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Chile, el paraíso de la clase media que todavía se atreve a consumir

Los puntanos que cruzan la Cordillera para comprar en el país vecino se encuentran con precios muy bajos.

Por Miguel Garro
| 13 de mayo de 2024
Todo barato. Los outlets y las grandes tiendas de ropa son visitas obligadas para los argentinos que viajan al país vecino. Foto: Gentileza.

La pregunta que surge inevitable es si Chile está barato o si Argentina es un país caro. Una teoría equilibrada puede enseñar que ambas posibilidades son ciertas, pero en una economía arrasada como la nacional, la invitación a la clase media a gastar sus dólares y sus ahorros en unos días en el país trasandino, con compras y paseos como combinación otra vez equilibrada, es difícil de rechazar.

 

Ropa a menos de la mitad de precio, hospedaje y comida en paridad, elementos tecnológicos superbaratos, combustibles apenas más caros, pero que —desde San Luis— se pueden evitar y una variedad de marcas y ofertas imposibles de conseguir en Argentina convirtieron al país transcordillerano en el paraíso del consumo.

 

A todo eso se suma un detalle que, aunque menor, aporta a las cuentas familiares y a la tranquilidad a la hora de hacer cálculos: el peso chileno está casi en paridad nominal con el argentino, por lo que 1.000 pesos de aquí equivalen, casi, a 1.000 pesos de allá. Siempre y cuando se lleven dólares. Si la intención es gastar pesos argentinos, el valor del billete nacional desciende casi a la mitad en las casas de cambio.

 

La puesta en circulación de los billetes de 10 mil y 20 mil pesos en Argentina no harán más que igualar aún más la práctica mercantil con en el país vecino: los papeles con ese monto son los de mayor valor que tiene la economía chilena. Y para las nominaciones menores a mil pesos, se usan monedas. Desecharlas —como hacen los argentinos empujados por la desvalorización del peso— sería un grave error si se sale de compras. Un precio habitual para, por ejemplo, un litro de leche Soprole en Chile es de 1.170 pesos. Y los comercios dan el vuelto de los 30 pesos en monedas.

 

La estrategia más recomendada para los compradores es llevar la moneda norteamericana —aunque para eso haya que sortear las trabas impuestas por el gobierno nacional a las que se suman la dificultad de conseguirla en el mercado oficial en San Luis— y cambiarla en Chile. El valor promedio es de 940 chilenos por dólar.

 

Con esa información, al argentino comprador no le queda más que sumergirse en el ambiguo mundo de las compras. En el centro de Santiago, un par de zapatillas de primera marca se pueden conseguir a 50 mil pesos, o sea que el puntano puede adquirir hasta tres pares con lo que aquí compraría uno.

 

A eso se suma la variedad de modelos, inconseguibles en algunos casos en la provincia, aun para el buscador de productos por internet. Una campera promedia los 40 mil pesos; un jean de reconocida calidad, 17 mil, y los pantalones deportivos que en cualquier tienda puntana rondan los 60 mil pesos en la capital chilena no llegan a los 20 mil.

 

Las casas de tecnología son otro punto visitado por los viajantes argentinos (en su mayoría, mendocinos, puntanos y sanjuaninos) en el país vecino. Y los teléfonos celulares se convierten en las vedettes de las adquisiciones. Con marcas y modelos similares a los que se comercializan en Argentina, aunque con otro tipo de enchufe —de dos patas, un inconveniente que se soluciona con (por 2 mil pesos) la compra de un adaptador— los aparatos también son evidentemente más baratos.

 

El Motorola G 14 —uno de los últimos lanzamientos de la empresa de telefonía—, que en las tiendas nacionales ronda los 250 mil pesos, en cualquier Falabella se encuentra por 110 mil. Un reproductor musical con Bluetooth y karaoke se puede pagar 18 mil pesos, un 60 por ciento menos de lo que cuesta aquí. Las consolas de videojuegos, los televisores de gran pulgada y los parlantes tienen la misma proporción de rebaja habitual entre un país y otro.

 

Pero el tiro (para usar una expresión bien chilena) es recalar en los outlets que se acumulan en las afueras de Santiago. Enormes espacios donde todas las marcas (las que se busque, de todos los sectores comerciales) exponen sus rebajas casi de manera obscena, para que el consumidor recale en la misma conducta compulsiva.

 

Familias enteras con bolsas de todos los tamaños, autos que al abrir el baúl dejan caer los paquetes acumulados y clientes que son capaces de comprar hasta diez pares de zapatillas en la misma operación son algunas imágenes recurrentes en esos centros comerciales que exhiben rebajas de hasta el 70 por ciento y que, de tan reales, hacen que el consumidor argentino tenga que chequear dos o tres veces el precio para terminar de creerlo.

 

Algunas zapatillas Puma, Lotto, Diadora o Reebok se pueden encontrar hasta por el equivalente a 30 mil pesos y los comercios de Adidas y Nike proponen una enorme variedad de ropa que incluye camisetas de fútbol que aquí alcanzan los 120 mil pesos, a 30 mil. El punto más paradójico de todos quizás sea que el turista argentino tenga que cruzar la Cordillera para comprar la camiseta de la Selección campeona del mundo por 30 mil pesos, cuando en la tienda oficial de Adidas en Argentina alcanza los 90 mil.

 

Además de las marcas deportivas, las de ropa informal también abren las posibilidades para el buen vestir. La casa de Levi’s en uno de los tres outlets más grandes de Chile ofrece jeans para mujer a 50 mil pesos, buzos a 40 mil y pantalones de vestir para varón a 20. A eso hay que sumarle (o restarle) el descuento que la casa hace día por día, que en el mejor de los casos puede ser del 30 por ciento.

 

Las prendas para los más chicos de la casa suelen ser un problema ante cada cambio de estación. Una recorrida por el emporio mercantil chileno permite que por menos de 30 mil pesos se adquieran cuatro remeras de media estación. Los pantalones están a un precio similar. Y las zapatillas más caras no superan los 60 mil pesos, aunque de segundas marcas se pueden hallar por 20 mil.

 

Pero no solo de ropa vive el consumidor serial argentino que cruza la Cordillera. Un juego de sábanas de primera calidad —que en cualquier comercio de San Luis duele unos 80 mil pesos— en Chile se compra por 20 mil. Ningún perfume supera los 50 mil pesos y las toallas se convierten en un tesoro imposible de no comprar, por más que en casa haya juegos de sobra.

 

La pregunta inicial sobre lo caro o barato que son los países no solo debería medirse en los productos que los argentinos cruzan a comprar a Chile, como los neumáticos, que están, en algunos casos, a mitad de precio, pero que es obligatorio pasarlos por la Aduana colocados en los vehículos, ya que caso contrario serán retenidos.

 

Un almuerzo para tres personas en una casa de comidas rápidas ronda los 15 mil pesos —la famosa “cajita feliz” que en el shopping puntano ya toca los 8 mil pesos allá está a 4.500— y un café en cualquier bar céntrico de Santiago tiene el mismo precio que un café en cualquier bar céntrico de San Luis.

 

Otra forma de medir la economía es con una visita a los supermercados, donde los precios también se notan ostensiblemente menores en los comercios chilenos. Por ejemplo, un paquete de cuatro rollos de papel higiénico se consigue a 1.400 pesos; la Pepsi de litro y medio, a 1.300 (otras marcas y otras capacidades están a precios iguales que acá); una pizza lista para hornear, a menos de 4 mil, y los productos de limpieza muestran, en la mayoría de los casos, precios por lo menos un 30 por ciento inferiores.

 

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