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Su vida transcurre entre la docencia y la ganadería

Heredó un campo de 729 hectáreas donde cría vacunos. Asegura que su establecimiento es de triple impacto porque se sostiene ecológica, económica y socialmente.

Por María José Rodríguez
| 20 de marzo de 2022
Stella Marys. Cada día le gusta más el trabajo que demanda el cuidado del ganado. Fotos: Luciana Iglesias.

A veces los prejuicios no son tan malos. A primera vista se nota que Stella Marys Bogino, de 54 años, es una persona amable, cálida y con muchas historias por contar. Es productora agropecuaria y no flaquea en el momento de realizar las tareas difíciles en el establecimiento La Virgen de Luján, que tiene toda su impronta. Se dedica a la cría y recría de ganado y cuenta con 260 madres, a las que cuida con tanto amor como a sus terneros. 

 

Además, es profesora en la carrera de Ingeniería Agronómica de la UNSL. Esto le permite aprender y aplicar nuevos conocimientos en el campo de 729 hectáreas que heredó de su padre, Antonio Bogino. “La historia comienza en 1968, cuando mi abuelo, Bartolo Sacco, el papá de mi mamá, decide hacer patria y compra un campo en San Luis, él ya tenía, y aún tiene, otro en Córdoba. Eran 1.515 hectáreas. Las administraba su yerno, mi papá, hasta que murió en 2017”, cuenta Stella orgullosa, sentada en una silla de la casa que tiene sobre la puerta de entrada el nombre del predio.

 

Para llegar hasta La Virgen de Luján hay que poner el GPS y luego seguir un mapa hecho a mano. Y no cuesta nada encontrarlo. Al ingresar por las tranqueras uno puede llegar a sentirse observado o juzgado por los gestos ariscos de las vacas que pastorean alrededor. Están distribuidas en diferentes zonas y se nota que tienen diferentes edades.

 

“Cuando murió mi papá, hace cinco años —sigue la productora—, comenzamos un proceso de separación entre las herederas, que somos mi mamá, Manuela Juana Sacco, mi hermana, Claudia Marisa, y yo. Decidimos que conservara el mismo nombre, ya que cuando mi abuelo lo adquirió esa fue su voluntad”.

 

 

 

 

 

El establecimiento La Virgen de Luján está ubicado, aproximadamente, a 20 kilómetros de la ciudad de Villa Mercedes.

 

 

Stella lleva adelante el proyecto dedicado exclusivamente a la ganadería, tal como lo inició su padre. “Este rodeo ganadero tiene más de cincuenta años de trayectoria. Además de dedicarnos a la cría y recría, a veces terminamos los novillos de la propia producción. La particularidad de este establecimiento es que quien lo gestiona y administra actualmente soy yo, y quien me asesora es la ingeniera agrónoma María Alicia Cendoya”, explica la docente, mientras la joven se acerca y asevera que también realizan las tareas junto a Abel Núñez, el único hombre del lugar.  

 

“Este es un establecimiento de triple impacto porque se sostiene ecológica, económica y socialmente. Ecológicamente porque llevamos adelante prácticas para conservar el recurso suelo. Hacemos pasturas perennes, cuidamos que el manejo sea rotativo y estamos enfocadas en el bienestar animal. Todo esto contribuye a preservar la fauna, que es muy diversa dentro de nuestras tranqueras, por ahí van a ver que andan ñandúes, vizcachas y mulitas”, dice, y más tarde al salir del predio un grupo de ñandúes que corrían en libertad confirmó la premisa.

 

“Es económicamente sostenible porque nos permite vivir de esta actividad y es socialmente interesante porque contamos con un solo empleado permanente que cuenta con todas las cargas sociales como corresponde y en forma eventual damos trabajo a muchas personas”, especifica mientras controla que Umi, la perrita que su mamá le dejó a cargo, no se escape de su vista.

 

 

Al incorporar toros dimos un salto cualitativo, con una buena alimentación, logramos terneros de entre 170 y 200 kilos”. María Alicia Cendoya, ingeniera agrónoma y asesora del establecimiento La Virgen de Luján.

