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Historias que nacieron entre los puestos del trueque

perdurado en el tiempo. Es un espacio para comerciantes de otras provincias.

Por redacción
| 31 de marzo de 2024
Silvia y Blanca toman mates mientras charlan y venden. Jorge es de Mendoza y viene una vez al mes a vender sus productos.

Casi a lo largo de la avenida Lafinur se instalan los fines de semana y los feriados los distintos puestos que dan vida al tradicional trueque de la ciudad de San Luis. Durante los años se formaron lazos de amistad que han perdurado en el tiempo, además, que se ha transformado un espacio para comerciantes de otras provincias. Conocé sus historias.

 

♦ SE CONOCEN HACE MÁS DE 10 AÑOS

 

► Una amistad que creció entre los puestos: la historia de Silvia y Blanca

 

El trueque de avenida Lafinur, en la capital puntana, junta a cientos de puesteros desde hace más de veinte años. En sus entrañas se conjugan la amistad y la familia con los colores y los sabores. El caso de Silvia Vara y Blanca Rodríguez solo es un ejemplo de los tantos que deben haber entrelazados.

 

"El trueque es una manera de decir 'hacés una diferencia, algo más para que sume a la casa'; más ahora, como estamos viviendo. Yo hace quince años que estoy acá. Cuando mi hija nació, era bebita, allá al fondo —indicando el extremo norte de la avenida—, empecé. Hiciera frío o calor, veníamos sábados y domingos, y lo sigo haciendo. Acá me conocen más por el papel higiénico. Yo siempre vendo y trato de traer precios para que la gente pueda comprar económico", explicó Silvia.

 

"Ella hace años que está —continuó, mientras miraba a Blanca—. Desde 2001. Ella vende carteras. Acá viene mucha gente. Lo toma como un paseo económico; es un shopping barato. Nosotras venimos desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche, pero hay que estar acá también", agregó.

 

Para las dos, el trueque es una forma de rebuscárselas para conseguir el dinero diario. "Nos conocimos acá. Una tiene más afinidad con unos que con otros. Yo acá me divierto. Es una amistad que se convirtió en relación", recalcó Blanca.

 

"Nos conocemos hace diez años; muchos años. Ya nos fuimos de vacaciones juntas a Brasil el mes pasado. Ahora nos vamos a la Villa de la Quebrada. Allá se vende mucho, está muy bueno también. Le dije a Blanca que vayamos, a ver si me acompaña", añadió Silvia entre risas cómplices con su amiga.

 

Las dos van todos los fines de semana al trueque de avenida Lafinur, montan sus puestos y se sientan a conversar mientras transcurre el día.

 

Las amistades que se forjaron en la feria son muchísimas. Hay historias divertidas y otras más desgarradoras, como la de Sonia Ramallo, quien contó que un truequero, quien ya no está vivo, le dejó su espacio en la feria.

 

Conseguir un espacio para vender los productos también representa una cuestión de tradición y de respeto, ya que la mayoría tiene su puesto seguro o alguien que va más temprano le guarda el espacio.

 

Recorrer el trueque es conocer un poco más la historia de San Luis, de la ciudad y sus habitantes, de las tradiciones y las costumbres.

 

HACE TRES AÑOS QUE VIAJA TODOS LOS MESES

 

Jorge viene de Mendoza para vender su vino patero

 

Jorge Peña viene desde Mendoza, una vez por mes, para traer el vino patero que él fabrica y venderlo a los puntanos a un precio moderado. Así lo contó él mismo: "Ya hace tres años que vengo desde San Martín. Allá compro vino común para fabricar el vino patero; lo hago bajo las órdenes de un señor que es enólogo, quien me enseñó todo sobre el vino".

 

"Un día me jubilé y me di cuenta de que con mi jubilación no iba a hacer nada, como ahora, y tenía que hacer algo. Se me ocurrió que en San Luis está muy caro el vino, entonces compro las botellas, me las llevo a Mendoza, allá las lavo, preparo el vino, lo envaso, trato de reducir gastos en las etiquetas y los corchos, porque son caros, y lo traigo a un precio que es la mitad que cualquier otro vino", indicó Jorge.

 

Cuando llegamos el domingo pasado, ya había vendido todo. Explicó que al vino siempre se lo sacan de las manos. "Le doy la posibilidad a la gente de tomar un buen vino mendocino. Vengo una vez por mes, todos los 15, por ahí. Es tan bajo lo que cobro de jubilación que lo invierto en vino y acá lo puedo redoblar. No alcanza, ni acá, ni en Mendoza, ni en San Juan; estamos ajustados. La gente acá ya me conoce. Lo hallo como un entretenimiento y una necesidad para mí también, porque con lo que cobro...", agregó.

 

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