El ojo histórico y eterno de un trabajador fundamental
Un fragmento del libro que Hugo Fourcade no pudo editar porque hace 14 años lo encontró la muerte.
En exclusiva para Cooltura, un extracto del primer capítulo de "Historia de San Luis (1810-2001), el libro inédito que el profesor Hugo Fourcade dejó terminado antes de su muerte.
I.- AQUEL SAN LUIS DE 1810
Período de 1810 a 1820
Han querido las autoridades de la Federación de Entidades Culturales de San Luis que sea yo quien se refiera a la actitud del pueblo puntano y en particular de su Cabildo cuando se produce el movimiento revolucionario de 1810.
Estamos a punto de iniciar la recordación de esa “semana mayor”, que aconteció en un mes como el que transitamos en el final de la primera década del siglo XIX en el escenario de la capital del Virreinato, que más que el análisis de aquello que fue el despertar de la conciencia del gobierno propio y el modo como un proceso eminentemente local adquiere proyección nacional, ínter temas en lo inmediato, en lo que está más próximo y nos llega más hondamente al espíritu rescatar lo que fue la génesis de la soberanía argentina en el ámbito, en el contorno de aquella aldea que San Luis fue.
Pienso en los breves minutos que me dispensara nuestra atención solo podré hacer un esbozo de la Ciudad Cabildo de 1810, de nuestra capital histórica y ubicar en una trama urbana incipiente a los hombres representativos que lo expresaran, los que tendrán voz y coraje para tomar las decisiones trascendentales que la hora les exige y los del capitular de entones.
Sabido es que contamos para recorrer aquellos lejanos momentos de nuestro glorioso pasado, con la crónica de Juan Gez de 1916 titulada “Historia de la Provincia de San Luis” con el aporte de Urbano Núñez y Duval Vacca, escrito cincuenta después de aquella obra primigenia, en 1956/1958, conocido como “Historia de San Luis”, que Núñez reeditaría como de su exclusiva autoría en 1980 y algunas otras contribuciones como las de Reynaldo A. Pastor “San Luis ante la historia” (1938) y “San Luis 1810-1832” incorporado al volumen 10 de la “Historia de la Nación Argentina” dirigida por el Dr. Ricardo Levene y aparecida en 1947, más aquel folleto que incluyó la conferencia del Dr. Juan Carlos Saá destinada a exaltar la primera adhesión que se produce en todo el territorio virreinal en la Junta Provisional Gubernativa que presidió el Dr. Cornelio Saavedra y que llamó “Recepción o repercusión de la Revolución de Mayo en San Luis”, publicada en 1949.
Sin embargo, no vamos a seguir esas huellas por más que reconozcamos que por las mismas se ha ido desbrozando para una más justa y más veraz comprensión de aquella época pretérita, a la que volvemos anualmente rememorando las horas prístinas de nuestra evolución política.
Creemos que nadie como Víctor Saá en su monumental “San Luis en la gesta Sanmartiniana” nos ha dejado una pintura más exacta y más completa de aquella aldea puntana donde eclosiona con tanta fuerza, con tanta autenticidad y con tanta valentía el ideal independentista, el que brota en el alma de los patriotas para oponerlos al de los realistas que quisieran seguir siendo fieles al régimen virreinal.
El maestro de la historiográfica sanluiseña se refiere en cierto a San Luis Ciudad Cabildo de 1814, esa San Luis que en ese año precisamente vio llegar como su flamante teniente de gobernador al porteño capitán Vicente Dupuy que, como dice Gez “ya se había distinguido como militar valiente y pundonoroso en la Campaña de la Banda Oriental” y que aquí pondría toda la ciencia y conciencia profesional y su patriotismo sirviendo con lealtad al plan continental de San Martín que en agosto de aquel año fue nombrado Gobernador de Cuyo.
Que la estampa sea de 1814 y diseñado según datos, ínfimos algunos tomados del haber documental de la época, porque las luces y las sombras del cuadro pues podrían cambiar en cuatro años.
¿Cómo escapar -dirá Saá-, a nuestro tiempo y cómo convertirnos en contemporánea de esa realidad material que fue San Luis Ciudad Cabildo -decimos nosotros- en 1810? ¿Cómo errar al decir de Sarmiento el esqueleto de la aldea que fue? ¿Cómo ofrecer una imagen de la capital puntana de entonces, sin que el cuadro resulte arquetípico y por ende falso? No de otro modo que eludiendo toda expresión que implica ironía o jactancia; vale decir, dejando de mano esas dos vías que conducen comúnmente al error. La primera cuando presume sutileza; la segunda cuando afirma o niega.
Para nuestro propósito tener una idea acertada por su máxima aproximación a la realidad edilicia de nuestra ciudad en 1814 no es de poca mota significa por sobre todo proclamas bien alto “la fidelidad al genio del lugar en que se ha nacido”, como escribiera Antonio Tovas. Más aun, es tanto como probar de otra manera, mediante otro recurso incontrastable la grandeza sin hipérbole de la contribución del pueblo puntano para aquella inaugural de 1810 y para lo que desde 1814 corresponderá el esfuerzo inigualado de nuestra comunidad en orden a la gesta sanmartiniana.
Leídos los cronista e historiadores que se refieren a la San Luis histórica, desde los tiempos de Luis de Jufré hasta los de San Martín, debemos subrayar descalificativos infaltables e insuperables de su realidad urbana: ellos son pobres y miserables. La sensibilidad de aquellas retinas revela eso: un caserío miserable, una pobre aldea. Y la primera impresión fue siempre esa: unas cuantas casuchas desperdigadas, de techo pajizo, que, de pronto, tras el portezuelo de el Chorrillo, aparecen allí, en el faldeo, circuidas por el monte y como avergonzadas de mostrarse en su secular indigencia.
Cualquier viajero que regresara a San Luis por el poniente como por el naciente tenía que rematar su humanidad en la Plaza Mayor, foráneos o lugareños. Y la Plaza Mayor –la plaza de armas la que hoy nombramos indistintamente Independencia o San Martín- era el corazón de la Ciudad Cabildo. Eso sí, apunta Saá, todos han corrido a contemplar al Cabildo y las iglesias y más que chasqueados han afirmado la inexistencia o el estado nervioso de la primera y la desnudez rayana en el abandono de las segundas. Pocas veces han visto los dos templos, teniendo siempre el de predicadores o de Santo Domingo el privilegio de ser mencionado, no así el parroquial o de la Matriz dedicado desde la fundación Nuestra Señora de las Luz y la Inmaculada Concepción.
Dividida en dos barrios el “norte” y el “sur” según documento de 1813 o en cuarteles, tres en total en 1812, sus calles eran estrechas, torcidas y cortadas. El camino real que conducía a Buenos Aires, dejando a la derecha la acequia principal (que nacía en el “ojo” del Chorrillero) pasando por el Bajo posiblemente desembocara en la actual calle Ayacucho que por otra parte aparece como eje de la traza urbana y como término de los barrios apuntados. Este dato no es desdeñable y confirma el lento, lentísimo progreso del ejido puntano. Gilberto Sosa Loyola dando noticias de la presencia de Sarmiento en San Luis con las huestes de la pacificación mitrista en 1816 medio siglo después de la pintura o boceto que intentamos, escribe: “Imaginemos al San Luis de hace ochenta años a la llegada de los ruidosos huéspedes. El riñón de la aldea remota -damero maltrecho- estaba delimitada por las actuales calles Colón, Belgrano, Chacabuco y 25 de Mayo y nada más.”


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