De un padre para un hijo

Enseñarles a los hijos incluye acciones directas como, por ejemplo, saber comprender la experiencia de un duelo y poder transmitir esta tristeza a los hijos, con comentarios del calibre: “Todos extrañamos a papá, o a mamá”. Sin embargo, esto no incluye volver o regresar a casa, sino que implica transitar ese duelo y generar nuevas experiencias y una adaptación a la nueva realidad.

Los hijos e hijas no sufren las separaciones, sino los estados de confusión. Esta última será tomada como una dinámica de relación para luego repetirla en su vida adulta, no poder enfrentar un duelo y permanecer en relaciones dolorosas.

Una relación paralela, que tiene como fruto un hijo, exige inmediatamente una separación, dado que este nuevo sistema familiar desplaza al otro, o sea, tiene prioridad el hijo recién nacido, así sea de una relación extramatrimonial.

El costo de no asumir esta nueva familia, en general lo paga algún hijo del matrimonio estable, ubicándose en el lugar de la enfermedad o desgracia. Los hermanos, aún sean de diferentes padres, mantienen una increíble lealtad, por eso si un bebé nuevo en la familia no es reconocido, incluso es rechazado, un hijo que sí fue reconocido pagará esta deslealtad con enfermedad y falta de éxito en la vida.

¿Qué es el éxito? es poder afrontar los problemas de la vida adulta con honor y el fracaso como parte de la vida, con adaptación y creatividad. Los hijos felices son aquellos que pueden vivir el presente sin cargar con las frustraciones de sus padres, que muchas veces son “contadas a sus hijos” para socializar el trauma.

Adultos y adultas tienen la obligación de cargar solos con sus frustraciones. También son felices los hijos cuando ambos padres se respetan mutuamente, y aceptan con amor lo que ellos mismos han elegido, como pareja se eligieron, y como padre-madre de sus hijos en común.