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Olimpia Melo: "Hay una industria que manipula nuestros placeres"

Catalogada como una de las 100 personas más influyentes del mundo, la mujer logró resignificar su nombre luego de que su expareja difundiera un video íntimo. Ahora, un proyecto de ley con su nombre está próximo a ser aprobado en Argentina.

Por Astrid Moreno
| 27 de agosto de 2023
Justicia. En 2014 presentó una iniciativa de ley en Puebla para erradicar el acoso digital; hoy 28 estados de México lo reconocen como un delito. Foto: Internet

La violencia sexual digital está presente en las redes sociales y va desde el uso de stickers eróticos, creados sin el consentimiento de sus protagonistas, hasta la distribución en sitios pornográficos de videos e imágenes sexuales que fueron creados para usar en el seno íntimo de una pareja. Para la activista mexicana Olimpia Coral Melo Cruz, quien militó la creación de una ley contra el acoso digital que lleva su nombre, la sociedad y las industrias son cómplices. Para ella, lo primero que se debe impulsar es una reforma, pero de las conciencias.

 

En América Latina, el 75% de las mujeres experimentaron alguna forma de violencia en línea, mientras que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son ellas, en un 90 por ciento, quienes se ven afectadas por la distribución no consentida de contenido íntimo.

 

Para revertir estos números es que Olimpia, luego de ser víctima de violencia sexual digital cuando su expareja difundió un video íntimo de ella sin su consentimiento, decidió comenzar una campaña bajo el lema "lo virtual es real", que culminó en México con la legislación de la ley que lleva su nombre.

 

Sin embargo, la mujer nunca se imaginó que tendría una réplica en Argentina. El proyecto, que arribó este año, se aprobó en la Cámara de Diputados el 6 de julio y espera a ser tratada en el Senado.

 

 

—¿Qué te genera tener una ley que lleva tu nombre y que tiene alcance internacional?

 

—Es algo que va más allá de mí: no es Olimpia Coral, sino que es la Ley Olimpia. Pertenece al movimiento que va más allá de solo una reforma, es un movimiento político que aspira a que las niñas y las mujeres tengamos una reforma legislativa que reconozca la violencia digital y que podamos estar seguras en el ámbito de internet e incluidas todas las formas que pasamos de violencia. Se deben reconocer y tiene que quedar en las conciencias, no solamente de los gobiernos y de la ciudadanía, sino también en las empresas donde muchas veces hay intereses más en las ganancias que en el respeto a los Derechos Humanos dentro de los espacios digitales.

 

 

—¿A qué se refiere la ley con el concepto de educación digital?

 

—Debemos educarnos en ese aspecto porque, lamentablemente, la gran mayoría de países de América Latina, según la ONU, vivimos una brecha digital de género que se exacerba cada vez más. El hecho de tener acceso a internet no garantiza que tengamos acceso a controlar lo que se muestra de nosotras. La dominación de internet es parte de los Derechos Humanos de cuarta generación a nivel mundial y, desgraciadamente, otra vez las mujeres quedamos afuera. El acceso a los dispositivos inteligentes es discriminatorio. El proceso en el que las personas promedio adquirimos un celular no tiene las mismas condiciones de ciberseguridad que el de una persona que puede acceder a sistemas operativos de alta gama. Desde el momento en que a las personas les damos herramientas de empoderamiento para dominar las tecnologías debería estar incluida la seguridad. Eso sin contar que vivimos en una revolución, mal llamada tecnológica, porque no es la primera ni va a ser la última, pero que también ha generado que ese desarrollo no llegue a todos. Entonces, en el proyecto de la Ley Olimpia era indispensable y necesario que el Senado apruebe esta reforma y que, a pesar de las elecciones y la vida política que se vive en Argentina, no quedara esta cuenta pendiente del acceso a las mujeres a una vida digital más segura o menos insegura.

 

—¿Por qué haces esta aclaración?

 

 —Porque tampoco es que las leyes Olimpia y Belén sean la panacea pero, necesariamente, es el primer reconocimiento para dejar de pensar que es una violencia que no pasa, que lo virtual no es real y creer que las mujeres son culpables por esa violencia sexual que se vive en los espacios digitales. Tenemos que comenzar a renombrar con mucha conciencia y lo primero es llamarla como corresponde: violencia sexual digital.

 

 

—Cuando fuiste a denunciar lo que te había sucedido excedía a las leyes mexicanas, el acto había sido consensuado y en la comisaría te dijeron que no había delito…

 

—Desgraciadamente, hoy, por ejemplo, en Argentina hay más de dos mil mercados de explotación sexual digital. ¿Qué significa esto? Que hay espacios virtuales, grupos cerrados, privados y otros abiertos donde se organizan para intercambiarse fotografías, videos y audios sin el consentimiento de las personas. Según el informe de violencia digital que presentamos en México se estima que el 89 por ciento de las víctimas somos mujeres y, desgraciadamente, más del 90 por ciento fuimos revictimizadas cuando denunciamos. Hay que tener más conciencia de que una persona que vive violencia sexual digital es como una marca que se te queda en la piel, aunque no se vea. Tal vez para las personas que me escuchan sea muy difícil de creer porque te dicen "tú te grabaste" o "aceptaste hacer ese video". Entonces les cuesta mucho leer que hubo una violación a tu cuerpo en el espacio digital. Sé que causa muchos cuestionamientos, pero el tema de utilizar y normalizar la difusión no consensuada de material íntimo y, además, de normalizar una cultura porno que objetiviza e hipersexualiza principalmente a las mujeres y que se profesionaliza con internet es una tarea que nos concierne a todos y a todas.

