Más allá del instinto materno

Al quinto grito de “¡mamá!”, Leda colapsó. Lo mismo le pasó a Nina cuando su pequeña hija Helena la sacó de las casillas debido a la desaparición de su muñeca favorita. La desesperación, la poca paciencia y la ínfima libertad es lo que une a las dos protagonistas de “La hija oscura”, la película dirigida por Maggie Gyllenhaal que llegó a Netflix para romper con los paradigmas de la maternidad.

“La hija oscura” relata la vida de Leda, interpretada por Olivia Colman, una profesora de Letras de 48 años que veranea en las playas de Grecia. Allí se topa con Nina, un papel asignado a Dakota Johnson, una joven madre que se enoja todo el tiempo con su pequeña hija. Aquellos momentos de desesperación hacen que vuelvan a la memoria de Leda los tiempos más oscuros y tortuosos de la crianza.

Madre de dos hijas, recuerda su juventud y cómo las aventuras de sus pequeñas fueron un pesar para seguir con su vida normal. La imposible conciliación entre el trabajo doméstico y de cuidados maternos con el empleo y la carrera profesional, la ausencia de lazos de pareja y comunitarios que la sostengan. La soledad, la poca ayuda del padre y la fascinación por los libros y un futuro más prometedor la llevan a tomar un rumbo diferente: abandonar a las chicas por tres años.

“La hija oscura” retrata el verdadero lado de la maternidad. Donde las formas de crianza no son perfectas, el llanto existe y el poco tacto también. El cansancio, la pesadez y hasta la poca paciencia que muchas madres tienen con sus hijos e hijas en algunos momentos del día. “Soy una madre antinatural”, dice Leda en un momento de la película y muestra la incomodidad que genera ver a una mujer sola vacacionando en un lugar paradisíaco sin la compañía de su familia.

Sin dudas “La hija oscura”, que es una adaptación de la novela homónima de Elena Ferrante, es un drama sutil y existencialista que muestra cómo la maternidad no es un momento de mera alegría, felicidad y compañía. También viene acompañada de ahogo y frustraciones.