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Vecinos y estudiantes reclaman más seguridad en la ex terminal

Por redacción
| 22 de abril de 2014
Los comerciantes aseguran que en los alrededores del predio hay poco control y que algunos locales fueron asaltados. | Marina Balbo

“Es tierra de nadie”. Así definió Cecilia al predio de la vieja terminal, que está frente al polirubro que la mujer tiene sobre la calle San Martín. Y es que las oficinas vacías, el poco movimiento en la zona, la oscuridad y la decisión algunas personas de utilizar al edificio como resguardo para pasar la noche convirtieron a la ex estación de ómnibus en un sitio poco agradable para transitar, sobre todo de noche. Casi como una boca de lobo, es inseguro para quienes atienden los negocios que rodean el complejo y para los estudiantes que salen de la sede de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) y deben cruzarse al descampado para esperar los colectivos de Transpuntano o del interurbano.
Hernán, dueño de una panadería en calle Estado de Israel, comentó que un par de noches atrás, cuando todavía no cerraba su local, escuchó el grito de una chica a quien que le arrebataron el celular, mientras aguardaba que llegara un micro de la línea P. Lo mismo comentó Cecilia, quien aseguró que varias universitarias “perdieron” el teléfono a la salida de la facultad. “Después de las 20 se juntan un montón de borrachos que les roban las cosas a las muchachas”, agregó la comerciante, quien detalló que a partir de ese horario traba la puerta de su negocio y abre cada vez que se asoma un cliente. Pero la medida de seguridad no la salvó de que intentaran asaltarla. Hace poco, una mujer y una nena se metieron al local con ganas de llevarse mercadería sin pagar. Por suerte, el intento quedó sólo en una anécdota contada a El Diario por el hijo de Cecilia, de unos 5 años.
“A nosotros no nos robaron, pero hay mucha gente que pasa caminando y sufre arrebatos”, dijo Hernán, quien comentó que el panorama empeora los fines de semana, cuando ni siquiera tienen el movimiento de gente de la Universidad. No tuvo la misma suerte el comercio de venta de pasajes en el que trabaja Alejandra, que sufrió las consecuencias de la poca seguridad en los alrededores del predio. Ocurrió en el primer trimestre del año, una hora antes de que finalizaran el turno de la tarde en el local ubicado por la Rivadavia. Y no fue un hecho aislado, ya que este periódico relevó otros dos incidentes en una carnicería y una farmacia de la cuadra que sucedieron en la misma época.

 


“Es inseguro. La Policía tendría que pasar más seguido en las últimas horas del día. Si bien los taxis no se fueron del frente del edificio, necesitamos más control”, afirmó Alejandra, aunque el pedido es un reclamo común a todos los vecinos. Otro de los problemas es la falta de luz: la ex terminal está iluminada únicamente por focos que quedaron en el edificio. “Vinieron a arreglar algunas lámparas del alumbrado público, pero duraron dos días y se volvieron a quemar”, dijo una comerciante, que no quiso revelar su nombre por miedo a que la Municipalidad tome represalias con controles injustificados en su negocio.
El Diario intentó comunicarse con el inspector de obras municipales, Sergio Puebla, pero estaba de licencia. Y tampoco consiguió comunicarse con el director de proyectos Arquitectónicos, Sergio Calderón, ni del Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano, Enrique Picco. Además de saber si están al tanto de la falta de seguridad en la zona y los problemas en el alumbrado, el objetivo era conocer el avance de la obra, porque la fecha de finalización fue postergada dos veces y ya no tiene un plazo definido para su conclusión.
En las paradas
Rita estudia Psicología en la UNSL y todos los días a la salida de clase tiene que tomarse el colectivo para volver a su casa. “A la noche da miedo porque está muy oscuro, por eso tratamos de venir en grupitos”, dijo la estudiante, que esperaba la línea P de Transpuntano en la parada de calle Estado de Israel, junto con Débora, una compañera. La joven trató de acomodar los horarios de cursado para no quedarse hasta tan tarde en la Universidad y aunque nunca las asaltaron, sí escucharon que otras chicas tuvieron problemas a la salida de la facultad.
Si bien algunos valientes, sobre todo en grupo, se animan a acortar camino y cruzar todo el predio,  la mayoría bordea el edificio. Es el caso de Gisela, que sólo atraviesa la ex terminal cuando va acompañada, mientras que Nataly y Vanesa, dos alumnas de la carrera de Educación de Nivel Inicial, contaron: “Siempre hay hombres metidos en la estación que cuando pasamos nos gritan cosas. Hay gente tirada durmiendo, de día y de noche, y el otro día hasta vimos un chico drogándose”.

 


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