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Solsticio de invierno: un paso para la luz universal

Antes de leer este texto, sepa el lector que encontrará un contenido alejado del periodismo en sí mismo. Así, despojado de todo escepticismo, podrá atender a las cuestiones que aquí intentaré graficar. Tratar de aventurarse en la escalera del cosmos es un trabajo utópico, infinitamente dulce. Las leyes universales nos rodean constantemente y están a la luz de nuestros ojos, esperando ser vistas. Resta deseo de saber, esmero y humildad para conquistar los idearios más emblemáticos; los logros se llevan a la tumba.

 

Expuesto este enclave, vale adentrarse en los misterios del sol. El próximo miércoles 21 de junio se concretará el solsticio de invierno, uno de los momentos anuales del astro rey que ha sido trazado por simbologías a lo largo de la historia de la humanidad. La interpretación de su concreción puede facilitar el acceso a cualquier buscador a una puerta al menos mística.

 

La mayoría de las religiones antiguas descendieron de los cultos astrológicos inicialmente solares y en fechas muy particulares, ligadas a los momentos anuales del sol, se desarrollaron una enorme cantidad de ritos con contenido alegórico.

 

Estas creencias de antaño se ligaron estrechamente con lo que se conoce con la astroteología de la agricultura y la cosecha, que se basaba en una filosofía natural. Con este tipo de construcciones del pensamiento, la antigua humanidad dio por sentado que los acontecimientos de la Tierra eran un reflejo del cielo (lo que se podría traducir en el macro y microcosmos). 

 

Se sabe, esotéricamente, que de los cuerpos celestes el más importante es el sol, que con su energía y luz nutre a la naturaleza y da lugar al ciclo de la vida. De ahí que los solsticios, al igual que los equinoccios, marcaron fechas comunes de liturgias variadas. Se generó por siglos la sincronización de los eventos estelares con rituales espirituales y hasta mágicos, que conectaban a los practicantes con el infinito.

 

Pero para adentrarse más en el concepto, es necesario recordar que los solsticios son los momentos en los que el sol alcanza su mayor excursión y la duración del día o de la noche revela sus máximas anuales, según si es en verano o invierno. Los solsticios ocurren dos veces en el año: en junio y en diciembre.

 

En junio, el sol alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Cáncer y marca el inicio del verano en el hemisferio norte y del invierno en el hemisferio sur. En cambio, en el solsticio de diciembre el sol alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de capricornio y marca el inicio del verano en el hemisferio sur y del invierno en el hemisferio norte.

 

El solsticio de verano señala el momento de máxima intensidad de la luz, el día más luminoso del año y representa la plenitud. Tras ese esplendor comienza la agonía del sol, que marcha directo a su crepúsculo.

 

Distintas escuelas esotéricas celebran sus rituales iniciáticos entre el 21 y el 24 de junio. En invierno, el solsticio es el más oscuro del año, la noche más extensa, la jornada en la que las sombras se ven más largas. Pasada esa penumbra profunda, comienza el renacimiento del sol, que vuelve en un resurgir invencible del ocaso, de la muerte. En otras palabras, una alegoría al dios que muere y renace. La muerte configura la puerta a una vida más elevada.

 

En el solsticio se esconde el misticismo de la inmortalidad. Luego, en los equinoccios, el sol está situado en el plano del ecuador celeste, donde el día y la noche duran lo mismo, equivalente al equilibrio de la polaridad.

 

Así, los momentos del sol son el nacimiento, el crecimiento, el esplendor y la muerte. Una manifestación de las reglas del universo y de la naturaleza. Momentos de luz y oscuridad.

 

En las rutas de la vida, el resplandor que emanan los rayos de la luz universal reconfiguran la perspectiva de la existencia y es el halo que permea un camino perpetuo. Por ahora, el próximo solsticio vaticina las tinieblas, la noche oscura del alma, pero es el paso hacia la iluminación de la conciencia. La llave está tímidamente guardada; encontrarla dependerá del destino.

 

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