 

 

—¿Cómo nació la frase "lo virtual es real" para la campaña del proyecto de ley?

 

—Cuando yo la digo hago referencia a que no soy una criminal, no tenía que esconderme ni irme del lugar o la provincia donde estaba. Ahora, cuando alguien me googlea lo primero que aparece es la Ley Olimpia y el trabajo que hemos hecho en dos olas, que fue gracias a decenas de mujeres en Argentina con todas las compañeras que hay en Jujuy, Santa Fe, en CABA y en varios lados. Antes, cuando buscabas mi nombre, lo primero que aparecía era un video sexual difundido sin mi consentimiento; hoy aparece vinculado a una ley. Ahora puedo ponerle otra connotación desde lo simbólico.

 

 

—¿Qué significa eso para vos?

 

—Fue un tipo de justicia en mi vida, porque a mí me decían "¿para qué te grabaste?", sin pensar en qué hacemos cuando le damos like, compartir o me divierte a algo. La realidad es que nosotros, como sociedad, seguimos esa serie de escenas de violencia a través de la digitalidad como cómplices y partícipes. Hablamos de la importancia de este proyecto legislativo porque no solamente es un cambio de ley, sino también de paradigmas y de conciencias. No podemos olvidar cómo se difunden fotografías íntimas sin permiso por las redes o cuando en un programa de difusión nacional una de las noticias era el video sexual de tal actriz o de tal político. Incluso, salió un reality show en donde alguien da a conocer que tenía las fotografías de una ex. Esa persona tiene que hacerse responsable de que ejerce una violencia que, a lo mejor, pensamos que por ser virtual no es real, pero es tan real que puede quitarle la vida a alguien, que puede ser causante de suicidio como fue el caso, por ejemplo, de Belén San Román, quien tuvo un indicio también por ese tipo de violencia.

 

 

—Hablás de pornografía. ¿Qué opinás de las aplicaciones de distribución de contenido erótico?

 

—La ley es muy clara: es delito cuando es sin consentimiento. Yo creo que todas las personas tienen derecho a ejercer su sexualidad, a tomar su cuerpo y a ejercer su libertad sexual. Sin embargo, la crítica y la filosofía hacia adentro de lo que nosotras proponemos como Ley Olimpia no es a la persona, no es si estamos a favor o en contra de la pornografía, es que al final del día estamos a favor del consentimiento de las personas, del no usufructo de nuestros cuerpos. Creo que ninguna persona está a favor de la explotación. Si vemos la pornografía hay hipersexualización de nuestros cuerpos, es un condicionante de poder enfocado al placer sexual masculino y no necesariamente al femenino; tiene una connotación además falocentrista, una exigencia de cánones de belleza para las mujeres. Además, detrás hay una industria y un corporativismo digital que se exacerban para seguir reproduciendo mensajes de odio y de minimización de los cuerpos de las mujeres. La ley no regula necesariamente este aspecto, regula la cuestión del consentimiento, pero hacia adentro del proyecto político nosotras estamos tratando de alzar la voz sobre todo tipo de consumo y la explotación que se hace de nuestros cuerpos. Por desgracia, son industrias que al final del día abusan de la condición de las mujeres; creo que es muy importante ponerle nombre y necesario hablar de educación digital. Hay que entender que no existe un consentimiento real, autónomo e independiente cuando existe toda una industria que manipula nuestros placeres, sobre todo el sexual femenino y al uso de la tecnología para buscar el autoplacer.

 

 

—¿Existe el sexo virtual seguro?

 

—Hay que, justamente, buscar otra forma de ejercer nuestra sexualidad que no tenga que ser patriarcal. Es algo que apenas lo estamos descubriendo, no es algo que hable o lo defina la ley. Simplemente son reflexiones en voz alta que tenemos las sobrevivientes de violencia sexual digital. Justamente, hablando del sexting, como el intercambio de contenido erótico o sexual con consentimiento, nos preguntamos cuántas de nosotras realmente hemos tenido sexo autónomo, libre, independiente y que lo hayamos gozado y sea seguro. Desgraciadamente, ahí viene el gran cuestionamiento a las empresas; mientras no haya regulaciones, no exista un hombre físico que la ejerza, ni una violencia tangible, como decimos en México, hacemos guaje (aguas) en poder brindar espacios en donde las mujeres podamos tener libertades autónomas y no condicionadas.

 

 

—Tuviste que resignificar tu nombre. ¿Por qué pensás que las mujeres tienen que salir a contar lo que les sucede y empoderarse para que se puedan hacer proyectos sobre estas temáticas?

 

—No tenemos que romantizar que hay una mujer que luchó y gracias a eso se hizo una ley, porque al final ese fue un proceso doloroso que tuvieron que atravesar y que, como consecuencia, nace una ley. La violación a la intimidad sexual, la difusión y producción de material íntimo ya se venía dando en la época de los ochenta y los noventa, cuando en el argot social se escuchaba que en determinado motel te grababan o que circulaban CD de hoteles de Argentina donde había cámaras escondidas o que grababan a escondidas a mujeres en baños públicos. Desde ahí ya había violación a la intimidad sexual, solo que, desgraciadamente, el tema es con tanto tabú, estigma y revictimización para los cuerpos de las mujeres que se pasaba por alto. Desde ahí ya debería existir una legislación que prohibiera que alguien produjera y difundiera material íntimo a través de tecnologías. ¿De qué sirve que tengamos acceso a tecnologías si están profesionalizando la violencia que vivimos las mujeres?

 

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