 

 

Sin perder el hilo de la conversación, Stella añade que durante una capacitación que estaba incluida dentro de las actividades organizadas por la empresa que llevó adelante el certamen TalentA 2021, en el que la productora se quedó con el tercer lugar, “nos brindaron el dato de que en el país hay 608 mil empresas privadas, dentro de las cuales se consideran aquellas en las que tienen al menos un empleado en relación de dependencia. Dentro de todas ellas está incluida La Virgen de Luján. Nos hicieron notar la importancia que tenemos las pequeñas y medianas empresas como motor económico, y eso es un plus que nos llena de orgullo”.

 

La docente asegura que una de las virtudes que tiene este campo es que su padre se dedicó a sembrar pasto llorón. “Fue por recomendación del INTA, hace muchos años, y actualmente continúa siendo el principal alimento de los animales en esta época”, indica, y añade que la pastura “tiene muchas ventajas, una de ellas es que no es agresiva con el suelo, porque no hay que trabajarla permanentemente. Estamos en un ambiente semiárido y somos muy cuidadosas en este sentido. Consideramos que cuando dañamos el suelo, ese maltrato nos vuelve, entonces en su momento se introdujo el pasto llorón, que no es autóctono, pero se da muy bien en verano. Esta especie se sembró hace cincuenta años y sigue presente, la renovamos, la cuidamos y nuestras vacas pastorean ahí durante seis meses”.

 

Sobre los cuidados de los animales, Stella indica que hacen un servicio estacionado, “es decir que llevamos adelante prácticas convenientes, para que todo sea más organizado. Realizamos un control sanitario y detectamos las preñeces, así que también pedimos asesoramiento a un veterinario. El manejo consiste en algo que implementamos hace dos años, que fue incorporar reproductores para mejorar la genética del campo. Hemos tenido cambios muy favorables en el destete de este año”.

 

Durante el largo camino de ingreso al campo, hasta llegar a la casa, se ven por todos lados cultivos agrícolas, sobre todo de maíz y girasol. “Si bien no nos dedicamos a la agricultura, sembramos maíz, esto nos sirve de suplemento para nuestros animales en invierno. Buscamos que tengan mucha energía porque las vacas están preñadas y justamente el cereal que hacemos está destinado al consumo animal. La disponibilidad, si tenemos en cuenta el clima, es de alto riesgo, pero las gratificaciones son enormes”, explica Bogino.

 

 

 

La productora ganadera asegura que su padre siempre comercializó la producción con una sola firma de Villa Mercedes. “Seguimos con Travaglia & Cía. porque nos da mucha confianza. Tenemos muchos compradores, mandamos una gran parte a remate y a las ferias, o nos manejamos con algunos compradores directos que vienen a ver la hacienda y se la llevan desde acá. Pero todo lo hacemos a través de la consignataria”.

 

Alicia indica que trabajan la raza Aberdeen Angus, tanto negro como colorado, "lo que empezamos a implementar hace un año fue la compra de toros. Esto hizo que pegáramos un salto cualitativo importante, muy notorio en las pariciones”, explica mientras señala a los animales, y sigue: “Con la incorporación de genética, acompañada por el consumo de un buen forraje, logramos terneros que en el momento del destete tuvieron un peso superior a la media que estábamos obteniendo. Antes era de 130 kilos y este año llegamos a los 150 y hasta los 170, con máximas de hasta 200 kilos. Que sean pesados es sumamente importante porque eso nos permite ir ganando kilos al pie de la madre. Si tuviéramos que ganar esos kilos a campo o con forraje los costos serían más altos".

 

Divertidas y encariñadas con los pequeños animales, Stella cuenta que once terneritos nacieron fuera del período planificado. “Es la primera vez que tienen cría esas vacas, son más jóvenes de lo normal para ser madres, pero están hermosas. En total tenemos 200 terneros que fueron destetados hace un mes y medio y ahora están con sorgo, así que los notamos bastante encaminados”. 

