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Un nuevo caso de un preso ligado con el narcotráfico reaviva dudas

El episodio expuso fallas en el control de reclusos y la responsabilidad de otorgar beneficios penitenciarios.

Por redacción
| 16 de noviembre de 2024
Nuevamente delinquiendo. Vogel fue detenido el domingo 10 junto a un cómplice en la Ediro. Foto: archivo.

El nombre de Jonathan Lucas Vogel es sinónimo de controversia en la historia reciente de San Luis. Desde su condena por asesinato hasta su implicación como cabecilla de redes de narcotráfico, Vogel ha sorteado los controles de seguridad del sistema penitenciario en reiteradas ocasiones, dejando una estela de críticas y cuestionamientos sobre la eficacia y control del Servicio Penitenciario.

 


Un asesinato que dejó una huella en la ciudad

 


La noche del 31 de diciembre de 2001 cambió para siempre la vida de la familia del comisario mayor Máximo Aníbal Sosa y marcó el inicio de la fama criminal de Vogel. En aquella jornada, Vogel un cómplice, armados, ingresaron con la intención de robar un comercio. El comisario Sosa, reconocido vecino y símbolo de integridad, intentó detenerlos en el acto. Lo que siguió fue un forcejeo que terminó con Sosa herido de muerte. La captura de Vogel días después se celebró como un golpe contra la criminalidad, pero sería solo el comienzo de una historia que evidenciaría grietas profundas en el sistema penitenciario.

 


Un historial de fugas sorprendentes

 


El 23 de marzo de 2004, Vogel dejó en ridículo a las fuerzas de seguridad cuando logró fugarse del penal de San Luis. La osadía de su fuga —escalando muros y burlando la seguridad— lo convirtió en un prófugo temido. No sería la última vez que retaría al sistema: en marzo de 2015, Vogel protagonizó una segunda fuga, esta vez utilizando el taller de carpintería del penal para ocultarse dentro de un mueble que él mismo construyó.

 


El nivel de planificación y la complicidad —o negligencia— que hicieron posible su escape llevaron a que se reevaluaran las medidas de seguridad, aunque los esfuerzos fueron insuficientes.

 


Líder del narcotráfico desde la prisión

 


El 3 de febrero de 2015, un operativo federal desarticuló una red de narcotráfico que tenía su epicentro en la cárcel de San Luis y que era comandada, nada menos, que por Vogel. A través de teléfonos celulares que ingresaban a la prisión, Vogel organizaba el transporte de más de 130 kilos de marihuana desde Paraguay. Las investigaciones lo colocaron como el líder de una estructura sofisticada, capaz de burlar los controles penitenciarios y sostener una red criminal desde su celda. Pese a su procesamiento, volvió a fugarse semanas después.

 


La detención que destapó una red criminal

 


El pasado domingo 10 de noviembre, en un operativo conjunto, Vogel fue detenido junto a un cómplice en la Terminal de San Luis. Ambos transportaban una cantidad considerable de marihuana y cocaína, que se estima tiene un valor de mercado de más de $10 millones. En la investigación, cinco allanamientos simultáneos permitieron el secuestro de dinero en efectivo, armas, y otros elementos que evidencian la sofisticación y alcance de esta red delictiva. El episodio generó un escándalo, ya que Vogel gozaba de un beneficio de semilibertad, autorizado por la Justicia bajo un régimen de confianza. Este punto reabrió el debate sobre la responsabilidad compartida entre el Servicio Penitenciario, el Poder Judicial y el Ministerio de Seguridad.

 


Rafael Dante Churquina: la infiltración del crimen organizado en las cárceles

 


El caso de Rafael Dante Churquina, otro líder del narcotráfico que operaba desde el penal de San Luis, revela cómo el crimen organizado ha logrado colarse en los muros carcelarios de la provincia. Preso desde 2019 por abuso sexual y violencia de género, Churquina mantuvo una red de contactos que le permitió continuar su actividad delictiva.

 


Los hallazgos que revelaron su influencia

 


En marzo de 2024, durante una inspección de rutina, el personal penitenciario encontró en su celda varios teléfonos celulares y una agenda con contactos claves. En lugar de aislarlo, Churquina fue trasladado a La Botija, una cárcel de máxima seguridad. Sin embargo, lejos de ser contenida, su influencia creció: a los pocos meses, las autoridades descubrieron que contaba con acceso a una computadora. La red que dirigía involucraba el tráfico de estupefacientes a gran escala y reveló complicidades internas, poniendo en jaque la credibilidad del sistema.

 


La muerte que sacudió La Botija: Murúa y el submundo carcelario

 


Murúa, un recluso acusado de asesinar a un compañero de celda, mostró la crudeza de la violencia dentro de los muros. Según trascendió, el ataque habría sido motivado por una deuda de drogas y celos, al enterarse de que su víctima mantenía contacto con su pareja. Este crimen, lejos de ser un hecho aislado, evidencia la existencia de un submundo donde las drogas y las disputas internas tiñen de sangre la cotidianidad carcelaria.

 


Celdas que ocultan disputas fatales

 


Las disputas que terminan en asesinatos o agresiones graves dentro de los penales son solo la punta del iceberg. El tráfico de drogas, las peleas por territorio y los celos desmedidos son moneda corriente. Las cárceles, que deberían ser centros de rehabilitación, se convierten en escenarios de crímenes que muchas veces pasan desapercibidos para las autoridades.

 


Redacción.

 

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