrillo y posteriormente fue sacrificado, al quebrarse una mano”, precisa.

 

Con los años, el Jockey Club San Luis cerró sus puertas definitivamente y tenía que buscar un lugar para hacer el trabajo que tanto ama. "Por eso vinimos al hipódromo de La Punta, un lugar para propietarios de caballos de carrera. Otros dejaron la actividad y el resto se dedicó a correr cuadreras en la zona. Y acá estamos”, refiere, sonriente.

 

En relación al cambio sustancial que significó la modificación de escenario del turf sanluiseño, manifiesta: “Quienes estuvimos en el viejo hipódromo lo sentimos mucho, lo extrañamos; lo hubieran arreglado, pero lamentablemente no se hizo y se perdió un ícono del deporte turístico provincial. Acá es otro mundo, es muy lindo y cómodo, pero es costoso el alquiler del stud, que son para diez o doce caballos y están casi todos ocupados. Hay actividad una vez por mes, que para mí es poca”, puntualiza.

 

No quiere dejar pasar por alto cuando en la temporada llegan caballos foráneos. "Ellos ocupan un lugar destinado a los visitantes, en otro sector del hipódromo denominado 'pabellones en tránsito', y cuando son muchos comparten los stud; está todo muy bien organizado y eso es para destacar".

 

Miriam admite que no tiene una estadística de cuántas carreras disputó ni cuántas ganó, pero dice que cuadreras corrió muchas, porque las considera "más fáciles" y "las hay casi todos los fines de semana, en distintos puntos de la provincia".

 

“Yo corrí y gané con buenos animales, especialmente con ‘Avispa’, que cuidaba el exjockey Walter Pérez, pero hoy estoy un poco alejada porque tengo mucho trabajo en el stud: cuido a ‘Ether Good’, de Jorge Videla, y tengo los míos, ‘Puré Retador’ y ‘Che Vaga’. Eso demanda mucho tiempo y es parte de la rutina diaria. En este lugar, para entrenar habilitan la pista de 7 a 10 de la mañana y hay que regresar con el animal, higienizarlo, darle agua y la ración alimenticia, y volver a la tarde para hacerlo caminar. No es sencillo. Nos queda poco tiempo para nosotras”, aclara.

 

Ante una consulta sobre si es lo mismo un caballo de distancia y uno de cuadrera, responde: “Un caballo o una yegua para cuadrera de unos 250 metros tiene que tener cierto tipo de habilidades: buen largador, comportamiento en la gatera y fuerza de salida; eso hace que la prueba sea más simple y sencilla. En cambio, el caballo de distancia es distinto, además hay que tener en cuenta que muchas veces largan hasta dieciséis caballos o más, se los va llevando a como se presenta la carrera y en los últimos metros hay que atropellar buscando el triunfo. También mucho tiene que ver a qué distancia se corre: hay caballos que son muy buenos en distancias cortas y otros, para más de 1.600 metros”.

 

Quien comparte el pabellón con otra gloria del turf argentino, como lo es Marina Lezcano, considerada por el periodismo y la gente del turf como la mejor jocketa argentina de todos los tiempos, se encarga rápidamente de aclarar que en esas instalaciones no se puede tener caballos para cuadreras, sino que solo corren los que están inscriptos o registrados para el cuarto de milla.

 

“San Luis siempre tuvo buenas jocketas. Nancy Fernández, de la zona de Cerros Largos, fue una de las primeras. Después, Fabiana Mercado, quien se fue a correr a La Rioja, entre otras. Hoy soy la única y eso me genera una gran responsabilidad a la hora de participar”, sostiene orgullosa.

 

Miriam recuerda que en 2015, gracias a una invitación del hipódromo de La Punta, fue a correr a Brasil, representando a la Argentina junto a otra jocketa, María Carlaferri, de Buenos Aires.

 

“Participamos del gran premio de Las Américas con chicas del país anfitrión, Chile, Perú, Estados Unidos, Colombia y otros puntos de Sudamérica. Fue a la modalidad de tres carreras en tres días. Se hizo con la sumatoria de puntos y siempre estuve arriba del marcador. Salí tercera en una final muy reñida y bajo una torrencial lluvia. Fue una experiencia inolvidable”, resume.

 

“Amo mi profesión —añade— y siempre tuve el apoyo de mi familia. Estoy muy satisfecha de haber corrido mi primera carrera en Palermo con ‘Pop Quin’, un caballo que estaba al cuidado de Walter Castillo, y de haber participado en reuniones en San Isidro, Villa Dolores, Río Cuarto, San Juan, Mendoza y en otros hipódromos del país. En todos lados dejé bien sentado el prestigio del turf de San Luis”.

 

El 25 de agosto de 2000, Miriam del Carmen ganó el clásico Santo Patrono San Luis Rey de Francia a una distancia de 1.800 metros. En 2015, con "Crucero Dan", triunfó en una importante carrera de 2.000 metros en Palermo. Con "Bati Corsa" ganó el clásico de Río Cuarto en 1.100 metros.

 

En 2019, sumó los clásicos "Juan Bautista Baigorria" y el "Marina Lezcano" con "Liberty Tily", que cuidaba Hugo Rodolfo Gutiérrez, el marido de la famosa exjocketa. “Fueron algunos de los triunfos más importantes para mi carrera deportiva”, rescata.

 

Finalmente, da su deseo para lo que viene: “Todos estamos ansiosos por que se abra la temporada 2022, porque queremos participar y ganar, queremos tener carreras. Nunca descuidamos nuestro trabajo, al contrario, lo cuidamos más que nunca, por la pandemia. Estamos preparados para la competencia, es lo que queremos todos”.

 

Así, a fuerza de mucha garra, coraje y sacrificio, la joven que había llegado de La Ensenada a estudiar se convirtió en lo que es hoy: una jocketa respetada, querida por todos y de renombre nacional, quien apuesta a una actividad poco común y quien nunca renunció a su condición de mujer.

 

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