 

Otro aspecto importante al iniciar con el proyecto fue que ambas productoras se encontraron con que el temperamento de las vacas era hostil. “Claramente era difícil trabajar con ellas. No lográbamos que se juntaran como lo hacen ahora, además las dividimos en parcelas de alta carga, y estamos en contacto permanente con los animales. En estos dos últimos años notamos un mayor grado de mansedumbre. Uno tiene que aprender que no son cosas, sino animales y el trato tiene que ser tranquilo, sin gritarlos, respetando sus tiempos”, asegura Alicia, y añade que “hay que tratar de entender que el animal quiere ir a un lugar determinado, aunque no estemos de acuerdo, y quitar obstáculos que puedan asustarlas. Hacemos hincapié en no meter el caballo a la manga, que es algo que se hace de manera frecuente, pero claramente nosotros tres podemos guiarlas con banderas y hacemos pasar 200 terneros en diez minutos sin tener quebraduras”.

 

 

 

Stella apunta que este es solo un ejemplo del trabajo orientado hacia el bienestar animal que desarrollan. “Es difícil decirle a un hombre qué cosas no quiero que haga, pero son detalles que nos han dado resultado”, afirma la docente, y Alicia agrega que “Abel entiende perfectamente las normas y nos manifestó que de esta manera su trabajo se facilita muchísimo porque hay menos riesgos y él no se golpea”.

 

La ingeniera agrónoma considera que el trabajo que realizan es en sociedad. “Prestamos mucha atención a lo sanitario, si notamos que algo les pasó en el campo, traemos el animal enseguida al corral, para tenerlo a la vista, buscarle alimento y hacer un seguimiento. Eso suma mucho”.

 

En el trípode productivo, conformado por Stella, Alicia y Abel todas las opiniones valen. “Continuar alimentando a los animales con pasto llorón fue una propuesta de Alicia y Abel. Además él sugirió dividir las parcelas en partes para que las vacas vayan comiendo de manera rotativa el pasto y nos ha rendido mucho más, tenemos un mayor volumen de comida, por eso se pueden observar en diferentes lugares”.

 

“Además —aporta Alicia—, tenemos novillitos puramente pastoriles, han estado en verdeos invernales que se destetaron, pasaron a sorgo, de sorgo a verdeos de invierno y de ahí a llorones. La verdad es que tienen una excelente conformación. Es un manejo puramente pastoril. Hoy por hoy nos cierra trabajar de esta manera, con respecto al cuidado del medio ambiente también”.

 

Durante enero, en los días que las temperaturas superaron los 35°, recibieron sugerencias que llevaron adelante al pie de la letra: “Dentro del grupo Cambio Rural dijeron que es bueno tener a mano un generador eléctrico por si el molino no gira, o se corta la luz en las bombas, no suministrar dietas energéticas para que los novillitos no estén tan hinchados por el maíz fermentándose...”, dijo la joven.

 

Sobre el ordeñe Stella contó que su padre siempre lo hizo, de hecho ambas hermanas y la hija de Stella, María Laura Cangiano, se criaron con leche de su propio campo.

 

Es muy importante que el recurso humano acompañe la propuesta productiva.

 

Con la misma tranquilidad y simpleza, Stella sugirió llegar en camioneta hasta uno de los sectores de pastoreo donde estaba Abel trabajando. En el viaje dijo que lo que más le gusta de este trabajo “son las gratificaciones, sin ir más lejos, el domingo pasado junto con Alicia pudimos sacarle el ternero a una vaca que no podía parir. Fue la primera vez que lo hacíamos y salió bien. Poder ayudarle a traer la vida al mundo, quizá se hubiera muerto. Fuimos muy felices de haberlo logrado”.

 

Al llegar el hombre se bajó del tractor y dijo lo que le tocaba confirmar: “Es muy diferente tener una patrona. Tengo mucha experiencia en esto y mis patrones han sido hombres. El trato de esta manera es mucho mejor, además siempre intento estar atento, cuando hay que hacer tareas que requieren fuerza, no quiero que ellas lo hagan. En obediencia es lo mismo, de todas maneras opino que el manejo y las decisiones que toman las dos cambiaron bastante con respecto a cómo trabajábamos con don José Antonio, él tenía otras ideas. Pero el ritmo y la metodología de Stella me parecen muy bien, siempre tratamos de mejorar, haciendo cosas nuevas para que todo sea más leve y cómodo”, expresa Abel del otro lado de la tranquera.

 

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