El drama de Nazarena recuerda los tormentos del caso Guadalupe Di Falco

El cuerpecito sin vida de Nazarena Molina, que llegó ayer al hospital San Luis con rastros de violencia extrema, cala hondo en el corazón de los sanluiseños y trae un crudo recuerdo: el caso Guadalupe Di Falco, la nena de cuatro años que fue maltratada hasta morir el 12 de setiembre de 2010.
“Las dos murieron llorando”, asegura Ricardo Torres, el médico forense que le hizo la autopsia a la beba ayer y que también había realizado el mismo procedimiento con el cadáver de Guadalupe. “Uno se pone a pensar en la perversidad y en el trastorno mental de los padres que pueden cometer este hecho con una criatura indefensa que no tiene ni la más mínima posibilidad de defenderse y no puede creerlo”, piensa en voz alta Torres. Todavía tiene entre ceja y ceja la imagen de terror que quedó inmortalizada en el rostro de Nazarena.
Al  trágico final de las víctimas se les suma la saña y la crueldad descargada sobre las pequeñas. Nazarena tenía marcas de trompadas en la cara y la espalda, las orejas casi arrancadas a tirones y quemaduras de cigarrillo en la cola. Tras deslizar una mentira, Esperanza Alejandra Barzola, la madre,  confesó que su pareja, Mario Molina, les pegaba a las dos.
Durante el juicio realizado en el 2012, Torres aseguró que el cuerpito de Guadalupe tenía rastros de 53 quemaduras de cigarrillo, rasguños, moretones y que le habían arrancado cabellos.
El 14 diciembre de 2012 el Tribunal integrado por los jueces Hugo Saá Petrino, Gustavo Mirando Folch y Fernando De Viana condenó a cadena perpetua a Miguel Ángel Riquelme y Dora Videla, el matrimonio que golpeó y maltrató a Guadalupe hasta la muerte. La madre, Débora Di Falco, fue absuelta de culpa y cargo por abandono de persona.
Uno de los casos está cerrado, el otro recién empieza. Aunque el final es el mismo y ambos comparten, además, la violencia doméstica, la bronca y el desapruebo de la sociedad puntana.