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Un puntano desarrolla un casco para personas con autismo

Rodrigo Riquelme, que estudia en San Juan, integra un grupo de investigadores que avanza en un prototipo para detectar señales eléctricas del cerebro.

Por redacción
| 04 de agosto de 2024
Objetivo. El casco adaptado apunta a poder detectar señales indicativas de autismo a una temprana edad. Foto: Gentileza

El uso de lo último en tecnología para mejorar la calidad de vida de las personas. Ese es el concepto central del proyecto en el que participa Rodrigo Riquelme, un estudiante de quinto año de la carrera de Bioingeniería de la Universidad Nacional de San Juan, quien integra un equipo de especialistas que desarrolla un casco adaptado para personas, en especial, chicos, que tienen autismo. La finalidad es que el dispositivo, por su ergonomía, permita detectar con mayor nitidez las señales eléctricas del cerebro y, así, mejorar el diagnóstico y el tratamiento de este trastorno. Todo un motivo de orgullo para el joven que nació y cursó sus estudios primarios y secundarios en la localidad de Luján, en el Departamento Ayacucho.

 

El casco busca elaborar una completa base de datos a través de estudios realizados en muchas personas. Foto: Gentileza

 

 

 Foto: GentilezaCómodo y menor preparación

 

“La idea es hacer un prototipo de casco que pueda llegar a ser más cómodo y que no necesite tanta preparación. Las técnicas que ya existen para hacer electroencefalografía, que mide la actividad eléctrica del cerebro, usan cascos de tela que se colocan en la cabeza y que llevan electrodos húmedos. Estos electrodos húmedos necesitan una preparación, con solución salina o con un gel conductor. El tema es que a las personas con autismo por ahí les molesta que los estén tocando o que esté muy apretado el casco y no se dejan hacer la prueba”, explicó Riquelme, quien destacó que la medición de los potenciales eléctricos del cerebro es un proceso bastante sensible, ya que implican potenciales muy pequeños en el orden del microvolt.

 

“Hicimos unas pruebas con el casco que hice y la señal fue perfecta. Estábamos muy entusiasmados”, afirmó.

 

La ecuación es simple: a mayor comodidad del dispositivo, mayor es el tiempo que pasará el chico o la persona con el casco y mayor es el volumen de datos que podrán ser recolectados. El estudiante señaló que la idea a futuro es que el prototipo luzca colores atractivos para que el menor lo conciba como un juguete. “El chico puede llevárselo a la casa unos dos o tres días antes del estudio. La madre, cuando tenga algún momento de confianza, puede ponerle el casco para que vaya acostumbrándose al estudio y sea menos invasivo”, señaló.

 

 

Diagnóstico y tratamiento

 

El casco, que aún está en sus fases de prueba y no ha sido probado en menores, tiene como propósito elaborar una completa base de datos a través de los estudios realizados en muchas personas. Para eso usará un algoritmo con Inteligencia Artificial que permitirá la detección de señales indicativas del trastorno a temprana edad o que servirá como base para un tratamiento médico pertinente. Se utilizarán modelos con patrones en redes neuronales.

 

Riquelme señaló que para desarrollar el casco utilizaron un material muy liviano y flexible denominado TPU, que es un polímero. El dispositivo es como una red con los orificios en donde van los electrodos. Las aberturas están ubicadas en la posición 10-20 (en referencia a la distancia de separación de los electrodos), que representa la zona de la corteza cerebral donde se pueden encontrar potenciales eléctricos.

 

El estudiante de Bioingeniería dijo que son pocos los avances que hay en el campo de la electroencefalografía en el mundo, por el hecho de que no resulta sencillo el uso de dispositivos de medición en personas que tienen trastornos del espectro autista. “En relación al autismo, lo que se sabe es muy empírico y no hay una base científica tan desarrollada”, afirmó.

 

 

Un equipo y un largo camino

 

Más allá de sus beneficios potenciales, el desarrollo del que participa Riquelme recién está dando sus primeros pasos y antes de ser probado en personas con autismo, deberá superar una sucesión de evaluaciones y reglamentos exhaustivos determinados por organismos como la Anmat. Todos estos cuidados y precauciones derivan de lo delicado que es interactuar en el terreno médico con personas que tienen esta condición.

 

“Todavía no se ha podido colocar un casco en un chico con este trastorno porque hay que pasar por pasos previos, lo hemos probado nosotros con el equipo de investigadores. Básicamente, está en una etapa de prototipo, pero se aspira a que, en un futuro, lo puedan usar los chicos para que brinde información”, aseguró.

 

En el equipo que desarrolla el dispositivo, Riquelme es el encargado del hardware, o sea, de la elaboración del casco. Además, lo integra Raúl Otoya, un médico neurólogo que es de Mendoza; Berenice Lemoine, una neuro-psicóloga, y Fernando Icazatti, un bioingeniero que está en Neuquén, quien es el responsable del procesamiento de las señales.

 

“Raúl Otoya me contacta. Yo tengo impresoras 3D y dije que estaría bueno imprimir un casco y probar. Estamos en esa búsqueda. Hicimos un casco y ahora estamos en el segundo prototipo”, afirmó.

 

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