El artesano de Santa Rosa que cumplió sus sueños a cuchillazos
El artista ganó el concurso de cuchillería más importante del mundo en Atlanta. La historia del hombre que dejó de ser profesor de Educación Física en la pandemia para vivir de su hobbie.
No es para el cualquiera el “The Keeslar Award”, uno de los premios a cuchillos artesanales más codiciados del mundo. Se entrega una vez al año y los aspirantes tienen una sola oportunidad de conseguirlo, por lo que los artistas tienen que dar la puñalada perfecta para obtener el trofeo. El artesano puntano Matías Funes lo consiguió el fin de semana y escribió su nombre en un premio que en el mundo de los cuchillos no tiene forma de ser comparado.
El trofeo se entrega tras superar una serie de pruebas muy exigentes, divididas en varias partes y con el objetivo probar la efectividad del instrumento. El inicio del concurso norteamericano consistió en preparar un cuchillo que, primero, tuvo que cortar una soga de sisal de una pulgada de un solo golpe, tres veces. Luego, el mismo puñal cortó dos veces una madera de 5 por 10 centímetros.
Para demostrar que el utensillo seguía en condiciones, la tercera prueba fue que el dueño se afeitara el brazo con el filo y para finalizar hubo que doblar la hoja del cuchillo a 90 grados sin que rompiera. Una vez que el cuchillo y su creador pasaron esas pruebas, llegó la segunda parte del torneo, la verdaderamente exigente.
En ella, Funes presentó cinco cuchillos perfectos en simetría, alineación, balance, terminación y armonía que fueron examinados por un exigente jurado compuesto por los siete cuchilleros más reconocidos del mundo. El test se realizó presencialmente en Atlanta, Estados Unidos, con antecedentes que demuestran el alto nivel del certamen: por lo general, a la etapa final pasan menos de la mitad de los concursantes. “Este año los aspirantes fuimos 30 y aprobamos 12”, dijo el puntano. De esa docena, su talento fue elegido el mejor.
“El premio es por uno de los cuchillos en especial, el mejor considerado por el jurado entre todos los que presentan los aspirantes. El que llevé es un bowie de 300 milímetros de largo de hoja, de acero con la nomenclatura de más alta calidad en el mundo, SAE 52100, y con una guarda de acero inoxidable 420”, dijo Funes a El Diario de la República. El cuchillo sanluiseño tiene partes grabadas a mano e insertos de oro de 24 kilates sobre una madera de “ringed geedge” australiana, con un segrinado de 18 líneas por pulgada, hecho a mano.
El bowie es un estilo de cuchillo “grande y robusto”, según la definición de Funes, quien nació en San Luis capital y hace unos diez años está radicado en Santa Rosa del Conlara, donde tiene su taller. Su familia está compuesta por su esposa Griselda, quien trabaja codo a codo en la confección de cuchillos, y sus dos hijos, Francisco y Bianca. La familia del artesano no estaría completa sin Yato, su perro.
El fabricante confecciona cuchillos de manera profesional hace ocho años. “Comencé como un hobbie y sin darme cuenta se tornó un trabajo, por eso siempre digo que vivo de un hobbie”, agregó el ganador, quien hasta hace tres años también ejercía como profesor de Educación Física, una actividad que abandonó en la pandemia.
Una de las razones por las que tuvo que dejar de dar clases fueron los constantes viajes que Funes tiene que hacer por el país y el mundo para mostrar sus creaciones. En noviembre del año pasado, por ejemplo, obtuvo el premio al mejor cuchillo de caza –la que es considerada la categoría más importante del mundo- en San Pablo.
“En esa ocasión –recuerda Matías- cumplí un sueño que veía sumamente inalcanzable. Ganar era solo una fantasía hasta que ocurrió. Y ahora en Estados Unidos se podría decir que cumplí mi segundo sueño”.
Si bien no es fácil calcular el tiempo que Funes tarda en hacer un cuchillo, un proceso que depende de modelos, materiales y tamaños, los trabajos que toma por lo general los termina en una semana, aunque el fabricante aclara que “durante la fabricación pueden pasar muchas cosas que hacen que el tiempo se extienda”.
Eso, más el hecho de que trabaja a pedido (se pueden hacer por teléfono o por las redes sociales) hace imposible que Matías se arme de un stock de sus artesanías, que pueden ir de los 150 a los 2.500 dólares.


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